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La Zona Gris como escenario de confrontación (I)

(Foto: https://nuevamayoria.com/).

LA CRÍTICA, 5 JULIO 2022

Juan Carlos Martín Torrijos | Martes 05 de julio de 2022

Desde que Clausewitz formulara el concepto más provocador de su obra: “La guerra es la continuación de la política por otros medios”, el conflicto armado ha presidido la tipología de las confrontaciones, especialmente entre Estados, por lo que se puede considerar que tanto por sus efectos (pérdida de vidas humanas, destrucción, etcétera) como por sus consecuencias (variaciones en la distribución de los espacios de soberanía, elevado coste económico y social...), ha venido siendo la vía “clásica” de canalizar los enfrentamientos a lo largo de la historia de la humanidad. (...)



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Sin embargo, me atrevería a afirmar que el siglo XX y, en menor medida, el final del siglo XIX, van a ser citados por los historiadores como el momento en el que se produjo un cambio de ciclo en la historia de la humanidad.

La difusión de la información

En mi opinión, ese cambio ha venido de la mano del acceso a la información, como vía para la popularización del conocimiento de lo que sucede en el mundo y, no tanto, de la globalización y rapidez de las comunicaciones.

La humanidad ha conocido de sobra guerras cruentas y largas, pero si tomamos como ejemplo la Guerra de los Cien Años entre Francia e Inglaterra (que abarcó desde 1337 a 1453) o la de los 30 años, entre 1618 y 1648 que involucró a las principales potencias europeas de la época, incluida España e, incluso, los 700 años de la reconquista española, se trata de fenómenos que no afectaban a la población de otras áreas geográficas no involucradas, en una época en la que ni se tenía mucha idea de lo que ocurría más allá del entorno cercano.

Esta situación cambia radicalmente con la aparición de los medios de difusión, o de comunicación, como se prefiera. Especial y primigeniamente los diarios.

La aparición en el Reino Unido del que se suele considerar el primer diario entendido como tal, el The Daily Courant (1702) dio lugar al “pistoletazo de salida” de la difusión de la cultura pero también de los acontecimientos.

Progresivamente, la prensa escrita, con el impuso recibido en 1792 con la aprobación del Libel Act como marco jurídico para la libertad de prensa, junto con la revolución industrial y la aparición del ferrocarril, se erigió en bastión de la modernidad, a lo contribuyó en gran medida la aparición de The Daily Universal Register, posteriormente denominado The Times en 1788, que inauguró una nueva etapa en la comunicación en prensa.

En lo que respecta a España, entre los primeros periódicos destacó el Diario de los Literatos de España (1737), publicación de carácter cultural que duraría pocos años, aunque poco después, comenzarían a surgir otras publicaciones periódicas, que, por ejemplo, en Francia, luchaban de forma encarnecida contra los intentos por restaurar el absolutismo tras el vendaval que trajo al Viejo Continente Napoleón Bonaparte y se erigió como estandarte en las revoluciones tanto de 1830 como de 1848. Ya en la segunda mitad del siglo XIX surgieron las agencias de noticias y de publicidad, siendo la inglesa Reuters la primera en fundarse (1851). Aparecerán entonces un gran número de periódicos para todo tipo de público y bolsillos y con la llegada de los últimos años del siglo, lo haría la llamada prensa de masas, tanto en EE.UU. como en algunos países europeos.

La Propaganda

La información empieza a ser un elemento de conocimiento y, por tanto, de formación de opinión y rápidamente empieza a ser utilizada también como elemento de confrontación y con la difusión de la información, surge la propaganda.

Durante la Segunda Guerra Mundial, la prensa fue utilizada por los ejércitos beligerantes de manera que no mostrase en ningún momento la realidad que les rodeaba, a fin de mantener viva la esperanza de la población. El mejor ejemplo se encuentra en la denominada propaganda nazi.

En España, los efectos de la guerra y el control de los medios se vieron reflejados en el territorio español en los sucesos correspondientes a la Guerra civil.

En definitiva, la guerra pasa a ser un fenómeno que no solo afecta a los pueblos o partes implicadas, sino que se comienza a tener conciencia de ella, más allá de los actores directamente implicados en la misma.

Junto a la información, aparece rápidamente la propaganda. Pero ¿qué es la propaganda?

Siguiendo la definición que da Oxford Languages, se entiende por propaganda la “Difusión o divulgación de información, ideas u opiniones de carácter político, religioso, comercial, etc., con la intención de que alguien actúe de una determinada manera, piense según unas ideas o adquiera un determinado producto”.

Dejando de lado la vertiente comercial de la propaganda (a la que todos estamos acostumbrados y contra la que, posiblemente, nos hemos dotado, casi inconscientemente, de armas para contrarrestar sus efectos), como “arma de guerra”, su empleo es lo opuesto al suministro de información libre e imparcial. La propaganda presenta información parcial o sesgada para influir una audiencia y lo suele hacer de forma selectiva, omitiendo determinados aspectos, de forma deliberada, para sustentar una conclusión, o usa mensajes controlados para producir una respuesta emocional, más que racional, respecto de la información presentada. El efecto deseado es un cambio en la actitud de una audiencia determinada acerca de asuntos políticos, religiosos, etc.

A estas alturas, no cabe duda de que la propaganda debe ser considerada como un arma, un medio de enfrentamiento y, en última instancia una forma de hacer la guerra.

Solo a modo de ejemplo, y para reforzar la idea de que la propaganda es un “arma de guerra” y que su empleo está íntimamente ligado a la difusión de la información, primero escrita y luego gráfica. Baste recordar que países como Francia o Estados Unidos entendieron esto de forma temprana.

En este sentido los primeros “corresponsales de guerra” en el sentido actual del término, aparecen durante la Guerra de Secesión estadounidense (con lo que, además, los periódicos neoyorquinos multiplicaron sus tiradas y se consolidaron) ya con un sesgo más “militar”, Francia dispone de los denominados “soldados de la imagen” que desde 1915 han acompañado a sus camaradas “en todos los escenarios de guerra, operaciones o crisis, asumiendo los mismos riesgos que sus compañeros”.

Con estos ejemplos he querido introducir un elemento conocido que, en mi opinión, forma parte de lo que los estudiosos de la polemología llaman “guerra híbrida”, entendida como un tipo de conflicto en el que los contendientes combinan el uso de la fuerza militar con otros elementos como pueden ser los ciberataques, la manipulación de la información (o sea, propaganda) a través de internet y de redes sociales, o vectores de presión económica.

Antes de proseguir, quiero subrayar que aún no hemos entrado en lo que es “Zona Gris”, cuya definición vengo retrasando conscientemente.

La Guerra Híbrida

Antes, hablemos de la Guerra Híbrida, En ella se conjugan o se utilizan tanto medios bélicos como no bélicos, pero requiere, en su esencia misma, la existencia de un conflicto armado, de una “guerra” entendida tanto como “lucha armada prolongada entre dos o más naciones o bandos”.

En este tipo de conflictos, los métodos no bélicos, como la utilización de la propaganda, se emplean para sumar en la consecución del objetivo final, que es lograr la derrota o, al menos, un acuerdo de paz que dé solución, aunque sea temporal al conflicto de que se trate.

Como ya hemos visto, el objetivo de la propaganda es exponer ideas (religiosas, políticas, culturales, etcétera), hechos o creencias con la intención de influir y convencer al público objetivo a fin de formar una corriente de opinión sobre un determinado asunto. Como arma de guerra también tiene como objetivo principal mantener la confianza de las propias que las tropas propias en fue intimidad a las fuerzas enemigas.

En la Segunda Guerra Mundial la Alemania de Hitler tuvo un Ministerio de Propaganda, dirigido por Joseph Goebbels, que desempeñó un papel esencial en la creación del sentimiento antisemita y pronazi en el partido y, en general, en la sociedad alemana. Propaganda fueron también películas de Hollywood, incluso en forma de “dibujos animados” que tuvieron cierto aire patriótico, para exaltar la moral de victoria y también para “demonizar” al enemigo.

Lo que trato de hacer llegar es que en la guerra no solo se utilizan elementos de destrucción, también se emplean, con el objetivo de lograr la victoria, elementos “no cuentos” como el citado la propaganda.

He escogido la propaganda como vía de llegar al análisis de la Zona Gris porque, se trata de un elemento conocido por muchos, en su vertiente “militar”, que puede ayudar a entender cómo son las actuaciones en esta Zona.

Juan Carlos Martin Torrijos
Coronel del Ejército del Aire
Profesor del ISEN / Universidad de Murcia

Próxima entrega: La Zona Gris como escenario de confrontación (II)