La estructura de relato más original, la leerán los lectores en esta novela. No es original una novela dentro de otra novela, una historia dentro de otra historia, un misterio dentro de otro misterio, ya se ha utilizado este recurso en otras ocasiones, pero en muy pocas, con el acierto de “Un asesinato brillante”. (...)
...
La novela trata de un detective al que diagnostican una enfermedad que le llevará a la tumba sin remedio en pocos meses. Pero el autor entrega el original, cuyo protagonista es este detective condenado a muerte, faltándole los últimos capítulos. Además, el autor de la novela ha fallecido con una muerte que la policía considera un accidente y, sorprendentemente, el texto se ha borrado del ordenador y no existe ninguna copia. Aquí se intercala la otra novela en la que la editora, Susan, busca los capítulos que faltan.
No obstante, Susan, la editora, inicia la lectura de “Un asesinato brillante” con una advertencia al lector. “Empecé a leer el libro tal como vas a hacer tú. Sin embargo, antes tengo que avisarte. Este libro cambió mi vida (esta frase quizá la hayas leído en otra ocasión y no haya respondido a la realidad). Sin embargo, lo cambió realmente todo para mí… (ya no vivo en el mismo país, ni trabajo en el trabajo de toda mi vida, he perdido mis amistades). Esa noche, mientras alargaba el brazo y volvía la primera página, no tenía la menor idea del viaje que me disponía a iniciar y, la verdad, ojalá nunca me hubiera permitido a mí misma subir a bordo…”.
Por mi parte, quiero señalar para los lectores que hayan leído otras novelas de Anthony Horowitz que ésta no es la mejor de las que yo le he leído. Más aún, los dos finales no me han convencido demasiado. En uno de ellos, incluso, el autor me da la razón, poniendo de manifiesto lo inexplicable de la doble falta de cautela en la persona que sabe que está hablando con un asesino a sangre fría.
Dicho lo anterior, debo añadir lo que más puede interesar de mi comentario: que he leído “Un asesinato brillante” con verdadero interés. Es una novela apasionante, de personajes bien descritos y creíbles, con una puesta en escena difícil de superar, lectura fácil, de frases cortas, de ritmo ágil y trama tejida con verdadera sabiduría narrativa (quizá contenga elementos autobiográficos, por cuanto el protagonista, como Horowitz, desde niño quería ser escritor, ya que se había dado cuenta de que “el único tiempo en que soy verdaderamente feliz es cuando escribo”). Describe, con exactitud, cómo debe leerse una novela negra: en qué hechos, situaciones, acciones, frases, finales de frases, omisiones, hay que fijarse y, por supuesto de la lista de sospechosos, descartar al más sospechoso, que nunca será el asesino, sino aquél del que menos cabe pensar que lo es.
En este sentido, resulta sugerente el dilema que presenta entre la “buena” literatura y la de “consumo”, entre las series televisivas de “calidad” y las “comerciales” (considero que existen películas y series comerciales de verdadera calidad). Sin inclinarse claramente por ninguna de ellas proporciona unos datos valiosos para la novela y su trama que la enriquecen y la hacen más real. Así, piensa Susan, ante los problemas que para la empresa supone no publicar “Un asesinato brillante”:
“Hay cientos y cientos de asesinatos en los libros y en la televisión. A la ficción narrativa le resultaría difícil sobrevivir sin ellos. Y, sin embargo, casi no hay ninguno en la vida real, a no ser que vivas en el lugar equivocado. ¿Por qué tenemos tanta necesidad de leer novela negra, y qué es lo que de verdad nos atrae, el crimen o la solución? ¿Tenemos alguna necesidad primitiva del derramamiento de sangre porque nuestras propias vidas son seguras y cómodas? Me hice el propósito de comprobar las cifras de ventas en San Pedro Sula, Honduras (la capital mundial del asesinato). Podría ser que allí nadie leyese…” novela negra. Y continúa Susan preguntando al director de la serie televisiva de los libros del detective protagonista, Atticus Pünd: “−¿No se ha cansado el público de las series de asesinatos? −Está de broma, ¿no? Inspector Morse, Taggart, Lewis, Foyle´s War, Luther, Los misterios del inspector Linley, Cracker, Broadchurch, incluso las puñeteras series Maigret e Inspector Wallander. La televisión británica desaparecería hecha un punto en la pantalla sin las series de asesinatos. Se cargan a la gente hasta en los culebrones. Y pasa lo mismo en todo el mundo. ¿Sabe? En Estados Unidos dicen que un niño ve una media de ocho mil asesinatos antes de terminar primaria. Te hace pensar, ¿no?”
Algunos familiares, amigos y conocidos, que han tenido la amabilidad de leer mi comentario de la anterior novela, la de Joël Dicker, les ha parecido un acierto que reproduzca los pensamientos del detective sobre temas importantes y que se suelen obviar en las críticas. En mérito a la brevedad, reproduzco, sólo tres de las que me han citado: lo que el protagonista piensa de la muerte, de Dios y de las casualidades o coincidencias.
Finalmente, dentro de la multitud de críticas, me quedo con estas dos: “Un asesinato brillante es tan buena como una novela de Agatha Christie. Quizá incluso mejor, más inteligente” de Stephen King; y “Doblemente astuta” de People.
En resumen, “Un asesinato brillante”, me parece una novela que merece la pena leerla.
Francisco Ansón