Las primarias (mediante “caucus” o elecciones populares ) no se inician hasta Febrero de 2016, y concluirán en las Convenciones respectivas de los partidos el próximo verano. La grandeza y magnitud democrática de este proceso de elección de los candidatos es que afecta, por ley (no por voluntad de los partidos) a todos los cargos antes enumerados, desde los candidatos a Presidente(a) hasta los aspirantes a una jefatura de correos o a “sheriff” en un humilde condado.
Por tanto, nos encontramos ahora (finales de Octubre de 2015) en una fase de pre-primarias, o “primeras primarias”, cuya visibilidad principal son la encuestas altamente volátiles y los debates a cara de perro entre los candidatos dentro de cada partido a la Presidencia. Nadie se fija en las pre-primarias al Congreso, a gobernadores, etc. Pero ahí están, y en 2016 se mutarán en primarias para la elección de los candidatos que finalmente se presentarán por cada partido el Martes 8 de Noviembre de 2016.
Al hablar de partidos, todo el mundo entiende que nos referimos al partido Demócrata y al partido Republicano (GOP), pero en las elecciones americanas se presentan varias decenas de otros partidos, ignorados por la gran masa de los electores y el público en general, partidos variopintos que sin embargo en su mayoría practican estos procesos democráticos descritos, aunque solo lo noten sus militantes y simpatizantes.
Los republicanos casi doblan a los demócratas en el número de este tipo de eventos programados hasta las respectivas Convenciones, lo que ilustra el carácter poco democrático y deliberativo del partido de Obama/Clinton, como han denunciado los propios militantes.
Del partido Republicano ya se han retirado dos candidatos (Rick Perry y Scott Walker), y del Demócrata otros dos (Jim Webb y Lincoln Chafee), y un tercero ha decidido finalmente no presentarse (Joe Biden). Esto deja a la arena republicana con, aproximadamente, una docena en la que destacan Donald Trump y Ben Carson, mientras en la demócrata solo quedan tres, con Hillary Clinton como destacada y favorita, tras la vergonzosa capitulación de Bernie Sanders en el primer debate.
El último debate republicano, celebrado la pasada noche del 28 de Octubre en Boulder, Colorado (y primera, aunque tímida, nevada en Minnesota, desde donde lo he observado a través de la cadena CNBS), ha sido un espectáculo insólito, ya que la confrontación dialéctica no fue tanto entre los candidatos, según se esperaba, como entre los candidatos y los moderadores.
Vaya por delante que pienso, sinceramente, que cualquiera de los candidatos republicanos que participaron en el debate me parecen más serios, honestos y competentes que Madame Clinton.
Donald Trump y Ben Carson mantuvieron sus respectivas posiciones dominantes. Trump ha refinado su estilo y parece más “presidenciable”. Carson, según algunas encuestas, ha acortado distancias e incluso ha sobrepasado a Trump, pero éste parece tener más energía y voluntad de liderazgo, especialmente cara al electorado independiente que será el decisivo en Noviembre. Una vez más recordó a la audiencia tres cosas: que él es el único que financia su campaña con su propio dinero, descalificando a los Super-PACs; que él es el único que tiene experiencia como empresario en crear miles de puestos de trabajo; y que él tiene más experiencia en negociar asuntos económicos (el debate era sobre economía) con políticos, americanos y extranjeros, sin pertenecer al Establishment.
A mi juicio, otros ganadores de la noche han sido Ted Cruz y Marco Rubio. Éste no solo ha respondido brillantemente a las preguntas-trampa de los moderadores, sino que ha anulado a su principal rival en el Establishment GOP (invocando el cambio generacional) y en su mismo Estado de Florida, Jeb Bush. Además, acusó con razón a Hillary Clinton de mentir sobre Benghazi.
El senador Cruz, en mi opinión, fue la estrella de la noche con su acusación (“missile Cruz”) a los medios progresistas y a los moderadores en concreto, de doble estándar, en hacer preguntas hostiles y sesgadas, sin substancia, siguiendo el guión del partido Demócrata.
Algunas expresiones destacaron en su intervención: una, que los periodistas progres utilizaban el debate republicano -pero nunca van a votar en sus primarias- como un “cage match”, mientras a los candidatos demócratas les hacían preguntas amables, para lucirse, aunque el debate entre Sanders y Clinton parecía –dijo con ironía- uno “entre bolcheviques y mencheviques”. Otro momento fue su crítica al Establishment (desde el propio Congreso, como senador de Texas), es decir, a la Partitocracia o lo que él viene llamando el “Washington´s Cartel”, sin excluir a los dirigentes de su propio partido.
Pronto veremos la consecuencias en las primeras encuestas post-debate.
De momento, el Chairman del RNC, Reince Priebus, ya ha anunciado cuando escribo esto (30 de Octubre) que se ha cancelado un debate programado por NBC (por el “debate/debacle” de su asociada CNBC) para Febrero, en el comienzo de las primarias.
Paul Ryan es probablemente el más cualificado en asuntos económicos para atajar los enormes problemas del déficit y de la duda, controlando la voracidad impositiva del Gobierno federal, pero tiene que demostrar a los conservadores del Freedom Caucus y del Tea Party, es decir, a la corriente anti-partitocrática y anti-corrupción de su propio partido que va a hacer uso adecuado de las investigaciones de la comisiones especiales, y en particular la Comisión selecta sobre Benghazi (presidida eficazmente por el ex fiscal Trey Gowdy, representante republicano de South Carolina) que, se quiera o no, va a ser el telón de fondo de la campaña de la gran rival de los republicanos, la demócrata Hillary Clinton.
Desde 2012 he denunciado repetidamente (en Libertad Digital con media docena de artículos, y en Telemadrid en varios debates) la impostura del caso Benghazi-gate (incompetencia, mentira, desinformación y encubrimiento merecedores del “impeachment” no solo de Madame Clinton sino también del Presidente Obama). Ahora simplemente me remito a los recientes artículos de John Bolton (“Why Benghazi Still Makes a Difference”, WSJ, Oct. 21, 2015) y de Kimberley A. Strassel (“She Knew All Along”, WSJ, Oct. 23, 2015), respectivamente el día antes y el día después de la comparecencia de la ex secretaria de Estado Clinton ante la citada Comisión, donde esta vez no se atrevió a repetir su famosa queja: “What difference, at this point, does it make?”
Hoy sabemos que en la noche del 11 de Septiembre de 2012 Ms. Clinton y Mr. Obama ya sabían que era un ataque terrorista, pero decidieron mentir deliberadamente al pueblo americano durante los siguientes días y semanas (el presidente lo volvió a hacer en su discurso urbi et orbi en la ONU), con la ficción de que se trataba de una protesta espontánea por culpa de un vídeo anti-islámico. Cara a las elecciones presidenciales de aquel Noviembre (estando en juego la reelección de Obama) era preciso mantener la narrativa de que el terrorismo islamista estaba derrotado.
Posdata (2/11/2015).
La primera encuesta post-debate (WSJ/NBC) arroja estos resultados:
Carson, 29 %; Trump, 23 %; Rubio 11%; Cruz 10%; Bush 8 %.