En la cultura islámica, desde sus comienzos tribales, la cultura y la norma religiosa es el eje central de toda la vida civil del islamista. Se mantiene como obligación por todos los sustratos sociales de esas comunidades, mientras que en Occidente, la cultura estaba reservada en términos generales a los clérigos, conventos o monasterios y a algunos grandes señores que no a todos. Sin embargo, la cultura reforzada con la invención de la imprenta abrió un amplio horizonte especialmente en las regiones cristianas apoyando con ello la difusión del conocimiento y de manera colateral el acceso al mismo de muchas gentes que por su posición social, no hubieran tenido tal posibilidad.
Como derivada de lo anterior, y referente a España, muchos grandes señores se iniciaron en el mecenazgo de sus criados y servidores de confianza para que alcanzaran una instrucción acorde a sus habilidades y que servirían además para ayudar a la gobernanza de sus propios estados. Son muchos los ejemplos que podrían citarse pero hay uno en particular que viene hoy a protagonizar el relato correspondiente de HISTORIA Y CULTURA, como es el caso del mestizo Juan Latino, también llamado Juan de Sessa.
De nacionalidad etíope, nacido en 1518, podría ser la primera persona de color que hubiese alcanzado estudios universitarios y obtuviera una cátedra en Granada y del que tanto Cervantes como Lope de Vega, mecenado por el duque de Sessa, hicieron excelentes comentarios acerca de su trabajo y capacidad. Siendo hijo de una esclava, pasó al servicio de Gonzalo Fernández de Córdoba, nieto del Gran Capitán, compartiendo juegos y amistad.
El joven Gonzalo de Córdoba como futuro duque de Sessa y conde de Cabra, inició su instrucción y educación propias del tiempo que le tocó vivir, pero al igual lo hizo su compañero de juegos, nuestro protagonista, Juan Latino, al que también denominaban Juan de Sessa. Al poco un profesor, Pedro de la Mota, se fijó en aquel joven africano y viendo sus deseos de aprender, más que otros que ocupaban las aulas, le invitó a entrar en ellas, y de este modo apoyado y con el entusiasmo de su señor y amigo el duque, emprendió una carrera de estudios en Gramática y Lengua Latina. A medida que transcurrió el tiempo y con el beneplácito de Sessa y el apoyo de los poderosos, Juan Latino se convirtió en profesor para posteriormente ocupar la cátedra.
Compuso un poema épico entre otras obras, Austriadis Carmen, a modo de La Eneida de Virgilio, haciendo una elogiosa alabanza de la victoria de don Juan de Austria sobre los otomanos en la batalla de Lepanto. Igualmente y con verdadera habilidad supo atraerse con el tiempo la simpatía del rey Felipe II construyéndole composiciones poéticas con el propósito de que los restos mortales de los Reyes Católicos, sus bisabuelos, no fueran inhumados en el panteón de El Escorial como era deseo del rey Felipe. Su actitud y razonamientos convencieron al todopoderoso monarca quien aceptó que los restos de sus insignes antepasados siguieran descansando en la Capilla Real de Granada.
Juan Latino se casó con la hija del administrador de su amigo el duque de Sessa, Ana Carleval. Sessa supo superar los impedimentos sociales de aquel entonces para que aquel matrimonio pudiera llevarse a cabo debido a los condicionantes que implicaban la unión entre un africano y una dama de cierta alcurnia con la que tuvo varios hijos.
Aquella sociedad española donde Andalucía recibía a los esclavos traídos para el servicio de los grandes señores era al tiempo una estructura abierta y comprensiva cuando se daban determinadas circunstancias, pues el caso de Juan de Sessa no fue el único y muchos esclavos encontraron en España el espíritu solidario y abierto propio de nuestra nación que se incrementó cuando fue nombrado arzobispo de Sevilla Gonzalo de Mena, verdadero ejemplo de práctica cristiana, quien a final del siglo XIV, tras haber sido consejero y tutor de Enrique III de Castilla, y ya como arzobispo, edificó un asilo para atender a cuantos esclavos allí acudieran. De esta iniciativa surgió una Hermandad solidaria formada por los esclavos «los negritos». Hoy día es la Hermandad de la Semana Santa más antigua que se conserva.
Iñigo Castellano Barón