Habiendo dejado claro en (“Sánchez y la cuestión del Sahara: ¿desde cuándo España es una dictadura?”) la naturaleza dictatorial de la decisión del presidente del Gobierno español, al ignorar nuestra democracia y darle la vuelta a una cuestión de Estado –la política internacional del Reino de España–, conviene abordar ahora el fondo de la cuestión: la posición de las partes implicadas en este conflicto, tan lamentable, de la relación de España con los países del norte de África. Lo que da, no para uno, sino para varios artículos, comenzando por este dedicado al Polisario (Frente Popular por la Liberación de Saguia el Hamra y Río de Oro), autor y principal responsable de la calamitosa situación del pueblo saharaui y del destino de su territorio, con el soporte vital e ideológico, eso sí, de las formaciones “progresistas” e independentistas españolas desde su inicio. (...)
... Formaciones estas, no lo olvidemos, a las que siempre se ha sumado en esta cuestión el Partido Socialista Obrero Español, incluso hoy a pesar de la decisión del señor Sánchez como bien se esfuerzan en proclamar –tratando de rizar un imposible rizo– sus voceros con sorprendente argumentario en mano.
Coincidiendo con el “490 Parte de Guerra” –de esa fantasmal guerra que el Polisario declaró a Marruecos en noviembre de 2020–, esta organización terro-independentista que nació para echar a España, por la fuerza de las armas, del Sáhara Occidental y provincia española, dirige al mundo un comunicado que conviene analizar y desenmascarar, entre otras cosas porque, si Dios no lo remedia, será lo que estudien en sus libros de texto, como dogma de fe, las generaciones que nos sigan, como consecuencia de esta falaz y wokista cultura que por desgracia nos anega.
Para no cansar con la verborrea habitual de estas organizaciones marxista-oportunistas, pesada y agobiante, me ceñiré solamente a tres puntos del Comunicado, por su certero mensaje goebeliano, con los que pretenden –y me temo que conseguirán– reescribir la Historia.
El Frente POLISARIO, único y legítimo representante del pueblo saharaui…
Único sí, desde luego, pero ¿legítimo? ¿Dónde reside su legitimidad? ¿En la voluntad de los 70.000 ciudadanos saharauis que conformaban la población del Sahara Occidental en 1975, de los cuales una mínima parte se exilió al desierto argelino de la mano de los polisarios ante la invasión agresiva de Marruecos? En aquellas fechas, la única expresión de la voluntad del pueblo saharaui, para bien y para mal, era la Asamblea o Yemáa presidida por Jatri uld Said uld Yumani –quien poco después, ante la posición beligerante de los polisarios huiría a Marruecos–, que deseaba una autonomía e incluso independencia con la protección de España, sabedores de que por sí mismos no podrían aguantar el empuje de las pretensiones marroquíes.
El régimen totalitario socialista impuesto por los polisarios al pueblo que se fue generando en los campos de refugiados de Argelia, hasta llegar al cuarto de millón de habitantes que poco tienen que ver con los miles de saharauis originarios, nunca ha recurrido a la voluntad de ese pueblo para legitimar su poder. Poder sostenido: militarmente durante décadas por regímenes como Libia, Argelia, Cuba y otros tantos ejemplos democráticos; ideológicamente por las magníficas izquierdas de dentro y fuera de España y por los independentistas españoles –los campos de refugiados en Tinduf parecen una sucursal del País Vasco en sus mejores y oscuros tiempos–; y económicamente y no en menor medida por las generosas aportaciones de la sociedad civil española, compungida por la situación de un pueblo tirado en el desierto, precisamente por la voluntad de ese totalitarismo polisario.
La posición emitida [por España y Francia] … pretende legitimar la represión, los crímenes de guerra, crímenes contra la humanidad y el saqueo de los recursos saharauis en violación de las resoluciones de la legitimidad internacional.
Acusar a España y Francia, en este caso, de legitimar la represión, los crímenes de guerra, crímenes contra la humanidad y el saqueo de los recursos saharauis no deja de tener su gracia y carece de interés siquiera comentarlo. No así recordar a la opinión pública, porque de esto poco se ha hablado y escrito, los auténticos crímenes de guerra cometidos por los polisarios contra los prisioneros marroquíes hechos durante los primeros años de su conflicto con Marruecos, manteniendo a miles de ellos encerrados en mazmorras ocultas en el desierto durante ¡más de veinte años!, que de no ser por la intervención de Naciones Unidas todavía seguirían allí si es que a estas alturas quedaba alguno vivo.
Recordar también a los caídos, militares y civiles españoles, a manos de los atentados y emboscadas de los polisarios en aquellos tiempos, ya tan lejanos, de paz y convivencia en la lejana provincia española del Sahara Occidental, rota intempestivamente, y que tan especial –por bueno– recuerdo dejó en los miles de españoles que por una u otra razón pasaron allí una parte de sus vidas.
[España] es el principal responsable del sufrimiento del pueblo saharaui, y de hecho de todos los pueblos de la región, que hasta ahora no han podido disfrutar de la estabilidad debido a la herida abierta por España en 1975, y que sigue envenenando las relaciones de los pueblos y países de la región.
Más de lo mismo. Quizá convenga recordar también que España dio forma a la nación saharaui, que partiendo de una serie de tribus diseminadas por el desierto en pocos años configuró un pueblo, poniendo a salvo sus leyes y tradiciones incluso más allá de lo que el derecho natural podría tolerar, y dotándolo de los recursos materiales necesarios para tal fin. Es distopía imaginar lo que sería hoy el Estado saharaui, libre, desarrollado y rico, de haber seguido unas décadas más bajo la protección de España, acompañando a esta en el magnífico camino recorrido en este tiempo.
Por el contrario, hoy, el pueblo saharaui no existe. Su territorio ha sido ocupado por Marruecos, lo ha colonizado con cientos de miles de nuevos ciudadanos marroquíes –la ciudad de El Aaiun tiene más de doscientos mil habitantes–, y los polisarios siguen erre que erre dando la tabarra como su “único y legítimo representante”.