Si el PP aspira a vertebrar y representar a las derechas españolas no debería tener como modelos ni a la Galicia de Núñez Feijóo ni a la Europa de González Pons. El primero parece el típico político galleguista, eficaz pero provinciano. El segundo es un típico político y distante eurócrata. En ambos está ausente una visión nacional y realista española. (...)
... Las manidas e injustas críticas contra el partido Vox por ser –según afirma el presidente de la Xunta– “anti-autonomista” y “euroescéptico”, intentan ocultar o desconocer que realmente lo que Vox rechaza es la partitocracia que pervierte y corrompe las instituciones autonómicas y europeas. Provincianismo (que no provincialismo) que ya percibió Ortega. Y falso europeísmo (muchas veces como anti-americanismo) que ya denunció Julián Marías, casi siempre también teñido de anti-españolismo, como sospechaba Unamuno.
El “progresismo” del PP (según los peperos) se ha manifestado en tiempos recientes, por ejemplo, en el peculiar e histérico anti-americanismo personificado contra Trump y el Trumpismo, y asimismo en la recurrente alergia, no menos histérica, al sano españolismo de Vox.
La hemeroteca contiene múltiples gestos, insinuaciones y declaraciones de Núñez Feijóo y de González Pons que ilustran estos pensamientos falaces y peligrosos. Por tanto, los delegados del PP que voten en el próximo congreso la elección de ambos (respectivamente como presidente y secretario general), deberían estar seguros que sus candidatos han dejado definitivamente sendas zonas de confort en Galicia y Europa.
Feijóo tiene que abandonar definitivamente sus recurrentes tentaciones y lastres como adalid de un “nacionalismo gallego” y comprender que el “centro” es un concepto geométrico pero no político. Pons debería… decir menos tonterías, admitir que Vox no es la “extrema derecha” y dejar de soñar en una Gran Coalición con el socialismo extremo de Pedro Sánchez.
Galicia es España pero España es más que Galicia. España está en Europa pero el socialismo español está culturalmente lejos de la socialdemocracia europea (por ejemplo, ningún gobierno de la Unión Europea y de la OTAN tiene comunistas en su seno).
El PP, como todos los partidos partitocráticos (la partitocracia nació en las izquierdas pero ha contagiado también a las derechas), está obsesionado por las mayorías numéricas, absolutas –algo hoy casi imposible por la fragmentación multipartidista en las sociedades complejas y multiculturales– y es incapaz de comprender que solo las mayorías concurrentes son constitucionales, como precisó agudamente John C. Calhoun a propósito de la democracia americana (A Disquisition on Government, 1850). Las mayorías numéricas, absolutas, conllevan un riesgo de tiranía de la mayoría que destruye la democracia. Las mayorías concurrentes, constitucionales, son la garantía del poder de control, capacidad de veto, check and balance que proteje a las minorías.
Como en el refrán inglés The proof of the pudding is in the eating, vamos a presenciar en los próximos días el nuevo experimento de construir la coalición de una mayoría concurrente en la formación del gobierno PP-Vox en la comunidad autónoma de Castilla y León (que yo, sentimentalmente pero con fundamento histórico, preferiría que se llamara León y Castilla).
Escribiendo esto precisamente el 8 de Marzo no he podido evitar imaginar una alternativa ideal, utópica y meritocrática, al tandem Feijóo-Pons, consciente de que una mayoría de los militantes peperos (y votantes), subconscientemente machistas, quizás sean hoy incapaces de aceptar: Isabel Díaz Ayuso-Cayetana Alvarez de Toledo.
Manuel Pastor Martínez