Pocas cosas son más despreciables en el arte de los toros que la mansedumbre de los astados. Todo el espectáculo se basa en que el toro embista al engaño y cuando esto no ocurre la fiesta se viene abajo. (...)
... En los tres siglos pasados se remediaba en parte esa carencia de las reses poniendo banderillas de fuego que no eran otra cosa que artefactos pirotécnicos que iban adosados a los arpones y excitaban y estimulaban al toro. Fueron prohibidas definitivamente en 1950 y sustituidas por las banderillas negras con arpones algo más grandes que las normales aunque de menos eficacia que las de fuego. Condenar a un toro a estas banderillas sacando el presidente el pañuelo rojo representa una deshonra para la ganadería.
Visto los recientes arranques de Casado con sus declaraciones en el Congreso utilizando lo que algunos llaman tacos y que no dejan de ser expresiones vulgares para llamar la atención cualquiera podía pensar que ha recibido un estímulo a modo de banderillas que le ha hecho salir de ese sopor del ministerio de la oposición en el que se encuentra tan cómodo.
No sabemos si esto es así y, en este caso, quién ha sacado el pañuelo rojo ni el subalterno encargado de la suerte. En cualquier caso, aquellos que han albergado alguna esperanza tienen que saber que en la actualidad las banderillas con los palos adornados de papelillos negros apenas se utilizan pues su efecto es tan corto que como mucho llega hasta iniciar la faena de muleta.
Dionisio Lezo