En ciernes la preparación del nuevo Concepto Estratégico de la OTAN (SC.2022), cuya aprobación tendrá lugar en la Cumbre de Madrid, si no existen dificultades de última hora dada la situación en Ucrania, es necesario reconocer el ajuste y cumplimiento, que con respecto a los riesgos y amenazas futuras, recogía el vigente Concepto Estratégico (SC. 2010), que acertó, ampliamente, en la consideración de los posibles escenarios que afectarían a la Organización Atlántica. (...)
... El ambiente de seguridad que describía el SC.2010 se refería, y advertía, de la posibilidad de que la amenaza convencional, tan presente en la “Guerra Fría pasada, no podría nunca desterrarse por las grandes capacidades que se estaban generando”, en general, y en la Federación Rusa en particular, añadiríamos ahora, cuya modernización paulatina e intensa, en los últimos años, ha dado como resultado la presencia de grandes contingentes convencionales en la fronteras con Ucrania como elemento de refuerzo a las presiones políticas sobre este país, y a Occidente, por su vecino ruso.
Es muy probable que este tipo de “representaciones de fuerza”, típicas de los Estados autocráticos para apoyar sus acciones internacionales fuera de derecho, continúen y se incrementen, no solo en Europa, sino en el Cáucaso, Oriente Medio y en la Región Indo- Pacífico, que si bien en algún caso estarían “fuera de zona”, sí afectarían a alguno de los países miembros.
La banalización del Tratado FACE por parte de la Federación Rusa en 2007, y la no aplicación a sus fuerzas convencionales, le ha permitido una modernización depurada de sus sistemas de armas y una reorganización de sus Fuerzas Armadas, como se ve en la actual crisis con Occidente, que ha utilizado, de nuevo, para presionar también a Ucrania para que cumpla con sus compromisos (Acuerdo de Minsk).
También especificaba el anterior concepto el riesgo extremo que suponía la proliferación de los misiles balísticos en general, con sus nuevas características que hoy se aprecian, en cuanto al reducido tiempo disponible para su detección y posible respuesta, aspecto que ha hecho realidad la disposición, por los rusos, de misiles hipersónicos cuyas características proclaman a efectos de disuasión.
El despliegue de más Grandes Unidades de misiles Iskander M, presentes en Kaliningrado especialmente (también, al parecer, en la zona de San Petersburgo, y Crimea), con capacidades nucleares tácticas(alcance máximo de 500 kms, móviles, todo terreno y tipo crucero y balístico), en el límite inferior de la horquilla que contemplaba el Tratado de Prohibición INF, hoy por hoy abandonado por Estados Unidos y la Federación rusa, representa una amenaza directa para las Repúblicas Bálticas y Polonia, Ucrania y en general para Europa.
La decisión de continuar, con apenas profundas discusiones, con el Tratado START, sin que se produzcan avances en su finalidad, la disminución de armas nucleares estratégicas, supone también un estancamiento de la distensión en este tipo de armas; si sumamos todos los efectos de esta banalización de los tratados, al abandono del Tratado ABM y el despliegue del Escudo Antimisiles por Estados Unidos, con las capacidades nucleares que se les atribuyen a sus medios, y las reacciones posteriores de la Federación Rusa, con sus propios despliegues de misiles, la situación actual se caracteriza por una ausencia prácticamente total de medidas de confianza, ratificada por la renuncia de ambos al Tratado de Cielos Abiertos, lo que asegura una gran falta de seguridad general y especialmente europea.
En esta situación, la vuelta en cierta manera de la Federación Rusa a una concepción ideológica de su existencia, basada en el temor por su seguridad, cuando nadie arriesga y amenaza la misma, es susceptible de ser considerada como lo hacían sus antiguos detentadores del pasado Imperio de la Gran Rusia, cuando afirmaban, “que la mejor manera de defenderla era extendiendo sus territorios”.
La negación a que los Estados limítrofes a la Federación Rusa sean soberanamente libres de elegir sus opciones de adhesión que mejoren su seguridad, sin ningún espíritu ofensivo, refuerza la sensación anterior de gran retroceso democrático en la Federación, paralelo al incremento de su amenaza militar.
La prevención que realizaba el SC.2010, sobre la posibilidad de que el ciberespacio fuera utilizado como un nuevo espacio de batalla, para atacar a los países miembros en sus infraestructuras críticas, ha quedado ampliamente demostrada a través de los múltiples ataques que se han producido en este periodo sobre Occidente, cuya responsabilidad se situaba, al parecer, en orígenes rusos. Estas acciones ya consagradas en las amenazas híbridas, contempladas en el SC.2010, han adquirido una nueva modalidad perturbando, mediante la difusión de desinformaciones y “fake news”, momentos electorales importantes en Occidente.
La desinformación, aspecto importante del discurso oficial ruso de la Guerra Fría (“La langue de bois”, que describía la experta francesa Helène Carrère D’Encausse en sus análisis al respecto), parece estar de vuelta y con ella la falta de transparencia que promueve y aumenta la inseguridad.
La utilización del espacio exterior como una extensión de los posibles teatros bélicos parece también haber ganado terreno, no solo en el ámbito de la inteligencia y las comunicaciones, sino para las operaciones, cuyos indicios recientes muestran la “vitalidad” y disposición de medios precisos de destrucción en ese ámbito, ya mucho más cercano.
En la víspera de la irrupción de nuevas tecnologías que van a revolucionar los armamentos, como se está comprobando en Rusia y China, la situación de la industria tecnológica de los europeos, aplicada a la Defensa, muestra la realidad de una importante dispersión nacional, difícil de corregir por las ambiciones de ciertas potencias hegemónicas en esas tecnologías, aspecto que impide una “autonomía estratégica” pretendida, además de los aspectos jurídicos y políticos presentes todavía; la OTAN precisa en este nuevo ciclo, y no hacerlo es un gran riesgo, una Defensa Europea clara y eficiente, en íntima cooperación, asegurando el vínculo transatlántico.
La mayor atención de la OTAN por su Flanco Sur es un clásico, prácticamente, no por repetido más atendido, pero sin duda más peligroso cada vez, no solo por los acontecimientos negativos en el Sahel, donde retroceden las coaliciones ad hoc y accede la influencia rusa, sino por la irrupción de Rusia en el Mediterráneo, apoyada firmemente en el Azof y Negro, con ambiciones sobre el gran puerto de Odessa, y establecida en Siria; la recuperación de su mítica V Escuadra podría ser una evidencia, y sus “antiguas amistades” en el Magreb.
El apoyo de Xi Jimping a la política de seguridad de Putin en Europa representa ya, no solo un contrafuerte a las aspiraciones de este, sino una visión opuesta a la de Occidente, que tiene su significado económico y disuasivo; además no debe olvidarse su derecho de veto en el CSG de las Naciones Unidas.
China no tiene aspiraciones territoriales en Europa, pero las tiene en la región Indo-Pacífico, donde la pieza más importante, Taiwán, espera pacientemente la ocasión de su captura por el antiguo Imperio; Estados Unidos es su opositor más importante, y con él los países que han suscrito el acuerdo AUKUS, en especial Gran Bretaña, miembro también de la OTAN, sin contar las aspiraciones de participación que pudiera tener Francia, también potencia nuclear con intereses en la Región.
En estas condiciones, la OTAN no puede ignorar estos acontecimientos, y los riesgos que presenta su asunción.