Creo no equivocarme al afirmar que Isabel Díaz Ayuso representa, para una gran mayoría de mujeres de dentro y fuera de España, o por lo menos para una cantidad ingente de ellas, el auténtico feminismo con el que se sienten identificadas. Y no precisamente por una cuestión de ideología sino por su trayectoria, su comportamiento público -el privado lo ignoro y en todo caso es cosa suya- y su posición clara y concisa frente al modelo de género, tan de moda, que quiere atribuir a las mujeres el papel de víctimas pendientes de redimir de un machismo desorbitado y rampante. (...)
... El progresivo e imparable avance del “fenómeno” Ayuso desde hace dos años ha conseguido un hito sorprendente: casi borrar las barreras ideológicas marcadas a cincel entre muchos ciudadanos y ciudadanas que se sienten atraídos por ella, por lo que representa y por cómo lo manifiesta. Cuestiones las tres que devuelven y alimentan, cada vez más -a un sector importante de la población-, la sensación de que es realmente posible poder ver plasmadas sus inquietudes y convicciones más allá de la propia soledad y frustración y llevadas al plano político real.
La repercusión política real del “fenómeno” Ayuso no es fácil de prever. La remodelación de las fuerzas políticas, de sus estructuras, a derecha e izquierda, que se están produciendo como consecuencia del terremoto político iniciado con la caída del presidente Rajoy y la llegada al poder del presidente Sánchez -y del desarrollo de este-, no aclara por el momento quiénes serán los que, llegada la ocasión, tiren del carro electoral en los dos sentidos.
De momento, el partido de la señora Ayuso ha preferido limitarla al ámbito de Madrid y frenar su salida al ruedo nacional optando por alguien más acorde con la trayectoria trazada por sus dirigentes en las últimas décadas. Las consecuencias de esta medida probablemente impidan que el “fenómeno” Ayuso se expanda fuera de Madrid, lo cual es, al menos, inquietante respecto del objetivo final del Partido Popular, como es el de poder gobernar en solitario. En el otro lado las cosas están todavía más verdes, con la disputa viva del liderazgo en las opciones más revolucionarias y la caída del apoyo al propio presidente Sánchez entre los suyos.