Volvemos a los viejos tiempos de la guerra fría. Sin duda se han producido una serie de factores globales en el planeta, como la pandemia, cuyas consecuencias económicas vienen pasando factura a unas poblaciones hastiadas de información y desinformación. Ahora debemos añadir la posición de la Rusia de Putin (...)
... respecto a los territorios que en su día formaran la Unión Soviética, entre ellos Ucrania, independiente desde 1991 cuando aquella se disolviese. Frente a la personalidad del actual presidente de Rusia, forjada en la KGB, se encuentra Ucrania, país aspirante a ingresar como miembro en la OTAN, y de ahí los recelos del presidente ruso de no querer posibles miembros de la Alianza Atlántica en sus fronteras. En cualquier caso, la Unión Europea junto a los EE. UU. de Norteamérica han tomado posiciones defensivas contra las amenazas rusas hacia Ucrania. El despliegue militar está servido. Se ha formado un «bucle» de declaraciones y contradeclaraciones al tiempo de serias advertencias por una y otra parte en una escalada que nadie puede prever su alcance.
En medio de todo ello, mientras las naciones de la Unión Europea se muestran firmes en su apoyo a Ucrania, sus políticas exteriores salpican a los partidos políticos de las Cámaras de Representantes. Es en España donde de manera singular el apoyo al envío de unidades navales o aéreas al lugar de la crisis evidencia al gobierno socialcomunista español. Singular es, que todavía en la Europa del tercer milenio exista un régimen que añora y no se dé por enterado de la caída del muro de Berlín y siga enarbolando banderas de políticas trasnochadas que el resto de países de su órbita han superado. Esta repetida singularidad se pone a prueba con la crisis ucraniana donde España, como miembro de la Unión Europea y en este caso especialmente, como miembro de la OTAN, tiene que alinearse con el resto de naciones amigas para afrontar la grave crisis que atravesamos. El presidente del gobierno español ha manifestado claramente que España como aliada cumplirá sus compromisos, y esta correcta declaración ha sido además apoyada por los partidos de toda la derecha española.
Aquí surge la cuestión, pues al hilo de las declaraciones del presidente del gobierno español, sus socios de coalición de la extrema izquierda han vuelto a retomar el grito de «no a la guerra» que nos revierte a los tiempos del presidente Aznar respecto a la guerra con Irak. Los partidos de la extrema izquierda junto a los separatistas hacen de ello una cuestión de principios como en su día lo hiciera el presidente socialista González quien, tras una campaña de «OTAN, NO», tuvo que cambiar en sentido contrario su ideario. Pues bien, a la izquierda radical se ha unido el PSOE pese a la postura de su presidente que como jefe de gobierno debe cumplir con sus aliados e intentar quedar bien con EE. UU. tras las malas relaciones que la izquierda española mantiene con esta potencia.
Pero el problema salta a la vista cuando entiendes que la izquierda española radicalizada respecto a su homónima europea, no se desenvuelve bien en el marco de las alianzas militares y estratégicas. Su mundo es otro, es el mundo de la revolución, de la conspiración chavista o del asalto a las instituciones, precisamente contraria a la alianza que no sea otra que la del etéreo concepto de las civilizaciones.
El PSOE está en un brete, porque tiene que aparecer con sus arcaicas raíces frente a un mundo globalizado donde las lealtades entre naciones se consideran y toman en cuenta. Política y economía convergen siempre como igualmente discurren. No hay alternativa y la encrucijada está servida. En dos años en España habrá nuevas elecciones y la asilvestrada izquierda española no olvidará el apoyo militar del presidente Sánchez al conflicto que amenaza convertirse en una guerra. Las bases socialistas sobre las que Sánchez logró tomar el poder podrían darle jaque mate por la decisión tomada, y la izquierda coaligada con él, deberá analizar si le conviene o no permanecer en un gobierno contrario a lo que ellos mismos en sus manifestaciones callejeras proclaman.
¿Podrá ser Ucrania el desencadenante de la ruptura de la coalición socialcomunista española?
Iñigo Castellano Barón