A lo largo de la historia siempre ha existido un país que, en virtud de su fortaleza económica, ha actuado como potencia hegemónica. Este fue el caso del Imperio Británico durante los siglos XVIII y XIX y de los Estados Unidos desde la II Guerra Mundial. A partir de la década de los ochenta el proceso de globalización supuso un desplazamiento progresivo del peso económico de Occidente hacia Asia, lo que dio lugar a la aparición de grandes economías entre las que por encima de todas se encontraba China. (…)
... China, en paralelo a su creciente rol económico, incrementó su papel en la escena internacional con proyectos de gran impacto, como la “Nueva ruta de la Seda” y la creación del Banco Asiático de Inversiones en Infraestructuras. Así mismo, en clave interna, potenció la investigación y el desarrollo con su denominado plan “Made in China 2025”[1], para llegar a ser la principal potencia tecnológica del mundo.
Sin embargo, no solo destaca en China su espectacular ascenso económico y tecnológico, también ha experimentado un gran crecimiento en su poderío militar[2] e influencia política, y a medida que progresa de manera más asertiva y decisiva, está actualizando, reajustando y reequilibrando sus intereses geopolíticos, geoestratégicos y geoeconómicos a la nueva arquitectura mundial y a su nuevo carácter como líder global hegemónico.
En esta nueva era, China busca remodelar el orden mundial, especialmente en Asia, con la instauración de un nuevo orden “sino-céntrico” en el que todos los países del área asiática pongan los intereses chinos por delante de los suyos propios. Está por ver si China tendrá las capacidades para conseguirlo evitando el conflicto con Estados Unidos, país al que considera una potencia en declive.
La regionalización por desglobalización
En cuatro décadas los líderes chinos han transformado totalmente el país, pasando de ser una economía autárquica y un actor marginal en los asuntos internacionales a convertirse en la segunda mayor economía mundial y el segundo país que más gasta en defensa por detrás de Estados Unidos. Además, ha pasado a ser una nación que cada vez confía más en sí misma y es más asertiva y proactiva en Asia y en el mundo.
Aunque China ha sido capaz de conseguir esta gran transformación trabajando dentro del orden mundial actual, hoy en día se siente incómoda bajo la hegemonía estadounidense y limitada por el sistema creado por Washington.
En este contexto, China se ve a sí misma moviéndose hacia un nuevo paradigma donde el sistema global se dividiría en tres regiones principales: Asia, América del Norte y Europa, y cada región sería dirigida por una superpotencia.
Esto probablemente conduciría al surgimiento del regionalismo con fuertes vínculos económicos intrarregionales en un contexto de desglobalización.
China, en este nuevo regionalismo, busca ser el centro de Asia, abarcando mercados de capital, financieros y tecnológicos regionales y globales para mejorar el crecimiento nacional y regional.
Un nuevo orden regional en el nordeste de Asia
La actual estrategia de China en el Nordeste de Asia está en construir un nuevo orden regional centrado en el desarrollo económico en el que goce de superioridad en todas las dimensiones y pueda proteger libremente sus intereses mientras conserva el respeto y el apoyo de sus vecinos.
Para conseguir este objetivo, China está trabajando en tres ejes principales:
Estrategia de diplomacia pública
En los últimos años China se ha convertido en una potencia con la capacidad de influenciar en el escenario internacional. Como reacción para disminuir la percepción negativa que pudiera afectar a su capacidad de influenciar en ciertos países y a su consolidación en el sistema internacional, China ha implementado una nueva política, conocida como de “ascenso pacífico”[3]. A partir de ella, ha ido orientando su política exterior de manera menos ofensiva y, sobre todo, ha buscado poner el énfasis en su “soft power” a través de lo que conocemos como diplomacia pública.
En el caso del Nordeste de Asia, China con la diplomacia pública busca establecer un ambiente favorable para el desarrollo más estrecho de las relaciones entre Estados, involucrando a la opinión pública y haciendo uso de otros medios como la cultura, el deporte y la cooperación internacional para difundir los objetivos de su política exterior.
Estrategia económica
El objetivo de China ya no es su integración regional, sino reformar el sistema multilateral para adaptarlo a sus necesidades, y el principal medio con que cuenta para hacer realidad sus propósitos es su poder económico.
Iniciativas como la “Nueva Ruta de la Seda” (BRI), el Área de Libre Comercio del Asia-Pacífico (FTAAP), la Asociación Económica Integral Regional (RCEP) e instituciones como el Banco Asiático de Inversiones en Infraestructuras, no son por ello fines en sí mismas, sino instrumentos a través de los cuales China puede reducir su vulnerabilidad estratégica y ampliar su margen de maniobra, dando forma a un entorno económico y geopolítico más favorable a sus intereses.
A medida que se refuerce su papel como consecuencia de su mayor poder económico, sus Estados vecinos, involucrados en un conjunto de iniciativas en torno a China, podrán encontrarse en la situación de tener que adaptarse a las preferencias de Pekín o arriesgarse al aislamiento, con los consiguientes costes económicos y políticos.
China situándose en el centro de un espacio asiático integrado puede asegurarse una capacidad de maniobra que va más allá de los meros beneficios económicos. Nada ilustra mejor la intención china de establecerse como potencia indiscutible que la “Nueva Ruta de la Seda”. Infraestructuras, comercio e inversiones, todo conduce a Pekín, corazón de una emergente esfera geopolítica que facilitará su deseada evolución del sistema internacional hacia un orden multipolar.
La iniciativa estratégica está en manos de China, pues la que en mayor medida determina hoy la dinámica geopolítica asiática es la economía, y aunque India, Japón y Vietnam, le nieguen su hegemonía, China se situará como pilar de un nuevo espacio económico que las demás potencias no podrán ya alterar.
Estrategia de seguridad
Respaldada por un fuerte crecimiento económico y una increíble modernización de su Ejército, China busca remplazar a Estados Unidos del papel de guardián del Indo-Pacífico, para influir significativamente en la economía, ideología, cultura y sociedad de su vecindario, aunque para ello tenga que utilizar la intimidación militar como medio de coacción. El objetivo estratégico final será ser una hegemonía regional y una superpotencia global.
Para clarificar este punto, centrándonos en el nordeste asiático, veamos como ejemplo el caso de Corea del Sur. La República de Corea es considerada por China una parte fundamental de su esfuerzo por establecer su preeminencia regional. El estatus de Corea del Sur en la arquitectura de la alianza estadounidense como “eje” y papel central respecto a los problemas de Corea del Norte, así como su proximidad geográfica y dinamismo económico, han subrayado la importancia del país para la estrategia regional de China.
Esta estrategia está impulsada por el deseo de debilitar las relaciones de su alianza con Washington, aumentar la influencia de Beijing en los asuntos de la península de Corea, incluida la desnuclearización de Corea del Norte, y dar forma a la región para que sea más receptiva a apoyar sus preferencias.
Podemos asumir que Beijing percibe a Seúl como el eslabón más débil en la red de alianzas de Estados Unidos en la región, dada su posición a la hora de adaptarse al ascenso de China en relación con otros actores regionales, como por ejemplo Japón, que considera a China una amenaza para la seguridad a largo plazo.
Seúl ha acogido con beneplácito el florecimiento de la cooperación comercial y el mayor desarrollo de la cooperación en materia de seguridad con China, en gran parte, porque los líderes surcoreanos consideran que la cooperación con China es vital para la política de Seúl sobre Corea del Norte.
Sin embargo, la nueva administración norteamericana va a mantener la presión sobre Corea del Sur para que deje su actual “diplomacia de la ambigüedad” y se defina como un miembro más de la alianza contra China, a saber, a través de su incorporación a un nuevo “Quad plus”[4], que pretendería en un futuro ser una “OTAN asiática”.
La antigua cosmovisión territorial hegemónica de China
China ha sido desde el comienzo de la historia una nación hegemónica dentro de su esfera de influencia, excepto durante aproximadamente cien años en el siglo XX. No es de extrañar que China, como potencia revisionista, quiera volver a buscar estar nuevamente en la cima.
La hegemonía en el actual “orden internacional liberal”, creado por Estados Unidos, no necesariamente tiene ambiciones territoriales, sino que persigue construir mercados internacionales a su favor. Por lo tanto, el papel de las naciones que aspiren a ser hegemónicas en su búsqueda de la hegemonía liberal debería ser proporcionar estabilidad al mercado internacional liberal, en contra de las antiguas hegemonías cuyos Ejércitos pretendían conquistar territorios. Además, a medida que el mundo atraviesa la llamada transformación digital, el orden internacional liberal se vuelve mucho menos territorial y abrumadoramente virtual.
Es muy probable que los líderes chinos de hoy sigan apreciando los elementos centrales de su antigua cosmovisión territorial hegemónica y eso puede chocar con la cosmovisión estadounidense moderna de cómo una superpotencia debe liderar y comportarse para mantener el orden internacional liberal.
Al día de hoy, con 14 países fronterizos y 55 grupos étnicos, China todavía puede tener la misma mentalidad de seguridad de su antiguo imperio que estaba constantemente alerta contra las potencias nómadas vecinas. Esa mentalidad a menudo se traduce en comportamientos hegemónicos de querer digerir a sus pequeños vecinos y sumarlos a la civilización china.
La estrategia China puede parecer natural y pacífica, pero representa una seria amenaza a la seguridad no solo para los países vecinos, sino también para Estados Unidos, que se supone debe proteger el actual orden internacional liberal y las cadenas de suministro global.
Con esa cosmovisión todavía territorial, China considera los mercados como una extensión de su espacio territorial y, por ello, pretende conquistar los mercados internacionales para someterlos a su orden jerárquico, como solían hacer los antiguos imperios chinos.
Mientras China mantenga esa cosmovisión, especialmente en su vecindario, a través de sus estrategias de diplomacia pública, económica y de seguridad, el choque con los Estados Unidos está asegurado.
24 de mayo de 2022
[1] El Plan “Made in China 2025” es la estrategia del gobierno chino para impulsar y reestructurar su industria, de manera que se pase de una era de cantidad a una nueva era de calidad y eficiencia en la producción. Con este plan, China pretende ser líder en tecnología a escala internacional, por delante de potencias como Alemania, Estados Unidos o Japón.
[2] Según los últimos datos disponibles del Instituto Internacional de Investigación sobre la Paz de Estocolmo, Estados Unidos está el primero en gasto militar con US$ 731.751 millones, en 2019, seguido por China (US$ 261.081 millones), India (US$ 71.125 millones) Rusia (US$ 65.102 millones), Arabia Saudita (US$ 61.866 millones) y Francia (US$ 50.118 millones).
[3] Mediante su política de “ascenso pacífico”, China quiere demostrar al mundo que la cooperación económica y su proyecto de seguridad tienen más beneficios que resultados negativos.
[4] El Diálogo de Seguridad Cuadrilateral, también conocido como Quad, es un foro estratégico informal entre Estados Unidos, Japón, Australia e India que se mantiene mediante cumbres semi-regulares, intercambios de información y ejercicios militares entre países miembros.