Sostenía este sobrino mío, que había llegado la hora de reducir la población mundial. Naturalmente, no matándola, sino, por ejemplo, haciendo pagar más impuestos a partir del segundo hijo, esto es, a través de trabas administrativas y económicas. La razones que aducía radicaban en que si seguíamos con el crecimiento de la población, habría un momento que no cabríamos en la Tierra; que un menor número de habitantes viviría mucho mejor con los actuales recursos; y que las nuevas tecnologías permitían prescindir de miles y miles de trabajadores.
Con relación al primer argumento, es un hecho constatable que las previsiones que se han hecho sobre el crecimiento poblacional, se han equivocado de manera escandalosa. Más aún, “Lo cuenta Naciones Unidas. Durante el periodo 1990-1995, la tasa de natalidad era del 3%. Hoy se ha reducido hasta el 2,5%. Ojo, hablamos de tasa mundial, no Occidental ni europea, donde la fecundidad es aún menor. Y ojo: el mero relevo generacional se sitúa en el 2,2. Es decir, que las apocalípticas visiones de las agonías del hambre, por sobrepoblación se convierten ahora en una solemnísima chorrada. Recuerden: la bomba demográfica no consiste en que haya mucha gente sino en que haya muchos viejos. Ahora ya no hay mucha gente: sólo muchos viejos.” (http://www.hispanidad.com/pais-de-viejos-no-mundo-de-viejos-la-natalidad-desciende-en-todo-el-planeta.html).
La segunda razón, ya existía desde el tiempo de los griegos, pero, lo cierto es, que los griegos, a pesar de su actual situación, viven ahora mejor que en tiempos de Pericles; y ello se puede aplicar a la totalidad de los países, puesto que, en la actualidad, aun siendo muchísimo más numerosa la población se vive mejor desde el punto de vista del bienestar material.
La tercera razón, constituye un reto precioso. Si recordamos la revolución industrial, aquellas primitivas máquinas producían lo que varios hombres, por lo que sobraban trabajadores, al punto que, a veces, esos trabajadores, destruían las máquinas que les robaban su trabajo, su sustento y el de sus familias. Sin embargo, a los pocos años, la llamada revolución industrial, lejos de destruir empleos, creó más empleos y bienestar, como nunca había existido en la humanidad hasta entonces. Es verdad lo que argumentaba mi sobrino: las nuevas tecnologías permiten y seguirán permitiendo en progresión geométrica, eliminar empleos de manera masiva, sobre todo los más penosos. Se trata de encontrar una solución compatible para que ese progreso no suponga la reducción de la población, sino que lo puedan disfrutar el mayor número posible de seres humanos.
La mujer de este sobrino, mujer de gran sensibilidad, compatible con una mente realista y un gran sentido común, me dijo que en la India había mucha pobreza. Pero, también resulta un hecho constatable que parte de la reducción de la pobreza extrema en el mundo se debe al crecimiento económico de China e India. Sin remontarnos a los datos del siglo XlX, que contribuirían a hacer más patente la evolución, según el Banco Mundial, en 1990 vivían en situación de pobreza extrema el 37,1% de la población mundial; en 1999, el 29,0%; en 2011, el 14,2%; y para el 2015, se prevé el 9,6%.Y esta reducción se ha producido, a pesar del espectacular crecimiento del número de habitantes en nuestro planeta y, de manera especial, en la India. Además, en el ranking de los países más ricos del mundo por PIB según el Banco Mundial en 2014, aparecen entre los diez países más ricos del mundo, precisamente los más poblados: China en segundo lugar y la India en noveno lugar.
Por contraste, de acuerdo con el Índice de Pobreza Multidimensional (IPM), empleado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), estos son los 10 países más pobres del mundo en 2015: Níger, Etiopía, Mali, Burkina Faso, Burundi, Somalia, República Centro Africana, Liberia, Guinea Ecuatorial y Sierra Leona. Sorprende y confirma lo que aquí se sostiene, que estos 10 países se encuentren en uno de los continentes con menor población.
En fin, ¿quién teme al cambio tecnológico? Como en siglos atrás, no sólo no destruirá empleos, sino que estos nuevos y poderosísimos avances tecnológicos (no exentos de inconvenientes, algunos de ellos graves), crearán una mayor cantidad y calidad de puestos de trabajo y contribuirán a mejorar el bienestar material de la humanidad, su facilidad para adquirir conocimientos y comunicarse, así como mayores posibilidades de disfrutar de la belleza, el ocio y el entretenimiento, e incluso, echando la imaginación al vuelo, la conquista del espacio o la colonización del mar, que ocupa la mayor parte de la superficie terrestre.