Jesús Argumosa Pila

China, Taiwán y la geopolítica del poder

Aviones chinos frente a Taiwán. (Foto: https://www.diariopopular.com.ar/).

LA CRÍTICA, 13 AGOSTO 2022

Jesús Argumosa Pila | Sábado 13 de agosto de 2022

Tras disparar siete misiles en las aguas en torno a Taiwán, cuatro de los cuales sobrevolaron por primera vez la capital de la isla, Taipéi, y cinco cayeron en aguas de la zona económica exclusiva de Japón, el jueves 4 de agosto, China ha dejado el pasado miércoles, de exhibir su enorme superioridad militar sobre Taiwán como respuesta a la visita a la isla de la presidenta del Congreso de Estados Unidos, Nancy Pelosi, el 3 de agosto. (...)



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Los ejercicios militares que ha realizado China durante seis días con el despliegue de decenas de aviones y barcos chinos en el estrecho de Taiwán junto con el anuncio por parte de Pekín de la suspensión de mecanismos de cooperación con Washington, ha incrementado la tensión en las ya difíciles relaciones entre ambos países. No parece haber ninguna duda de que Pekín ha realizado un simulacro de invasión en Taiwán con independencia de que la respuesta militar china es claramente desproporcionada. Proporciona a China una innegable experiencia militar, especialmente, en el ámbito conjunto donde participan las diferentes ramas de las Fuerzas Armadas chinas.

La zona del Este de Asia donde transcurren estos ejercicios militares en torno a Taiwán conforma uno de los cuatro grandes dilemas geopolíticos mundiales actuales. En esta área en concreto, se trata de resolver el inestable equilibrio geopolítico chino-japonés junto con los diferendos existentes en el Mar de China Meridional (MCM), el conflicto nuclear de Corea del Norte y el propio futuro de la antigua Formosa.

Los otros tres grandes dilemas geopolíticos lo integran el relacionado con quién alcanzará el liderazgo mundial una vez que Estados Unidos ha renunciado a él, es decir, un actor del bloque democrático o uno del bloque autoritario; el que se refiere al Intermarium o más bien la línea Mar Báltico-Mar Negro en el sentido de saber si será la UE o Rusia quien consiga la paz y el dominio de este istmo; y el tercero pretende solucionar el laberinto de fricciones existentes en Oriente Medio donde mantienen una crítica competencia geoestratégica países y entidades regionales e internacionales.

Para ser realistas, desde un punto de vista estratégico y operacional, el Ejército de Liberación Popular (ELP) aún no se encuentra preparado para realizar una invasión de Taiwán que constituiría una de las operaciones militares del tipo desembarco anfibio más grandes y complejas de la historia mundial al mismo tiempo que haría frente a un posible conflicto con Estados Unidos.

Es verdad que China considera a Taiwán, de 36.000 km2, como una provincia separatista y está comprometida con la reunificación, por la fuerza si es necesario. Pero también es cierto que el liderazgo taiwanés asegura que es mucho más que una provincia, arguyendo que es un Estado soberano. Taiwán tiene su propia constitución, lideres democráticos elegidos y unas fuerzas armadas de unos 300.000 efectivos. Actualmente el número de países que reconocen a Taiwán como Estado son 14, incluido el Vaticano.

La actual presidenta Tsai Ing-wen, que lidera el Partido Democrático Progresista (DPP) partidario de la independencia formal de China, fue reelegida en 2020. Varios meses antes, Hong Kong había sufrido grandes disturbios, con manifestantes protestando contra la creciente influencia de Pekín. Esta situación se vivió en Taipéi con alarma y mucha preocupación. También en 2020, la entrada en vigor de una ley de seguridad nacional en Hong Kong fue interpretada como otra señal más de que Pekín imponía cada vez más su autoridad sobre el territorio. Lejos quedaba la política china de “un país dos sistemas”.

Hay que tener en cuenta que, con independencia de los intereses chinos respecto a Taiwán, China ha desarrollado y está desarrollando la vieja doctrina geopolítica del espacio vital de Friedrich Ratzel –utilizada por el régimen nazi–, un patrón de comportamiento coercitivo y unilateral con reclamaciones territoriales en el Mar de China Meridional no refrendadas por el derecho internacional frente a otras reclamaciones de estados ribereños como Brunei, Filipinas, Indonesia, Malasia, Tailandia y Taiwán. A mayor abundamiento, Pekín ha militarizado atolones, arrecifes e islas por razones estratégicas y en apoyo de sus ilegales reclamaciones territoriales.

El objetivo estratégico de las actividades de recuperación de tierras por parte de China junto con el establecimiento de bases navales y aéreas en islas artificiales diseminadas por el MCM, especialmente en las islas Paracelso y en las islas Spratley, proporciona a Pekín puntos de apoyo fundamentales para ejercer su capacidad de proyección de poder marítimo, en su más amplio sentido, primero en el entorno del Mar de China Meridional y posteriormente ampliar su expansión hacia el Océano Pacífico más allá de la Primera Cadena de Islas o hacia el Océano Índico a través del estrecho de Malaca.

Para Washington, la alianza con Taiwán cobra una importante baza estratégica teniendo en cuenta las mencionadas reclamaciones de Pekín en el MCM y las ventajas que tendría el control de esta zona en términos de acceso a reservas de hidrocarburos y a las líneas de comercio. El control chino de algunas de las islas Spratley y Paracelso podría certificar el dominio de Pekín sobre el MCM, cambiando el orden regional por medio de los privilegios y beneficios que ofrecen las respectivas Zonas Económicas Exclusivas (ZEE,s).

Por otro lado, la respuesta estadounidense al ascenso de China constituye uno de sus principales objetivos militares en el próximo futuro. La rapidez con la que China ha construido y luego militarizado un conjunto de islas artificiales en el Mar de China Meridional vulnerando las leyes internacionales supone una decisión unilateral que aumenta el riesgo de conflicto en el MCM al mismo tiempo que amenaza la estabilidad regional e internacional.

Resultan muy significativos los agresivos ejercicios militares chinos efectuados frente a Taiwán que traicionan la tradicional política exterior de China de expansión pacífica. Este cambio radical que no respeta el muchas veces denominado con orgullo y satisfacción, por parte de las autoridades chinas, como modus operandi de Pekín, indica la transformación del empleo del poder blando chino, especialmente a través de medidas económicas, por el poder duro, por medio de actuaciones en el campo militar, usando la terminología de Joseph Nye.

El impacto de las aspiraciones de China en el Este de Asia referidas a la seguridad internacional se manifiesta, aparte del conflicto con Taiwán y los diferendos en el MCM, no solo en el enfrentamiento chino-estadounidense en la geoestrategia en el Pacífico Occidental o en el campo comercial sino también en la postura con Japón, principal rival geopolítico regional de China y en su actuación con respecto al conflicto nuclear de Corea del Norte.

La forma en que China aborde y resuelva estas potenciales situaciones de conflicto, será una muestra e indicio de qué tipo de liderazgo adoptará el país de la Gran Muralla como potencia hegemónica en el Este de Asia o como gran potencia, en su caso, en el tablero internacional. Los coercitivos ejercicios militares con fuego real que acaba de efectuar, violando la línea media de separación existente en el estrecho de Taiwán, utilizando el poder duro crea muchos recelos e inquietudes en los países del Pacífico Occidental.

En la actual y previsible geopolítica del poder, Estados Unidos y China serán los grandes protagonistas acompañados de la Unión Europea y Rusia, respectivamente. Al estar situado el centro de gravedad geopolítico de la primera mitad del siglo XXI en Asia-Pacífico, el dominio sobre Taiwán puede constituir la primera baza estratégica clave que modulará el tablero geoestratégico del Este de Asia que influirá poderosamente sobre el nuevo orden internacional que se avecina.

Con independencia de la pertenencia de nuestro país al mundo occidental sustentado en el conjunto de valores y principios democráticos, la posición de España en esta pugna estratégica entre China y Estados Unidos debiera ser ecléctica y modulada en razón de nuestros intereses nacionales, toda vez que dicha contienda se remonta, en gran parte, al llamado siglo de humillación de China (1839-1949) en el que participaron algunas potencias occidentales, Rusia y Japón, en tanto que España siempre ha mantenido unas excelentes relaciones con el país de la Gran Muralla.

Jesús Argumosa Pila
General de División (R)
Asociación Española de Escritores Militares