No es fácil encontrar en la historia de las confrontaciones bélicas, episodios de cierta envergadura, en los cuales no se hayan producido bajas humanas por parte de uno de los contendientes. Sin embargo, la batalla de la Rochelle fue la excepción a favor de España en la batalla naval contra Inglaterra, de la que España salió victoriosa sin pérdidas humanas. (…)
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Para comprender le involucración de España en esta guerra contra los ingleses hay que entender el contexto en el que se movía Europa en un período al que los historiadores llaman la Guerra de los Cien años, un conflicto que en realidad se inició y enfrentó a Francia e Inglaterra entre 1337 a 1453, teniendo como origen la batalla de Hastings (s. XI) cuando Guillermo de Normandía, El Conquistador, se adueñó de Inglaterra. La contienda se convertiría en la campaña militar más larga de la historia de Europa. Los lazos parentales de las poderosas familias, las relaciones de vasallaje que conformaron el estado feudatario, y los intereses económicos por el control de la industria textil, produjeron una compleja red de desavenencias que acabaron en un largo enfrentamiento que además sirvió para perfilar la identidad de ambas naciones contendientes.
En este escenario, en España se produjo la ayuda de Enrique II de Castilla al rey Carlos V, El Sabio, de Francia que le requirió en su lucha contra los ingleses. Esa ayuda sin preverlo serviría a España para iniciar una ruta marítima a los mercados flamencos, circunstancia de gran relevancia en la historia futura de de Castilla. Contaba esta con un experto almirante de nombre Ambrosio Bocanegra, de origen genovés, que dio más prestigio a la Marina que construyera en la mitad del siglo XIII el rey Fernando III, El Santo. Fue Bocanegra un marino que veló sus primeros combates en una galera contra el reino de Aragón.
Bocanegra apoyó a Enrique II de Trastámara en su lucha fratricida contra Pedro I, El Cruel. Su participación y derrota en la batalla de Nájera frente a los legitimistas de Pedro I provocó la ejecución de su padre, Egidio. Tras la muerte de Pedro I a manos de su hermano, ayudado por el mercenario francés Bertrand du Guesclin apodado el «Águila de Bretaña», quien por su apoyo recibió cuantiosas tierras y el título de conde de Trastámara. Bocanegra luchó contra los portugueses que cerraban la desembocadura del Guadalquivir. Tras la victoria en Sanlúcar, el rey castellano firmó la paz con Granada, Navarra y Aragón. Entretanto Francia luchaba contra los ingleses y demandó el apoyo de Bocanegra tal como en su día Francia apoyase las pretensiones de Enrique contra su hermano Pedro I. En consecuencia, Castilla se vio envuelta por el Tratado de Toledo de 1368 a contribuir con un número de naves que doblara las francesas en los enfrentamientos que en adelante tuvieran lugar contra Inglaterra. La Rochela fue la plaza inglesa señalada para asediar y destruir pues era el punto clave del ducado de Guyena en litigio entre Francia e Inglaterra. Eduardo III de Inglaterra consciente de la importancia de aquella plaza, que igualmente servía para controlar el paso marítimo procedente del Golfo de Vizcaya, mandó una importante armada para defensa de la ciudadela, que salió de Southampton bajo el mando del segundo conde de Pembroke, Juan de Hastings.
Corría el año de 1372, año en el que el reino castellano iba de nuevo a demostrar su pericia, poder y valor en una de las mayores derrotas que Inglaterra sufrió e incluso el incendio de la ciudad de Londres por las naos castellanas. Bocanegra al mando de 22 galeras, entraba en las aguas de La Rochela o La Rochelle para enfrentarse a las 36 naves ingleses asistidas por 14 barcazas de transporte. La ciudad estaba sitiada desde el sureste por los franceses, entre Burdeos y Nantes que se encontraban bajo poder inglés. La flota inglesa permanecía fondeada próxima a la ciudad para poder desembarcar a los caballeros ingleses y la soldada compuesta de varios miles de hombres. Bertrand du Guesclin en 1372, siendo el mes de junio, puso asedio a la Rochelle tras librar un combate contra los ingleses en Pontvallain donde se encontraban las fuerzas del conde de Pembroke, nombrado recientemente duque de Aquitania. Pembroke intentó encontrar asilo en el puerto de la Rochelle pero allí se encontró con la flota castellana bajo el mando de Bocanegra, Almirante de Castilla, y otros aguerridos nobles como Ruy Díaz de Rojas (Merino Mayor de Guipúzcoa), Fernando Ruiz Cabeza de Vaca, Fernando de Peón, y otros más.
El mar parecía en calma y Bocanegra decidió entrar en combate con los ingleses. Tras un ligero enfrentamiento, Bocanegra simuló retirarse haciendo creer a Hastings que ante la superioridad de la armada inglesa prefería resguardar sus buques al abrigo del puerto aprovechando la marea baja. Por unas horas y durante la noche cada contendiente aprovechó como quiso entender el guardar sus posiciones, pero en la madrugada del 23 de junio, Bocanegra había zarpado y arribó muy cerca de la Rochelle. Los ingleses pusieron proa hacia la escuadra castellana sin tener en cuenta que sus naves requerían de gran calado y ante una marea baja pronto quedaron varadas. Aquel fue el momento que los castellanos aprovecharon para arrojar proyectiles incendiarios rellenos de sebo y aceite. Al poco las naves del rey Eduardo III ardían como teas para enseguida hundirse al fondo con todo su avituallamiento y dinero del pago de la soldada. Las que lograron no ser incendiadas fueron capturadas tras el lanzamiento de alguna piedra de las bombardas de babor y estribor de algunas galeras españolas. El conde de Pembroke junto a varios centenares de caballeros ingleses y cerca de 8.000 soldados fueros hechos prisioneros. Mientras que por parte de la armada castellana no se produjo ninguna pérdida humana y tan solo algunos desperfectos y averías en algunos navíos. La ciudad de la Rochelle fue tomada semanas después por la coalición de las fuerzas franco-castellanas. Por los prisioneros se exigieron elevados rescates como era costumbre en las prácticas de guerra de aquel entonces.
De regreso a Santander, a la altura de Burdeos, el almirante castellano apresó a otras cuatro naves inglesas. Los castellanos victoriosos y con grandes sumas de dinero requisadas se dirigieron a Burgos para presentarse ante el rey Enrique II. Nadie de los prisioneros fue maltratado o degollado o arrojado al mar como era costumbre muy frecuente. Los caballeros de «Las espuelas de oro» fueron encerrados en unas torres mientras que el condestable francés Bertrand du Guesclin se hizo cargo del conde de Pembroke a quien tomó como rehén, cautivo en el castillo de Curiel del Duero, en Valladolid, hasta que él mismo pagó su rescate en 1375 pretendiendo a su vez pedir uno mayor a Inglaterra, pero el destino no le favoreció pues el segundo conde de Pembroke enfermó, muriendo cerca de París. Esta circunstancia obligó a Guesclin a vender sus tierras recibidas por Enrique II en pago a sus servicios.
Por su parte, el almirante Bocanegra otorgó el perdón a cuantos prisioneros no pudieron ser objeto de un pago por su rescate, a diferencia de Guichard d`Angle, conde de Huntingdon, que al no poseer sus tierras conquistadas por los franceses, pudo ser intercambiado por otro.
Francia, tras la victoria conseguida reforzó sus posesiones en la Guyena mientras que la Corona de Castilla se consolidó como la primera potencia naval del Atlántico posibilitando especialmente a los marinos vascos y cántabros un mayor y más seguro tráfico mercantil, para lo que se unieron bajo la Hermandad de las Marismas. Castilla consiguió un comercio de lana con Flandes tras la derrota inglesa. En la ciudad de Brujas se instaló un almacén y las exportaciones crecieron a favor del erario castellano, haciendo de Burgos una de las más importantes urbes del momento en Europa.
Bocanegra, hijo del ejecutado Egidio Bocanegra próximo al rey Alfonso XI de Castilla, sobresalió como uno de los grandes almirantes de nuestra historia patria, y debemos recordarle como un gran castellano y un gran marino.
Gloria y Honor.