HISTORIA Y CULTURA

La Monarquía española fundó las primeras universidades de todo el continente americano

Universidad de San Marcos (Lima), la más antigua de América, fundada el 12 de mayo de 1551 por la Monarquía española.

LA ESPAÑA INCONTESTABLE

LA CRÍTICA, 3 SEPTIEMBRE 2022

Rafael López Guzmán | Sábado 03 de septiembre de 2022

No podemos olvidar, por su trascendencia, la política educativa del emperador Carlos V que se concretó significativamente, en la fundación ex novo de tres universidades: Granada, Lima y México; correspondientes a nuevos territorios recién incluidos en la corona española y que muestran preocupaciones formativas no percibidas en mandatarios anteriores. (...)



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Durante la Edad Moderna la fundación de una universidad requería de dos documentos oficiales que no solían ser paralelos en el tiempo, los cuales correspondían al monarca reinante en cada territorio que expedía una Real Cédula y, en segundo lugar, la autorización papal en forma de Bula. Estos espacios de educación superior habían estado dominados por la jerarquía eclesiástica durante la baja Edad Media; ahora bien, conforme se van definiendo los grandes estados a partir del siglo XVI, los mandatarios comenzaran a influir en estas instituciones con el objetivo de controlar la formación de universitarios destinados a regir las instituciones de cada país, tanto religiosas como civiles. Es en esta situación de cambio y de implicación con las enseñanzas universitarias, donde intervendrá el emperador Carlos, bien mediante la fundación de las universidades citadas o reformando y modernizando otras que venían funcionando con anterioridad; entre las que citamos las ubicadas en Zaragoza, Barcelona o Alcalá de Henares.

Ahora bien, las tres universidades de nueva fundación y que, con cambios de distinta índole, siguen funcionando en la actualidad, son como he citado, las de Granada (7 de diciembre de 1526), Lima (12 de mayo de 1551) y México (21 de septiembre de 1551), atendiendo a las fechas de las correspondientes Reales Cédulas, pese a que la aprobación papal, en los tres casos, sea posterior. Así resulta que habrían de transcurrir casi una centuria hasta que prestigiosas universidades anglosajonas como Harvard o Princeton aparecieran en el panorama académico.

Iniciando nuestro recorrido por la universidad de Granada, señalaremos que su fundación se gesta en la visita que el emperador realiza a la ciudad en 1526, momento en que se toman decisiones que afectarán al funcionamiento de la urbe recién conquistada de capital importancia para su futuro. Entre ellas estaba la creación de la Universidad con un claro objetivo de formación de un clero misional que interviniera, con una sólida capacitación, en la catequización de los moriscos. Tras la Cédula Real de esa fecha, tendríamos que esperar hasta 1531 para que el Papa Clemente VII otorgara la Bula Fundacional.

Lo interesante de la fundación granadina es que contaría con un edificio realizado, en lo fundamental, en la década de los 30 del siglo XVI, para acoger las actividades universitarias que, además, sería diseñado por uno de los arquitectos más importantes del renacimiento como fue Diego de Siloe, el cual sería también el tracista de la catedral de Granada entre otra serie de obras repartidas por el reino de Granada, Úbeda (Jaén) y Burgos. El edificio universitario acogería, también, el Colegio Real de Santa Cruz; fundado igualmente por el emperador, con el objetivo de que sus colegiales fueran uno de los ejes del estudiantado de la institución académica.

Por lo que respecta a la Universidad de San Marcos de Lima, comenzó su andadura con la real cédula del emperador, documento que se completaría en 1571 con la bula papal correspondiente. En 1574, por sorteo entre los nombres de los cuatro evangelistas, se decidió ponerla bajo la advocación de San Marcos, denominación que conserva hasta la actualidad. Para la lección inaugural de la Universidad, el entonces príncipe, futuro Felipe II, envió al virrey del momento, don Antonio de Mendoza, al doctor Cosme Carrillo, significando con tan largo viaje la importancia y consideración que la Corona daba a las universidades.

Aunque los edificios primigenios de esta universidad han ido desapareciendo con el tiempo, la institución mantiene el recuerdo de su fundación por el emperador en el propio escudo universitario con las columnas de Hércules y el lema “Plus Ultra”. Señalar, también, que en esta universidad el virrey Francisco de Toledo, personaje fundamental en la consolidación de la institución tras el primer periodo de control de la orden dominica, dotó una cátedra de lengua quechua que se mantuvo activa hasta 1770.

Con respecto a la Universidad carolina de México, señalaremos que tras la cédula de 1551, se puso en marcha la necesaria dotación mínima inicial para que comenzara a funcionar en 1553, declarándose patrón a San Pablo, onomástica que se conmemoraba aquel día. Se eligió primer rector al doctor Antonio Rodríguez de Quesada, jurista reconocido que sería después presidente de la Audiencia de Guatemala. El acto inaugural estuvo presidido por el virrey don Luis de Velasco, siendo Francisco de Cervantes Salazar, en ese momento aspirante a licenciado, quien hizo la oración latina. Más tarde, Cervantes de Salazar, obtendría el doctorado, formaría parte del claustro académico y fungiría como rector en dos ocasiones (1557 y 1562), además de ser el primer cronista de la Ciudad de México.

La ratificación papal de la universidad novohispana se produjo por bula de siete de octubre de 1595, señalándole los mismos privilegios que a Salamanca, Alcalá, otras de España y la de Lima del Perú. En el origen de la fundación de México estuvieron el arzobispo Zumárraga, recordemos que su preocupación por la cultura le llevaría también a introducir la imprenta en América; el virrey Antonio de Mendoza, que pensaba en una universidad similar a la de Granada, ciudad donde se había formado; y, desde el principio, el apoyo del cabildo de la ciudad de México.

El edificio aparece representado en diferentes planos de la ciudad, en pinturas y biombos; imágenes que nos permiten reconocer un edificio con valores arquitectónicos de carácter palaciego, de estructura renacentista y ornato barroco pero que desgraciadamente acabó siendo destruido en 1910, tras un largo proceso de deterioro, incluso de desaparición de la institución universitaria en el siglo XIX. Curiosamente, la fecha de demolición coincide con la refundación de la universidad que inicia, desde ese momento, su redefinición como Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Al igual que la universidad de San Marcos, la de San Pablo contó con cátedras de náhuatl y otomí desde mediados del siglo XVII. Es interesante como reflexión conjunta la preocupación en todas ellas por las lenguas de los naturales y la potenciación de su estudio. En los tres espacios se conserva la memoria del emperador, con distinta intensidad, considerando todas ellas el momento fundacional como parte de su historia e identidad.

Hoy día adquiere especial relevancia en la cultura y memoria histórica, aquellas disposiciones de la Corona hispana que supieron entrelazar, de igual manera que en la España peninsular, el conocimiento y la «academia» como motores necesarios en las sociedades en permanente desarrollo.

Rafael López Guzmán
Catedrático de Historia del Arte de la Universidad de Granada