Tras las centurias transcurridas y a la luz de las investigaciones se puede afirmar con todo rigor que la aportación cultural hispánica en el continente americano es irrefutable y propio de una acción civilizadora, (…)
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aunque como principio, no quiero dulcificar, o no reconocer, la crisis traumática que supuso para el continente americano la llegada de los españoles, cambiando su devenir, al igual que el del resto del mundo, al reconocernos todos como integrantes de un mismo planeta. En el proceso de hibridación cultural jugarán un papel fundamental las órdenes religiosas, sobre todo las que llevarán el peso de la primera evangelización (franciscanos, agustinos y dominicos) creando escuelas donde, además de los principios básicos del cristianismo, se sistematizaron enseñanzas de artes y oficios que permitieron a los naturales asimilar técnicas europeas y, a la vez, adaptar sus conocimientos y habilidades a nuevas demandas que se estaban produciendo ante la conformación política y social hispana.
Aparece entre otros, el colegio de Tlatelolco en la ciudad de México, fundación avalada por el emperador Carlos V y apoyada por las tres personalidades más relevantes del momento en la Nueva España. Sería el propio virrey don Antonio de Mendoza quien financiará el colegio asegurando la manutención de los colegiales, la remuneración del profesorado y la compra de libros para la biblioteca. Objetivo básico de este centro era formar a las élites indígenas para que se pudiera conformar un clero capaz de llevar a cabo la evangelización desde sus propias lenguas y culturas; sin olvidar la posibilidad de que gobernaran las comunidades indígenas. El resultado de un sólido programa formativo y la rigurosidad en las clases y en la selección del alumnado, significó la conformación de egresados trilingües (castellano, latín, náhuatl). El colegio pasó a convertirse en lugar de comprensión intercultural de las cosmogonías europea/cristiana y mesoamericana, con una sólida formación jurídica y política. El resultado de este programa formativo y la rigurosidad en las clases y en la selección del alumnado, significó la conformación de egresados políglotas. Un caso paradigmático, que avala los resultados de esta institución fue Antonio Valeriano, natural de Azcapotzalco. De origen noble, debió entrar a muy pronta edad como alumno en Tlatelolco, destacando inmediatamente por su inteligencia y facilidad en el aprendizaje de idiomas.
Otro ejemplo a significar sería el de Antonio Uitzimengari, hijo del último caltzontzi (monarca) purépecha que estudió en el colegio agustino de Tiripetío (Michoacán), el cual seguía el modelo de Tlatelolco. Este último supuso el laboratorio donde se gestaron proyectos científicos que ampliaban el conocimiento de América, en distintos soportes, siempre marcados por lo que significa la hibridación cultural de un proceso pedagógico de aprendizaje. Resultado de ello es el denominado mapa de Uppsala en torno a 1550, que representa la visión más completa del valle de México aportada con la visión indígena de su propia realidad histórica y cultural, no faltando elementos comprensivos de carácter europeo. Fue el emperador Carlos V el destinatario de aquella. Actualmente se conserva en la biblioteca Carolina Rediviva de la universidad de Uppsala (Suecia) a la que debe su nombre.
Dentro de este contexto de aportación española e hibridación cultural mencionada, es interesante mencionar el manuscrito (c.1552) encargado por Francisco de Mendoza, hijo del virrey Mendoza, conocido con el nombre de Códice de la Cruz-Badiano, donde se catalogan 227 plantas medicinales y sus posibles usos que conformaban la farmacopea mesoamericana. El manuscrito fue enviado a España, conservándose en la Biblioteca Real al menos hasta el siglo XVII. Después formó parte de la biblioteca Barberini en Roma y, más tarde, en 1902, se incorporó a la biblioteca Vaticana. A petición de intelectuales y del gobierno de México, el manuscrito retornó al lugar donde se redactó, conservándose actualmente, en la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia de la capital mexicana.
Los naturales formados en el colegio de Santa Cruz de Tlatelolco, así como en otros centros, no solo cumplieron con el objetivo de sus fundadores de convertirse en intermediarios, por sus conocimientos lingüísticos y jurídicos, entre las distintas comunidades, a la vez que ocupaban los cargos administrativos y de gobierno del nuevo orden, sino que aprovecharon su formación para negociar y litigar a favor de los intereses de sus pueblos. En estos alumnos, las órdenes religiosas encontraron los mejores colaboradores que le permitieron conocer con precisión las lenguas de los naturales, elaborar gramáticas y vocabularios que sirvieron para que otros europeos pudieran comprender la historia y los modos de vida de Mesoamérica y, por último, producir conjuntamente obras culturales híbridas como los ejemplos que hemos ido señalando en estos párrafos.
Finalmente se puede constatar, que la implicación directa de la Corona hispánica, al considerar los territorios de Hispanoamérica como una provincia española más, fue el motor necesario para que la hibridación cultural diese sus frutos y la civilización occidental se expandiese por el continente.
Rafael López Guzmán