Conviene, en el fragor de lo inmediato, detenerse y poner el foco en lo que de sustancial tiene nuestra historia y nosotros mismos. Los empujes del exterior contra nuestro papel en la Historia ha sido habitual desde hace varios siglos, como lo ha sido su asunción por una parte significativa de las élites intelectuales y políticas españolas incrementando, así, la potencia de dichos empujes. (...)
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Hoy, en España, en su interior y en su vida política, prevalece ese rechazo a lo particular y a lo universal de España como concepto, como Nación, como Estado y hasta a su capacidad como sociedad para afrontar no solamente su futuro sino su presente. Y nada más lejos de la realidad, siendo que España es una de las pocas naciones históricamente definidas, cultural y socialmente avanzada, además de estar amparada por un Estado democrático y sólido.
Las tensiones interiores -con repercusión internacional- que por un lado el independentismo y por otro el adanismo generan intentando subvertir nuestra estructura social, económica y política, hay que verlas como lo que son: efectos secundarios del cambio de época que, de la mano de las nuevas tecnologías y la globalización, multiplican su efecto aparente sin dejar de ser un incómodo sarpullido que padecen, como nosotros, el resto de sociedades y Estados no solo de nuestro entorno sino de todo el mundo.
Es cierto que actualmente la representación política de la ciudadanía y, por tanto, los rectores de nuestra vida política, son más proclives a dar pábulo a las citadas tensiones, lo cual no debe hacernos olvidar que está en nuestras manos -gracias a que somos una democracia bastante consolidada- cambiar ese rumbo devolviendo las mismas tensiones a su entorno natural: la libertad de expresión, pero lejos de la accción política.
Por eso el futuro de España es esperanzador. La posibilidad del cambio de rumbo cada cuatro años es un tesoro que para sí quisieran otras sociedades subyugadas por sistemas menos democráticos cuando no directamente totalitarios.
Dentro de dos días celebraremos en España el Día de la Hispanidad, para orgullo de todos los españoles. Tengan ustedes la seguridad de que ni los empujes de los señores Biden, Castillo o López Obrador, entre otros muchos, sumados a los de los señores Puigdemont y otros honorables ciudadanos españoles no pasan de ser una leve brisa ni siquiera precursora de tormenta e incapaz de cambiar el rumbo de España que, por otro lado, hace tiempo que llegó a su destino.