El bochornoso espectáculo político que estamos viviendo me ha llevado a reflexionar sobre qué podemos hacer los ciudadanos que tan solo somos llamados en las convocatorias electorales. Con independencia de la mayor o menor difusión de estas líneas me creo obligado a compartir mi pensamiento por si a alguien estimulo en la búsqueda de una «solución» frente a un gran problema. (...)
... Me viene a la memoria aquella histórica proclama que frente a la invasión napoleónica se pronunció: «!Españoles, la patria está en peligro!». Pues bien, hoy el peligro no viene por la vía de las armas sino por las urnas. Un peligro que acecha insistentemente a una España que va fraccionándose en su unidad territorial y lingüística y en sus referentes morales que toda sociedad occidental procura mantener. Una España amenazada por sinuosas formas vestidas de ropajes democráticos pero que cubren el insidioso comunismo chavista importado de algunas naciones hispanoamericanas; una ideología que por otra parte, junto al nacional socialismo de antaño (nazismo), están condenados explícitamente por Europa, pero que sin embargo ocupan parte de nuestro Gobierno.
Pues bien ante lo dicho, mi reflexión se centra en la convicción de que las naciones las forjan el conjunto de sus ciudadanos y a los políticos se les reserva la no fácil misión de aunar la pluralidad de aquéllos en un objetivo común como es la nación en su acepción política y territorial. Pero desgraciadamente resulta que en muchos casos con más error que acierto en vez de aunar, algunos políticos desunen. En estas situaciones la frustración ciudadana, su desesperanza y sentido de impotencia pueden alcanzar el punto de que produzcan tal hartazgo que los votantes decidan abstenerse en su derecho constitucional de ir a las urnas. Aquí surge otro nuevo peligro pues en situaciones críticas el voto es fundamental. Por ello llamo a todos mis compatriotas a que cuando llegue la ocasión de decidir nuestros destinos, independientemente de cómo discurra ahora el proceso circense al que nos someten, no sea nuestro hastío el que prevalezca sino la responsabilidad que tenemos la derecha de intentar frente a una izquierda cada vez más radicalizada, dar solución al problema que se nos ha planteado. Cualquier opción del espectro político de la derecha es válida, tanto aquellos que ideológicamente votamos a alguna de esas opciones, como también los que de buena fe y quizás haciendo renuncia de algunos de sus valores y en aras a una mejor convivencia, votaron igualmente frente a la izquierda, debemos levantar nuestro ánimo para no decaer. Pienso que debemos seguir afianzando nuestro voto cuando se nos pida, aunque tengamos bien presente lo sucedido. La razón es sencilla, la motivación que en anteriores comicios nos llevó a cualquiera de nosotros a depositar el voto, sigue vigente. El espectáculo político no debe cercenar ni arrinconar nuestra futura participación, por mucho desasosiego que podamos sentir. ¡España sigue necesitándonos!
La desesperanza no debe cundir. La lucha por nuestros ideales y por ofrecer un mejor escenario a las nuevas generaciones no admite treguas ni desistimientos. A veces es verdad que dan ganas de tirar la toalla pero eso es lo que pretenden los adversarios políticos. Las batallas requieren del coraje y perseverancia, y la desilusión frustra en ocasiones las energías para continuar. Conseguir los ideales requieren de tiempo cuando no de toda una vida. !Compatriotas! mi reflexión es esta. Yo seguiré en mis trincheras ideológicas y lo haré como todos, votando cuando se me convoque y no permitiré que los contratiempos abatan mi ánimo.
Seremos la amalgama que cubra la grieta abierta. El voto es la esperanza que tenemos para que España no sucumba como nación.