Juan Manuel Martínez Valdueza

Cristina Kirchner y el genio del Congreso de los Diputados

Pablo Echenique Robba y Cristina Fernández de Kirchner, adalides de la democracia. (Fotomontaje de La Crítica).

LA CRÍTICA, 24 AGOSTO 2022

Juan M. Martínez Valdueza | Miércoles 24 de agosto de 2022

El Congreso de los Diputados de España cuenta entre sus filas –y cuelga cual Medalla de Honor en su primera con orgullo–, con un auténtico genio: el ínclito ciudadano argentino y más tarde también español Pablo Echenique Robba.

Universidades y centros de investigación se rindieron ante sus capacidades en biocomputación y física de sistemas complejos reconociendo sus méritos en tamañas complejidades y elevándolo en ese ámbito al nivel de su genialidad. Pero, como ocurre frecuentemente, salvo en los hombres verdaderamente grandes, la sapiencia infinita de algo incluye la ignorancia, también infinita, del resto de materias que conforman el vulgar conocimiento de la mayoría de los mortales. Que es el caso del señor Echenique, don Pablo. (…)



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Llevamos muchos años con Cristina Fernández de Kirchner y sus trapisondas a cuestas sin que estemos seguros –de no seguir el día a día de la política argentina– de si esta mujer es la presidenta o la vicepresidenta o la aspirante a esos cargos o la ex de todos ellos o un reo común de la Justicia o el líder de la nueva izquierda latinoamericana o la defensora del fascismo peronismo o… de verdad, lo de esta señora es un auténtico lío.

Es entonces cuando nos aclara el señor Echenique de qué va todo esto manejando conceptos de ciencia política de andar por casa como democracia, independencia judicial, libertad (política, que de la otra, la individual, tal parece que ni haya oído hablar de ella) y, con dos gónadas como las de aquel famoso general, establece, pontificando eso sí, que la señora argentina que no sabemos muy bien si va o viene, atrapada durante años en el batiburrillo de la política argentina y su corrupción institucionalizada –con sus oportunos matariles incluidos de fiscales, testigos y otras menudencias–, resulta ser el paladín de la democracia y espejo en el que debería mirarse España.

Gracias de todos modos, señor Echenique, porque con su presencia hoy en esa bancada que usted preludia obligándonos a todos a su permanente contemplación, en un futuro no lejano y elecciones mediante, esta sufrida democracia que es la española podrá señalarle como ejemplo de su respeto –el de la democracia, no el de usted– por las reglas del juego, a pesar de la desafección por la misma España y por sus instituciones manifestada libre, permanente y democráticamente –faltaría más– por los jugadores como usted.