El 8-I-1869 se reunieron en Barcelona ciento veintiocho hombres de negocios de la ciudad, los cuales “alarmados por las noticias que se recibían de Cuba, y que consideraban comprometidos los grandes intereses de Cataluña en Cuba, las vidas de nuestros hermanos y a la vez, que la honra de nuestro pabellón”, acordaron exigir a la Diputación de Barcelona que impulsase rápidamente iniciativas concretas (...)
El 8-I-1869 se reunieron en Barcelona ciento veintiocho hombres de negocios de la ciudad, los cuales “alarmados por las noticias que se recibían de Cuba, y que consideraban comprometidos los grandes intereses de Cataluña en Cuba, las vidas de nuestros hermanos y a la vez, que la honra de nuestro pabellón”, acordaron exigir a la Diputación de Barcelona que impulsase rápidamente iniciativas concretas en contra de la insurrección que había estallado en el oriente cubano hacía unos meses. Los diputados provinciales y los delegados de los firmantes de la petición se reunieron el día 11-I-1869, y como resultado, resolvieron la conveniencia de crear “un cuerpo de voluntarios catalanes” con destino a Cuba, comprometiéndose a cubrir “todos los gastos del enganche (…) [mediante] una suscripción patriótica y nacional que iniciaría la Diputación”, y solicitando al Gobierno que se comprometiese a “equipar, transportar y mantener [al batallón de voluntarios] mientras dur[as]e la insurrección, licenciándolo después” y se presentaba la iniciativa afirmando: “Se desea que Cataluña, como sucedió cuando la guerra de África, levante un cuerpo de voluntarios”.[1]
En II-1869, el Gobierno de Prim aceptó la propuesta catalana, y el 18-II-1869, el pleno de la Diputación tomó el acuerdo de organizar “un batallón de Voluntarios de Cataluña” compuesto por mil hombres, de entre veinte y cuarenta años, bajo el mando de jefes y oficiales del Ejército. Los soldados percibirían un jornal de cuatro pesetas diarias, mientras que “para facilitar el enganche” de los voluntarios, así como “para aliviar el desamparo de sus familias”, la Diputación les entregaría, además, “ciento sesenta pesetas”[2] .
El alistamiento de los voluntarios comenzó el 22-II-1869, y en apenas doce días, se habían alistado un total de 830 voluntarios[3] y eran, en su mayoría, hijos de familias humildes, atraídos no sólo por las remuneraciones prometidas y por la prima de enganche sino, sobre todo, por la posibilidad de emigrar a Cuba, donde poderse labrar un futuro mejor, sin tener que pagar el siempre costoso pasaje[4].
Algunos de esos voluntarios se procuraron en Barcelona “cartas de recomendación para respetables casas de comercio de aquella Antilla”[5]. Dichos jóvenes recibieron entonces, además, promesas verbales de que, al acabar la guerra, recibirían un empleo público, fuese en Cuba o en la península[6].
El 5-III-1869 el Capitán General de Cataluña, Ramón Nouvilas, recibiendo órdenes directas del general Prim, obligó a que la Diputación suspendiese el alistamiento. El 13-III-1869 pudo volverse a abrir el alistamiento y, dos días más tarde, acabó completándose el millar previsto de voluntarios, “todos naturales del Principado”. Muchos otros jóvenes, también catalanes, quedaron incluso fuera del batallón y “algunos de ellos (…) hasta han ofrecido renunciar a la gratificación del enganche” con tal de conseguir pasaje para la isla, informaba puntualmente el Diario de Barcelona.[7]
Doscientos voluntarios no catalanes acabaron conformando dos unidades diferentes, denominadas de Tiradores de Madrid “completamente independientes” del Primer Batallón de los voluntarios catalanes, denominado, a su vez, de “Cazadores de Barcelona” y acabaron embarcando rumbo a La Habana un día antes que los catalanes y en un barco diferente, el vapor Buenaventura.
Mientras que los Tiradores de Madrid llevaban, además del uniforme militar, “una especie de casquete griego con larga borla verde”, los Cazadores de Barcelona llevaban “faja del país de distintos colores, gorro catalán encamado[8], polainas también del país y alpargatas”[9].
El primer llamamiento de la Diputación catalana no sólo había vinculado la iniciativa con “los laureles ganados por nuestros antepasados en los campos del Asia” (almogávares), sino también con las gestas de “nuestros hermanos en las playas del África”[10].
En todo caso, ese “patriotismo catalán” debe interpretarse (igual que las movilizaciones plebeyas que acompañaron la marcha y el regreso de los voluntarios catalanes en África, en 1859 y en 1860), no como expresión de sentimiento diferencial alguno, sino como una clara contribución a la defensa de la españolidad de Cuba.
La bandera, costeada por la Diputación, con “dos caras idénticas”, ambas con “los colores nacionales; ostentará en su centro un escudo circular con el blasón del Principado timbrado con la corona propia de los antiguos soberanos de la Marca Hispánica”, rodeado por una orla vegetal y por “dos lemas semicirculares (…). En las cuatro esquinas estarán los escudos de Barcelona, Tarragona, Gerona y Lérida”[11]. Queda claro, por lo tanto, que ese “nuestro glorioso pendón” que llevaron los tercios catalanes a Cuba, en 1869, no era otro que la bandera española, en cuyo seno se habían incorporado tanto las cuatro barras como los escudos de las cuatro provincias catalanas.
El segundo marqués de Comillas, Claudio López Bru, quiso decorar por su parte el salón de recepciones de su Palacio de Sobrellano (un palacio que su padre, el armador Antonio López, mandara construir en su villa natal, Comillas) con una obra mural dedicada al Embarque de Voluntarios de la Isla de Cuba.
En Cataluña, tras el éxito del Primer Batallón, la Diputación de Barcelona volvió a llamar a los jóvenes del país a alistarse con destino a Cuba. La convocatoria se hizo pública el 8-XI-1869 y quince días después, el día 23, marchaba de la capital catalana rumbo a la gran Antilla un Segundo Batallón compuesto por 1.150 hombres, embarcados en el vapor Santander. Cinco días más tarde, el domingo 28, un Tercer Batallón tomaba el tren con destino a Cádiz, donde acabaría embarcando para La Habana.[12]
Consta igualmente la expedición de un segundo batallón de voluntarios de Madrid, cuyos integrantes embarcaron en Cádiz mediado el XI-1869. En idéntica fecha embarcaron en el puerto de Santander otros dos batallones para Cuba, con dos mil hombres. Y hubo, asimismo, un batallón de voluntarios de Asturias. En total, en los últimos meses de 1869 se organizaron en la península diez nuevos batallones de voluntarios. Por eso, y a pesar de su indudable especificidad, es decir, de su marcado simbolismo particularista, cabe insistir en que la empresa de los “tercios catalanes destinados a la isla de Cuba”, impulsada por la Diputación de Barcelona, acabaría formando parte de una operación de mayor envergadura de alcance peninsular.
En total, el número de voluntarios catalanes que salieron en 1869 de Barcelona rumbo a Cuba fue de unos 3.600. Esa cifra multiplicaba por siete el número de los 475 voluntarios embarcados nueve años antes para la guerra de África. De hecho, el contingente de los voluntarios catalanes de 1869 triplicó el número de jóvenes que correspondía enviar a la isla por los municipios de la provincia de Barcelona en la quinta de ese año (1.164 soldados) y sumaba el equivalente al 15% de los jóvenes quintados en el conjunto de España. Es más, los 3.600 voluntarios alistados en Barcelona representaron el 10,4% del total de efectivos militares que se enviaron desde la península, entre noviembre de 1868 y diciembre de 1869, para sofocar la rebelión cubana”[13].
[1]. Arxiu de la Diputació de Barcelona (ADB), legajo 3.543, exp. 3
[2]. Periódico Diario de Barcelona, 19-II-1869, Pág. 1.585.
[3] . Periódico Diario de Barcelona, 22-II-1869, Pág. 1.690; 23-II-1869, Pág. 1.706; 25-II-1869, Pág. 1.771; 3-III-1869, Pág. 2.017; 4-III-1869, Págs. 2.050 y 2.073.
[4]. Piqueras Arenas, J.A. Cuestión social, colonialismo y grupos de presión, Madrid, Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, 1992, Págs. 303 y 304, ha señalado, por otro lado, que las remuneraciones ofrecidas eran equivalentes a las que “alcanza[ba]n sólo los trabajadores muy especializados”, en un contexto de alto desempleo, lo que explicaría el “aliciente mercenario” y el éxito de la operación. No obstante, buena parte de los alistados no eran desempleados, sino que, como señalaba Timoteo Capella, uno de los impulsores de la operación, en una carta dirigida a Víctor Balaguer, “cuasi todos han dejado las colocaciones que ocupaban, contando muchos de ellos que en acabando allí [en Cuba] la campaña encontrarán todos buenas colocaciones”.
[5]. Periódico Diario de Barcelona, 19-II-1869, Pág. 1.585; 3-III-1869, Pág. 2.041.
Moreno Fraginals, M. y Moreno Masó, J.J. Guerra, migración y muerte. (El ejército español en Cuba como vía migratoria), Oviedo, Ed. Júcar, 1993. Sobre la importancia del Ejército como instrumento para emigrar a Cuba. Moreno Masó, J.J., ha cifrado el número de “obreros y menestrales” en un 67% de los alistados, mientras que los “payeses” representaron el 12% y sólo había un 0,2% de fabricantes o propietarios.
[6]. Arxiu de la Diputació de Barcelona (ADB), legajo 560, exp. 2.
[7]. Periódico Diario de Barcelona, 3-III-1869, Pág. 2.017; 4-III-1869, Pág. 2.050; 5-III-1869, Pág. 2.090; 6-III-1869, Págs. 2.122 y 2.123; 14-III-1869, Pág. 2.450; 17-III-1869, Pág. 2.562.
[8]. Periódico Diario de Barcelona, 6-III-1869, Págs. 2.122 y 2.123; 8-III-1869, Pág. 2.211; 24-III-1869, Pág. 2.843; 27-III-1869, Pág. 2.938. La barretina se convirtió, desde el primer momento, en el símbolo identificativo de los Voluntarios, en la principal seña de identidad de una iniciativa que quería mostrarse como una empresa esencialmente catalana.
[9] . Riquer, B. de. La Diputació revolucionaria: 1868-1874, en Borja de Riquer (dir.), Historia de la Diputació de Barcelona, Barcelona, Diputación de Barcelona, 1987, vol. I, Pág. 206, señaló en su día que “la oficialidad [de los Batallones de Voluntarios] estuvo formada por militares profesionales nacidos en Cataluña”. Sin embargo, este extremo no aparece recogido explícitamente entre las instrucciones militares que conformaron el llamamiento.
[10]. Periódico Diario de Barcelona, 19-II-1869, Pág. 1.585; 28-III-1869, Pág. 2.890. A la prensa conservadora le interesaba hacer ver que entre los primeros alistados destacaban quienes habían participado en el cuerpo de voluntarios catalanes de la guerra de África o en alguna milicia de corte democrático: “hay muchos voluntarios de la libertad, un gran número de licenciados del ejército, [y] varios individuos del cuerpo de voluntarios catalanes que pasó a África”, Periódico Diario de Barcelona, 23-II-1869, Pág. 1.706. Consta, en otros casos, la presencia de algún alistado para Cuba cuyo padre “había muerto siendo voluntario en la campaña de África”, Periódico Diario de Barcelona, 24-XI-1869, Págs. 1.726 y 1.727.
[11]. Periódico Diario de Barcelona, 3-III-1869, Pág. 2.041; 6-III-1869, Pág. 2.164.
[12]. Periódico Diario de Barcelona, 19-XI-1869, Pág. 11.578; 20-XI-1869, Pág. 11.583; 14-XI-1869, Pág. 11.375; 18-XI-1869, Pág. 11.502; 23-XI-1869, Pág. 11.l67; 24-XI-1869, Págs. 11.726 y 11.727; 24-XI-1869, Pág. 11.749; 25-XI-1869, Pág. 11.767; 26-XI-1869, Pág. 11.829; 28-XI-1869, Pág. 11.825; 29-XI-1869, Pág. 11.925. Los expedientes personales de quienes integraron las 7.a y 8.a compañías del Segundo Batallón de Voluntarios catalanes se conservan en ADB, legajo 1.853.
[13]. USNA, Consulate (Barcelona), Despatches from U.S. Consuls in Barcelona. Spain, 10-XII-1869. El cónsul estadounidense de Barcelona, por el contrario, habla de 3.278 voluntarios alistados en Barcelona (incluyendo los aproximadamente 200 Tiradores de Madrid). La cifra de 34.500 soldados, oficiales y voluntarios embarcados para Cuba la ofrece el cónsul norteamericano de Barcelona.