Año de 1782, George Washington cabalga entre los vítores y aplausos de una multitud enardecida. El año anterior, las trece colonias habían logrado dar el golpe definitivo al ejército inglés al mando del marqués de Cornwallis en Yorktown. A la derecha de Washington y a lomos de su caballo, un español: un reconocimiento a la decisiva intervención de España en la guerra de la independencia norteamericana. El español, de nombre Bernardo de Gálvez (...)
... y oriundo de la serranía de Málaga fue uno de los varios españoles que jugaron un papel decisivo en dicho conflicto y que, como el resto, han pasado en su mayoría al olvido. La historia del desfile de la victoria de Washington acompañado de Gálvez está comúnmente aceptada, y aunque actualmente se pone en cuestión que llegara a suceder, de lo que no cabe ninguna duda es que Washington había reconocido públicamente el impacto decisivo de aquél en la victoria.
De familia hidalga, Bernardo de Gálvez era hijo del Virrey de Nueva España, dignidad que ostentaría él también años más tarde y, pese a que fallecería relativamente joven a sus 40 años, su vida estuvo marcada por la acción: intervino en la invasión de Portugal, estuvo en el desastroso desembarco de Argel, se enfrentó a las tribus apaches en el virreinato de Nueva España e intervino de manera trascendental en la Guerra de la Independencia. Siendo difícil abarcar en unas líneas todos estos sucesos, me limitaré a resumir aquellos que protagonizó Gálvez en apoyo a los rebeldes de las trece colonias americanas.
Para entender los hechos que nos ocupan hay que remontarse a 1756, año que da comienzo a la guerra de los Siete Años, considerada la antesala, si no la primera guerra de carácter mundial, donde se enfrentaron Inglaterra, Prusia y más tarde Portugal, contra Francia, el Electorado de Sajonia, España, al archiducado de Austria, Suecia y el imperio ruso. El resultado fue favorable a los primeros y llevó a España a perder La Florida. En compensación, Francia le cedió La Luisiana al haberse visto obligada España a intervenir en la guerra en su apoyo por los lazos de sangre existentes entre ambas monarquías borbónicas (la guerra en el teatro norteamericano se muestra en la afamada película “El Último Mohicano”). En este contexto histórico, y tras doce años desde el final del conflicto, estalla la guerra de la Independencia de las trece colonias británicas en 1775. Desde el inicio tanto Francia, como en particular España, apoyan desde la clandestinidad a los rebeldes suministrando armamento, dinero, víveres y todo tipo de pertrechos. No es hasta tres años después que Francia entra abiertamente en guerra, haciéndolo España poco después. Los territorios de España en el continente norteamericano eran inmensos, prácticamente todo lo que queda al oeste del rio Mississippi (algo así como el 50% del territorio actual de los EE.UU.) mientras que Francia, tras la cesión de La Luisiana había desaparecido de la región y por tanto, no tenía tantos recelos a la hora de mostrar abiertamente sus cartas. Ambas potencias, no cabe duda, querían resarcirse de su derrota anterior.
Es en pleno conflicto (1777) cuando nuestro protagonista es nombrado gobernador de La Luisiana. En dicho año contrae matrimonio con Felicitas de Saint-Maxant, hija de unos comerciantes criollos muy acomodados y viuda del hijo de un tesorero del rey de Francia. Ese vínculo estrecho de su mujer con La Luisiana le ayudó de manera notable a ganarse el favor de la población. Gálvez no tarda en apoyar abiertamente la cruzada de los colonos contra los británicos: en unos primeros momentos luchando contra el contrabando inglés en la zona, favoreciendo el comercio de franceses y colonos en la región y permitiendo a las naves rebeldes encontrar refugio en los puertos españoles, y más tarde de manera directa con la toma de varias ciudades y fuertes. El 21 de junio de 1779 España declara oficialmente la guerra a los británicos y Gálvez, que tanto había alentado dicha declaración, se encontró preparado para actuar y marcar el destino de la guerra pese a que los hados pareciesen tener dispuesto otro para él, al mandarle tempestades y huracanes que le pusieron en serios aprietos en varias ocasiones.
Gálvez parte de su base estable en Nueva Orleans y se dirige en una primera instancia a Baton Rouge, no sin antes tomar en el camino Manchac. Alcanzado su objetivo, se dedica a martillearla con su artillería hasta que Baton Rouge capitula. Curiosamente, con su toma se logra también la rendición, sin lucha, de la fortaleza de Panmure, situada a un par de cientos de kilómetros más al norte en el río Mississippi, ya que en un ardid tramado por Gálvez, se había hecho creer a los ingleses que las fuerzas españolas eran muy superiores. Esta primera fase había sido un éxito rotundo por cuanto implicaba: España pasa a tener el control del Mississippi, asegura la defensa de La Luisiana y favorece a los colonos rebeldes utilizar la «autopista» que suponía el río para comerciar y desplazar a sus fuerzas por una ruta segura. Con el control del puerto de Nueva Orleans, punto de entrada al rio Mississippi, se bloquea a los navíos británicos y se garantiza una fuente de suministros estable para los rebeldes de las mercancías provenientes de La Habana y el Yucatán. Tras regresar a Nueva Orleans para reorganizarse, prepara la siguiente parte de la operación consistente en tomar la Mobila (Mobile) y Panzacola (Pensacola), garantizando de este modo el control sobre el Golfo de Méjico a la vez de abrir las puertas a un futuro intento de recuperar para España el territorio de La Florida.
Finalmente, en 1780 se vuelve a poner en marcha y toma la Mobila tras una lucha descarnada contra los elementos. Hay que recordar que la zona además de castigada por las tormentas y huracanes propias de la región, era altamente impracticable por su orografía al tratarse de una selva pantanosa donde enfermedades como la malaria estaban a la orden del día. Afortunadamente, y justo a tiempo, la promesa que le había hecho el plenipotenciario Francisco de Saavedra de conseguir para Gálvez más refuerzos se cumplió, permitiéndole continuar rumbo a Panzacola pocos meses después. Es allí donde tendrá lugar el hecho militar por el que es más reconocido Gálvez.
Por un lado, una escuadra española parte de la Habana camino de la bahía de Panzacola mientras que otro contingente avanzaría por tierra desde la Mobila. Se toma inicialmente la isla de Santa Rosa, pequeña extensión de tierra a las puertas de aquella donde se capturan dos cañones y se establece una batería para mantener alejadas las fragatas inglesas mientras se realiza un primer desembarco. Gálvez quería que su flota se resguardase en el interior de la bahía ya que temía verse afectado como en tantas ocasiones anteriores por un temporal que diera al traste con la misión. Por ello insta a Irazábal, jefe de la escuadra española, a entrar, pero éste temiendo encallar se niega y acabará abandonando la batalla y poniendo rumbo de regreso a La Habana. Es entonces cuando Gálvez, al mando de su bergantín -el Galveztown-, iza bandera de almirante y entrando en la bahía espeta: «...El que tenga honor y valor que me siga. Yo voy por delante con el Galveztown para quitarle el miedo». Más tarde, el bergantín y la frase Yo Solo, adornarían su escudo de armas.
Se inicia de este modo el asedio de Panzacola que culminaría el 8 de mayo de 1781 al lograr impactar un obús en un polvorín que abrió una brecha por la que accedieron los españoles forzando al comandante inglés a rendir la plaza, entregando así La Florida occidental a los españoles. El dominio sobre el frente del Mississippi y el Golfo de Méjico fue, como hemos visto, determinante en el devenir de la guerra, máxime cuando permitió que los colonos rebeldes pudieran centrar su atención en otros frentes sin tener que preocuparse por su retaguardia. No obstante, no acaba aquí la intervención fundamental de Gálvez en la independencia de las trece colonias. Gálvez acabó ostentando el mando supremo de las fuerzas franco-españolas en el Caribe durante la guerra y planeó la toma de Jamaica (arrebatada a los españoles 100 años antes y muy rica por el comercio de azúcar). Estando ya todo preparado para esta nueva campaña, llega noticia de que el inglés Cornwallis está atrapado en Yorktown y autoriza, entendiendo la importancia del momento (es de justicia reconocer también el papel fundamental de Saavedra), al almirante De Grasse a acudir a la bahía de Chesapeake para evitar la retirada y abastecimiento de los ingleses por mar, lo que llevaría tal y como comentábamos al inicio de este relato a la rendición de Cornwallis. La victoria final de Washington, Rochambeau y De Grasse en Yorktown fue posible por la financiación de la Corona española y de los españoles particulares de La Habana, ya que Francia, exhausta económicamente por la guerra, no podía hacer frente a los gastos necesarios para financiar la escuadra de De Grasse.
El innegable legado cultural que deja Gálvez se puede ver reflejado, por ejemplo, en la ciudad de Galveston en el actual Estado de Tejas que debe su nombre a nuestro protagonista. Gálvez es, además, una de las ocho personas que a lo largo de la historia ha recibido el título de ciudadano honorífico de los EE.UU. máxima distinción que se puede otorgar a un ciudadano extranjero, compartiendo dicho honor con personalidades como Winston Churchill o la Madre Teresa de Calcuta. Bernardo de Gálvez moriría en Nueva España de una úlcera y es considerado como uno de los padres fundadores de los Estados Unidos: su retrato cuelga hoy en el Capitolio.
¡Gloria y Honor!
Gonzalo Castellano Benlloch