... En el reciente 40º congreso “búlgaro” del PSOE en Valencia la egabrense denunció en un tono ridículamente mitinero, recibiendo un histérico aplauso de la militancia socialista: “Tenemos el fascismo español nuevamente organizado… Hay 52 escaños de fascistas organizados.”
Es el último episodio chusco en las izquierdas, como ya anticipé en un artículo (“¡Que viene el fascismo!”, La Crítica, 25-3-2019), intentando un remake político del famoso cuento Pedro y el lobo.
Lo que me molesta particularmente es el hecho de que Carmen Calvo Poyato sea colega profesional y presuma de ello en exceso (ella es profesora titular de Derecho Constitucional; yo soy catedrático –aunque jubilado– de Teoría del Estado y Derecho Constitucional). Parece que algunos “constitucionalistas” presentan una grave carencia de teoría del Estado o teoría política. En cualquier país civilizado una opinión ignorante como la citada descalificaría para ejercer la docencia universitaria.
Los socialistas, especialmente en España, siempre han pretendido ignorar que el fascismo fue y sigue siendo una herejía socialista, fundada por Mussolini, que era uno de los líderes teóricos del Partido Socialista Italiano, ganando la admiración de Lenin en 1912 (congreso de Reggio-Emilia) por sus posiciones radicales frente a los reformistas. En 1915-19, cuando inventa el fascismo, Mussolini abandona el internacionalismo declarándose nacionalista, pero seguirá siendo anti-capitalista, anti-liberal, y anti-parlamentario. Es decir, un socialista heterodoxo, colectivista/estatista en favor de la “justicia social”.
Prácticamente, el mismo perfil de ciertas tendencias autoritarias en el PSOE después de la primera Guerra Mundial tras la quiebra de la segunda Internacional. En los años 1930s, durante la Segunda República española, como públicamente señaló el dirigente e intelectual socialista Julián Besteiro –refiriéndose a la tendencia liderada por Francisco Largo Caballero, el “Lenin español”– el PSOE “tenía más rasgos de organización fascista que la CEDA” (S. G. Payne, La Europa Revolucionaria, Madrid, 2011, p. 221).
El rasgo compartido por Largo Caballero con el comunismo de Lenin y el fascismo de Mussolini en realidad era un cierto totalitarismo, concepto nuevo en la política del siglo XX, formulado en 1918 por el periodista alemán Alfons Paquet describiendo a Lenin, y empleado en 1923 por el liberal italiano Giovanni Amendola refiriéndose a Mussolini.
Solo la ignorancia y la idiotez explican que una persona que ha sido vicepresidenta primera del gobierno español haga hoy tal discurso cutre “antifascista” refiriéndose a Vox y sus 52 diputados en el parlamento español, aunque evidentemente expresa un sentimiento y opinión generalizados en el PSOE, compartidos con sus aliados izquierdistas y separatistas.
En los años 1930s, poco antes de que fuera asesinado en 1935 por los gansters de su propio partido (siendo rival de F. D. Roosevelt en las primarias presidenciales), el gobernador y senador demócrata de Louisiana, Huey Long, predijo que el fascismo llegaría a los Estados Unidos disfrazado de “antifascismo”.
Tal predicción se ha internacionalizado. No hay hoy partido, grupo o dirigente político de extrema izquierda que se precie en todo Occidente que no se considere “antifascista” y utilice sistemáticamente el insulto “fascista” contra liberales y conservadores, con una agresividad retórica –y a veces, violencia material– más propia, precisamente, del fascismo.
Modestamente he denunciado ese peculiar travestismo político (“Antifa”, La Crítica, 3-10-2017; “Madrid será la tumba del Antifascismo”, Libertad Digital, 16-4-2021, y La Crítica, 19-4-2021), cuya expresión más violenta expusieron y criticaron en EEUU, durante la pandemia del covid-19, valientes periodistas como Laura Logan y Andy Ngô.
Carmen Calvo Poyato llega al “antifascismo” desde las posiciones de un feminismo radical que en cierto modo es un travestismo del machismo fascista. Es el mismo discurso, más hipócrita y en apariencia sofisticado, que hace pocos días escuchábamos a la activista norteamericana Gloria Steinem al recibir el premio Princesa de Asturias, comparando a Donald Trump con Hitler, al mismo tiempo que hacía una velada apología del aborto e invocaba las inevitables obsesiones izquierdistas relativas a la ideología de género, al racismo sistémico y al cambio climático.
El objetivo último –consciente o inconscientemente– de Carmen Calvo Poyato es contribuir mendazmente a deslegitimar a Vox como partido de “fascistas organizados”, de igual manera que Gloria Steinem lo hace al “nazi insurreccional” Trump, con burdas técnicas subliminales inspiradas en la vieja Komintern, para justificar la eventual ilegalización de sendos e insufribles enemigos.