Un buen paleto (palet en catalán) que se precie al carecer de recursos dialécticos recurre a su esencia: manda a la mierda al más pintado. “Aneu a la merda tots els qui heu violat les nostres vides i les de les nostres famílies…”, dice en nuestra lengua materna (la suya y la mía) el señorito de Amer, para escándalo de los probos benedictinos de su aldehuela perdida en los confines de La Selva y resquicio de La Garrocha, allende Barcelona. (...)
... Aldehuela esta que ya diera en el pasado remoto del franquismo otra figura señera, que no paleta, alcalde de Barcelona por dieciséis años: José María de Porcioles Colomer.
Cuando parecía que este aspirante a frailecillo volvía al retiro de su celda sin mucho ruido, el trote embravecido del curioso Pegaso de troya y de cartón despierta en remolino sus frondosos cabellos –los del casi fraile– en intento baldío de agitar la calma catalana, sometida ya por otro pinturero congénere a los dictados del hermano mayor español sin que se note demasiado: el Aragonés de gárgola inquieta i petiteta.
Yo espero –y muchos catalanes también– que este revoloteo de Carles Puigdemont no pase de canto de cisne desplumado y que retorne definitivamente a su monacal celda aunque, por una cuestión de justicia, sería conveniente que, por sus muchos desvaríos e iluminaciones sin sentido, previamente pasara una temporada ni corta ni larga en otra celda más acorde con los tiempos como, por ejemplo, en la cárcel de Lledoners, albergue temporal de sus ex conmilitones de pasadas aventuras y hoy “tuiteramente” enmerdados.