Manuel Pastor Martínez

Ulysses S. Grant y la consolidación de la democracia americana

Ulysses S. Grant, primer presidente norteamericano (republicano) en visitar España (1878). (Foto: el presidente Grant, enfermo de cáncer, poco antes de morir en 1885. https://www.irishcentral.com/).

LA CRÍTICA, 1 ENERO 2022

Manuel Pastor Martínez | Sábado 01 de enero de 2022

Desde que, como adolescente, vi la película de John Ford Misión de audaces (título original: The Horse Soldiers), he sentido curiosidad por la personalidad del general Ulysses S. Grant, cuyo nombre invocaban en ella los soldados de la caballería unionista, cantando mientras marchaban hacia el Sur. (...)



... Hace pocos años leí con fruición la excelente biografía escrita por Ron Chernow (Grant, New York, 2017), a la que ahora tengo que añadir –todavía por leer– el reciente y prometedor ensayo de Bret Baier y Chaterine Whitney (To Rescue the Republic: Ulysses S. Grant, and the Crisis of 1876, New York, 2021).

El objeto de este ensayo es destacar su menos conocida faceta política, complementaria del genio estratégico militar, generalísimo victorioso en la Guerra Civil y décimo-octavo presidente de los Estados Unidos.

En Mayo de 1877, ya ex presidente y a punto de emprender un largo viaje alrededor del mundo, su amigo (aunque a veces crítico de sus políticas) el general William T. Sherman lo despidió con un discurso que contenía esta frase:

“If the name of Washington is allied with the birth of our country, that of Grant is forever identified with its preservation.”

En un ensayo mío a propósito del debate politológico sobre el concepto de consolidación democrática (“La democracia en España: ¿La consolidación pendiente?”, en Libro Homenaje al profesor Carlos Moya, CIS, Madrid, 2007), citaba al historiador estadounidense James M. McPherson que valoraba el papel histórico de Abraham Lincoln, recordando sus palabras en un discurso ante el Congreso el 4 de Julio de 1861, donde diferenciaba el momento histórico del establecimiento (con la acción de los independentistas americanos liderados por Washington desde 1776) y el del mantenimiento (con la reacción de los unionistas americanos y él mismo como su líder en 1861) del “experimento” democrático americano, en expresión del propio Lincoln.

Preservación, mantenimiento… (el propio Grant utilizará el término validación, justificando la Guerra Civil para salvar la República), a mi juicio son otras maneras de enfocar y calificar lo que en los medios académicos de la historiografía y la ciencia política se sigue debatiendo sobre la consolidación.

En otros ensayos míos sobre la cuestión (“Abraham Lincoln: la consolidación de una nueva nación”, La Ilustración Liberal, 39, Madrid, 2009; “La Constitución española y la consolidación pendiente”, La Crítica, Diciembre 2018), abundo en el caso estadounidense, como primer modelo histórico de las democracias liberales y constitucionales, citando también comentarios de Walt Whitman, ardiente admirador coetáneo de Lincoln y de Grant, en los que insinúa la contribución del presidente-mártir –y lo hará también después respecto al presidente Grant– a la consolidación moral de la nación y material del “embrión democrático”.

La obra de Chenow representa un cambio en la percepción de la presidencia de Grant (la más infravalorada en la historiografía americana según el eminente biógrafo de Lincoln, D. H. Donald), culminando una revisión anticipada por Eric Foner y H. W. Brands, entre otros.

El autor nos recuerda que durante su mandato presidencial el mismo Grant fue consciente de su misión política e histórica, continuando a Lincoln, y llegó a emplear –ya dije– el término validación como equivalente al de consolidación del sistema democrático constitucional, tras la Guerra Civil durante el período histórico denominado La Reconstrucción.

Aunque militar profesional y genio estratégico de la Guerra Civil, admirado sin reservas por el presidente Lincoln, y según los historiadores muy por encima de todos los generales de la Unión y de la Confederación (Robert E. Lee fue un gran táctico pero sin visión estratégica), Grant aborreció el “bonapartismo” (tan de moda entre los generales de la época, como su predecesor en el mando supremo militar del Norte, George B. McClellan, o el mismo jefe militar supremo del Sur y gran estudioso de Napoleón, el mencionado Robert E. Lee). En una entrevista declararía que los dos personajes históricos más detestables para él eran Napoleón y Robespierre. Asimismo evitó caer en el “pretorianismo” –a veces contaminado de golpismo y traición (como en los precedentes históricos del coronel A. Burr y los generales J. Wilkinson, J. Adair, A. Jackson, W. Harrison, etc., en los dos últimos casos no siendo impedimento para que llegaran a ser presidentes)–. Todos los militares mencionados –bonapartistas y pretorianos– tenían una vinculación política con el partido Demócrata y estuvieron comprometidos con la “Peculiar Institution”. Grant será la gran excepción como Republicano y como radical anti-esclavista.

En la inmediata posguerra y durante sus dos mandatos presidenciales (1869-72 y 1873-76), Grant apoyará firmemente la Reconstrucción, y las enmiendas 13, 14 y 15 de la Constitución (aboliendo la esclavitud y estableciendo el derecho de voto de los ciudadanos negros), enfrentándose a las tendencias autoritarias y racistas del presidente Andrew Johnson (Demócrata unionista, sucesor automático tras el asesinato de Lincoln), y al terror y violencia de la nueva “guerra civil de guerrillas” desencadenada por el Ku Klux Klan.

Al término de su presidencia había transcurrido un siglo desde el inicio del sistema político de los Estados Unidos (1776-1876), un período de tiempo muy superior al que los politólogos hoy cifran para la consolidación de una democracia.

Entre los admiradores incondicionales de Grant –aparte de los mencionados Lincoln, Sherman y Whitman– hay que señalar también al general Phillip Sheridan, al líder negro Frederick Douglass, al primer general indio (nativo americano) en el ejército federal Ely Parker, a la feminista Susan Anthony, y al escritor Mark Twain. Entre los extranjeros destacará Otto von Bismarck.

Posdata

Durante su viaje alrededor del mundo este “Ulises americano” visitó España y asistió en Madrid a una zarzuela, que no le gustó (pero disfrutaría –según el embajador James Russell Lowell– paseando de incógnito por las calles madrileñas), siendo por tanto el primer presidente estadounidense, Republicano, que, privadamente, visitaría nuestro país en 1878 (el primer presidente Demócrata en hacerlo será Jimmy Carter, más de un siglo después, en 1980, durante la transición política).

Los estudios politológicos sobre la consolidación democrática en España han sido principalmente desarrollados por Juan J. Linz y el italiano Leonardo Morlino. Como subrayé en mi ensayo de 2007, entre los politólogos españoles (principalmente de izquierdas: Julián Santamaría, José María Maravall, Ramón Cotarelo, etc.) ha predominado la hipótesis –que he tratado de refutar en varios trabajos, por considerarla prematura y con criterios insuficientes– de que la victoria electoral del PSOE en 1982 significaba la consolidación democrática en el caso español.

Manuel Pastor Martínez