Manuel Pastor Martínez

Recuerdos de la Casa del Monte

. . . la recurrente contemplación de fotos en blanco y negro . . .

VILLA ODILA

LA CRÍTICA, 28 MARZO 2022

Manuel Pastor Martínez | Lunes 28 de marzo de 2022

Aunque nací en la finca de la familia Panero –de don Moisés Panero y doña Máxima Torbado, sus hijos y sus nietos– heredada del abuelo don Quirino Torbado, conocida como Villa Odila o popularmente como la Casa del Monte (el monte en realidad es un bosque de encinas entre la estación ferroviaria de Valderrey y el pueblo Castrillo de las Piedras), mis recuerdos son difusos y en gran medida condicionados por las historias (...)



... sobre aquellos años que escuché de mis padres, y siendo niño, la recurrente contemplación de fotos en blanco y negro de mis abuelos maternos, de mi madre soltera y de sus hermanos, Francisco, Emilio y Manuel.

Lo interesante de algunas de esas fotos en la finca es que las había hecho personalmente el poeta Leopoldo Panero, al parecer un aficionado a la fotografía, y que son las primeras fotos que conozco de mi familia (reveladas en la tienda de fotografía “Bueno” de Astorga, según el sello en el dorso). Posteriormente he visto otras fotos de la esposa del poeta, Felicidad Blanc, y de sus hijos, hechas también en la Casa del Monte, probablemente con la misma cámara.

Otra foto en la Casa del Monte que recuerdo es la de mi prima Aurelita, hija de mis tíos Emilio y Aurelia, que emigrarían a Argentina en los años cincuenta. Foto que, creo recordar, tiene una aparición fugaz en la película de Jaime Chávarri, El desencanto.

En concreto las fotos que poseo, cuyo interés obviamente es por el ilustre fotógrafo que las hizo, las encontré en una carpeta de mis padres en su casa de Astorga y son: las de mis abuelos Bernardino Martínez de la Rosa y Severina de la Fuente Fernández sentados en el porche en los mismos sillones de mimbre que usaran los abuelos Torbado, los abuelos Panero y la abuela Bergnes; una foto de mi madre sola, y otra de mi madre con su hermano Francisco (mi tío Paco).

Mis abuelos, campesinos modestos de sendas familias radicadas en el cercano pueblo de Castrillo de las Piedras, eran también los guardeses de la finca, y tenían una pequeña casa en ella, donde yo nací con la asistencia del practicante médico de Valderrey. Aunque mis padres vivían en Astorga, con frecuencia pasaban tiempo con mis abuelos en la finca de la Casa del Monte.

En el acta de mi nacimiento –según fotocopia que conservo– leo que fui inscrito en el registro por el juez municipal de Valderrey, don Francisco Ordás Combarros, siendo testigos mi padre y dos vecinos, uno de Castrillo de las Piedras y otro de Valderrey.

En los años cincuenta mis abuelos dejaron la Casa del Monte y regresaron de manera permanente a la casa en Castrillo de las Piedras, tras un feo e injusto incidente con mi tío Manolo por culpa de un cuñado de Leopoldo Panero. Mis padres sin embargo continuaron teniendo una relación cordial con el poeta y su esposa en los años siguientes, saludándose siempre que se encontraban en Astorga durante los veranos, que los Panero pasaban generalmente en la Casa del Monte.

Tengo dudas de si es un recuerdo mío siendo niño, o es algo que me han contado, o que simplemente he visto en alguna foto: en el marchito jardín de la finca, donde había un pozo, entre la residencia y el magnífico palomar blanco, por donde merodeaba una cabra o un cabrito con el que yo jugaba (tengo una pequeña cicatriz en mis labios por una embestida suya), me viene la imagen del poeta Leopoldo Panero, con chaqueta de pana beige, camisa blanca y sin corbata, sentado a una mesa redonda de mármol –como las de los viejos bares y cafés– escribiendo a la sombra de una encina o quizás una acacia de las que también había en aquel jardín.

Lo que sí recuerdo vívidamente es la última vez que vi al poeta, en la Plaza Mayor de Astorga, un martes de Agosto del año 1962, día de mercado en la ciudad. Estaba con sus hijos “Poldín” (Leopoldo María) y “Michi” (Moisés) curioseando en un puesto de libros usados. Se encontró con mi madre y conversaron unos minutos sobre sus respectivas familias.

El lunes siguiente, tras asistir a un banquete literario en el Hotel Moderno de Astorga, inesperadamente el poeta moría en la Casa del Monte. En su retiro íntimo y familiar, como escribirá otro poeta amigo: “En su cruz, en su centro, en su vinculación umbilical con el mundo”, precisamente donde estaba arraigado, donde había sentido todo el peso del mundo gravitando sobre Castrillo de las Piedras y la propia Casa del Monte, elevados así… “a centro de un pensamiento universal, a capital de un mundo poético” (Dámaso Alonso, 1944).

Y donde Leopoldo Panero, como en un testamento, nos dejaba su último canto –recién escrito– a la tierra:

Todos los veranos,/ bien de madrugada,/
junto al tren que silba/ sílabas de infancia,/
y entre los tomillos,/ piornos y retamas,/
La Sequeda es una/ costumbre del alma/
y un lado del mundo/ donde todo calla,/
donde es todo ausencia/ que nos acompaña,/
y nos reflorece/ hoy, ayer, mañana.

Manuel Pastor Martínez


Familiares del autor fotografiados por Leopoldo Panero en la Casa del Monte