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El resultado ha sido muy similar a las votaciones del pasado mes de marzo sobre el rechazo a la invasión rusa de Ucrania y del pasado mes octubre en relación con la condena a las anexiones rusas de la región del Donbás y de las provincias de Jerson y Zaporiyia. De los países que se abstuvieron destacan China, India, Irán, Pakistán, Vietnam, Sudáfrica y Cuba. De los 193 países componentes de la ONU, 13 no votaron.
En el horizonte nuclear, el pasado martes, Putin suspendió –no abandonó– la participación de Rusia en el Tratado New START (Strategic Arms Reduction Treaty), el último pacto firmado entre Estados Unidos y Rusia para la reducción y control de armas nucleares, que limita el número de ojivas nucleares desplegadas a 1550, el número de medios de lanzamiento –misiles balísticos intercontinentales, misiles balísticos disparados desde submarinos y bombarderos, la llamada triada nuclear– a 800 y el número de estos desplegados y listos para usar a 700. Asimismo, el jueves 22 el presidente ruso anunció en un video que “prestaría atención particular, como siempre, al refuerzo de la triada nuclear. Este año se pondrán en servicio las primeras lanzaderas del sistema de misiles SARMAT”.
En realidad, a lo largo de la guerra, las autoridades rusas han amenazado varias veces con el posible empleo del arma nuclear, cuando aparecían dificultades para las fuerzas de Moscú en el campo de batalla. En el aniversario del inicio de la invasión siguen con la misma retórica, cuando la prevista ofensiva rusa de primavera no está operativamente preparada y no tiene garantías de tener éxito a lo que se añade el armamento y munición moderna que están recibiendo las fuerzas ucranianas.
El Gobierno chino publicó el día del aniversario de la invasión de Ucrania, un documento de 12 puntos denominado “Posición de China sobre la solución política a la crisis de Ucrania” muy ambiguo y lleno de contradicciones. Mientras pide respeto a la soberanía de Ucrania considera legitima la invasión rusa, no distingue al agresor del agredido, se opone al uso de armas nucleares, pero no condena las continuas amenazas de Putin sobre su empleo, ha hablado con todos los actores implicados en esta guerra menos con Zelenski, aparte de no mencionar la guerra en Ucrania sino tan solo de crisis. En definitiva, el documento contiene una gran ambigüedad y está claramente escorado hacia Rusia.
De los dos tramos en que actualmente se divide el frente de la guerra en Ucrania, el del este en el Donbás, y el de las provincias de Jerson y Zaporiya, en el sur, de cerca de 500 kilómetros de longitud cada uno, en el Donbás es donde ahora se está librando la lucha más cruenta de la guerra. Ambos contendientes han fortificado sus posiciones defensivas a lo largo de todo el frente con trincheras, fosos anticarro, galerías enterradas, dados y tetraedros metálicos y de hormigón armado, abrigos de hormigón contra proyectiles de artillería y campos de minas, entre otros obstáculos. En román paladino, la decisión rusa de establecer posiciones defensivas supone su convicción de que Putin está pensando en una guerra larga de desgaste.
La guerra en Ucrania se puede estructurar, desde el punto de vista estratégico-operacional en tres periodos. El primero, que se extiende desde la invasión de Rusia en febrero de 2022 hasta finales de verano, se caracterizó por una actitud ofensiva rusa y defensiva ucraniana. El segundo periodo, que abarca desde finales de verano hasta finales de año, primó la actitud ofensiva ucraniana –la contraofensiva de Kiev– frente a la defensiva de Moscú. Por último, el tercero, desde primeros del año 2023 hasta hoy, se contempla como una actitud defensiva de los dos adversarios que ha producido un frente estático y de desgaste que nos recuerda a la sangrienta guerra de trincheras de la Primera Guerra Mundial.
La lógica de la guerra nos dice que, en este caso, la ecuación estratégica del conflicto en Ucrania se sustenta en tres variables interconectadas entre sí. La primera consiste en el alcance de una posible escalada dentro del campo convencional; la segunda es el momento –tiempo– y volumen de armamento y munición occidental que recibe Ucrania; y la tercera lo conforma el impacto de las sanciones y la capacidad de recuperación de Rusia, contando con el apoyo de algunos países. La solución a esta ecuación tendrá un gran peso en las previsibles negociaciones de paz.
No parece haber ninguna duda de que la guerra en Ucrania ya ha roto el orden geopolítico internacional que se había establecido después de la Segunda Guerra Mundial. Durante la época de la guerra fría, que se extendió hasta la caída de la URSS en el año 1991, imperó el orden mundial de la bipolaridad, materializado por la división del mundo en dos grandes bloques o grupos de países, uno liderado por Estados Unidos y otro por la antigua Unión Soviética, aunque, en realidad, existió un tercer Grupo llamado el Movimiento de Países No Alineados (MPNA) que tuvo sus orígenes en la Conferencia de Bandung de 1955.
Aunque a la citada Conferencia acudieron, entre otros, líderes de Indonesia, India, Egipto, Yugoslavia, Ghana, Vietnam del Norte, China y Camboya, el MPNA lo constituyeron formalmente el presidente yugoslavo, Josip Broz Tito, el presidente egipcio, Gamal Abdel Nasser y el primer ministro Jawaharlal Nehru, en 1956, con el objetivo de permitir a los nuevos países libres del tercer mundo “salvaguardar su independencia y hacer oír su voz en un mundo en el que las reglas las dictan las superpotencias”, en palabras de Sadam Husein.
Como ya he dicho en otras ocasiones, la geopolítica de bloques ha vuelto, aunque en otra configuración. En este final del primer cuarto del siglo XXI, se está consolidando un nuevo modelo geopolítico de enfrentamiento entre polos, uno liderado por Estados Unidos y la Unión Europea, llamado polo euroatlántico o democrático, y otro liderado por China y Rusia, denominado polo asiático o autoritario. Lo denomino bipolaridad dual –dos polos con dos centros de poder cada uno–.
Pero, al igual que en la guerra fría, ahora también existe un tercer Grupo, es el Grupo de países que no quieren pertenecer a ninguno de los dos Polos/Grupos y que quieren ser neutrales y mantener su independencia política e ideológica. Puede ser que, en la confrontación entre dos fuerzas geoestratégica, una democrática y otra autoritaria, la solución se halle en el problema de los tres cuerpos –científicamente analizados por Lagrange y Laplace, entre otros– del escritor chino de ciencia ficción Liu Cixin en el que ganar la simpatía de los terceros neutrales sea más importante que derrotar al enemigo.
Y aquí entramos en lo que puede ser la segunda guerra fría, con la bipolaridad dual como modelo geopolítico, que se plasma en la confrontación entre los dos bloques que se han mencionado al que se añade el otro bloque de países neutrales, lo que deriva hacia un problema de los tres cuerpos, con dos alianzas de superpotencias enfrentadas y, en medio, una tercera red o bloque no alineado.
En definitiva y con mucha probabilidad, en la era de la posguerra en Ucrania se consolidará una nueva guerra fría en la que se instituirá el nuevo modelo geopolítico de la bipolaridad dual en el que competirán el polo democrático contra el polo autoritario, contando como espectadores y posibles simpatizantes o satélites al grupo de países neutrales.