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Que las élites de esos partidos, toda una verdadera “casta” por mucho que les duela el término puesto de moda por aquel otro político que resultó ser no ya “casta” sino modelo de la misma, ignoren lo que verdaderamente piensa y desea la mayoría de la inmensa mayoría de sus representados, es vergonzoso e inadmisible.
Da lo mismo que se alcen incontables y autorizadas voces en contra de esa conducta. Es tan portentoso hacerse con el enorme poder que significa administrar los recursos de los españoles, que esos partidos enloquecen ante la posibilidad de hacerse con él o de perderlo.
Da lo mismo que tengan que corromper y enfrentar a las instituciones más importantes y teóricamente más sagradas y respetadas (léase Tribunal Constitucional, Consejo General del Poder Judicial, Fiscalía General del Estado, y de ahí hacia abajo todas), para conseguir su objetivo.
Ellos tienen los elementos (Cortes, Constitución, Ley Electoral, Código Penal, etc.), para subvertir esta anómala situación, pero no lo hacen. A la “casta” no le interesa hacerlo por puro y crematístico interés. Allá ellos.
De que esto tendría que cambiar no hay duda. Pero ¿quién lo hará? Ni la “casta” de mi generación ni la anterior lo han intentado. A la que hoy ostenta (y en muchos casos detenta) el poder está claro que no le interesa. ¿Será la de nuestros nietos la que por fin comprenda que, de seguir así, tarde o temprano todo puede acabar muy mal?
9 de agosto de 2023
Juan M. Martínez Valdueza
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