Aclaro al lector que no pretendo practicar la “Memoria Histórica” sino relatar simples recuerdos personales de importantes personalidades en la Transición española a la democracia. La memoria no es historia, es algo subjetivo y con frecuencia distorsionado por la nostalgia, los sentimientos, los deseos e intereses varios –aunque no siempre seamos conscientes de ello–. Pero, pese a todo, es algo valioso que merece cuidarse y conservarse.
En el título menciono a tres de los más importantes actores de la Transición española. Al cuarto –y probablemente junto al Rey el más decisivo de todos, Suárez– ya dediqué hace tiempo un ensayo propio (“Adolfo Suárez in memoriam”, La Crítica, 30 de marzo de 2016). (...)
... Las pequeñas memorias que relato aquí son exclusivamente anecdóticas, sobre las circunstancias en que conocí personalmente a tales personalidades, y su importancia o relevancia históricas requerirían una mayor elaboración, que no hago ni pretendo en este momento.
Tierno
En 1971 –hace ahora exactamente 50 años– obtuve mi licenciatura universitaria en Ciencias Políticas por la Universidad Complutense de Madrid. En los últimos años de la carrera, por mediación del profesor Raúl Morodo, conocí a don Enrique Tierno Galván, el Viejo Profesor, y me incorporé al seminario (sobre marxismo y otros temas políticos) que impartía en su despacho/bufete de la calle Marqués de Cubas. Tierno era entonces el referente más importante del socialismo democrático dentro de España (los principales líderes del PSOE estaban exiliados, y Felipe González era todavía un desconocido).
En el entorno de Tierno conocí a intelectuales, profesionales y universitarios que tuvieron entonces un cierto papel en el socialismo “tiernista” del PSI/PSP y que posteriormente –no todos– lo tendrían en el del PSOE: Raúl Morodo, Fernando Morán, Jorge Enjuto, Elías Díaz, Pablo Lucas Verdú, Carlos Moya, José González Deleito, José Vidal Beneyto, Emilio Casinello, Manuel Medina, Donato Fuejo, Manuel Mora, Javier Paulino, Marcelino Lobato, Luis García San Miguel (éste pronto se decantó por una ideología más bien liberal, que yo también seguiría años más tarde), Francisco Bobillo, José Bono, Pedro de Silva, Manuel Mella, Antonio Rovira, Juan González Encinar, Pedro Bofill, Manuel Sánchez Ayuso, Bernardo Díaz Nosty, Ventura Pérez Mariño, Pablo Benavides, Andrés de Blas, Javier Nart, Juan March Noguera, etc. Nombro a los que yo conocí y tuvieron un papel destacado en el socialismo “tiernista”. No menciono a otros más jóvenes, estudiantes, o militantes en provincias.
Obsérvese que en la lista no hay mujeres. Las primeras que conocí más tarde asociadas al PSP fueron Soledad Balaguer, Aranzazu Echevarría, Mar Sanz, Margarita Orejas y Carmen Díez de Rivera.
Aparte del seminario semanal en la calle Marqués de Cubas, cuando Tierno cambió su despacho a la calle Marqués de Urquijo, muy cerca de su residencia familiar en la calle Ferraz, lo traté con más frecuencia y cercanía. En 1976, con 29 años, fui elegido secretario de Relaciones Internacionales del PSP, y ese mismo año defendí mi tesis doctoral en la Universidad Complutense ante un tribunal en el que estaba el profesor Tierno (junto a los profesores Carlos Ollero, Luis González Seara, Carlos Moya y Miguel Martínez Cuadrado).
No olvidaré otro hecho importante del mismo 1976: la vuelta a la Universidad de Salamanca del Viejo Profesor (de la que había sido expulsado por el franquismo), en un acto en el que le acompañamos Manuel Mella y yo. La noche anterior, cenando con Tierno en el modesto hostal salmantino donde se alojaba, le sugerí que debería mencionar las famosas palabras atribuidas a Fray Luis de León “Como decíamos ayer…” Al Viejo Profesor le pareció oportuno, pero al día siguiente en su discurso comenzó con la frase ligeramente modificada: “Como decíamos antes de ayer…” (Su ausencia de más de veinte años de las aulas universitarias efectivamente había sido mucho más prolongada que la del famoso fraile expulsado por la Inquisición).
Tierno tuvo la amabilidad de acompañarme en León (yo era candidato al Congreso y aunque no tuve suerte la campaña fue una magnífica experiencia) durante las primeras elecciones democráticas de 1977, en un gran mitin que se celebró en el Palacio de Deportes, ocasión en la que le presenté a mi padre, que vino desde Madrid para asistir al acto.
Tras la unidad del PSP con el PSOE en 1978, en cuya comisión negociadora participé con los “tiernistas” Morodo y Morán frente a Alfonso Guerra, Luis Yáñez y Luis Gómez Llorente, visité con frecuencia al Viejo Profesor en su nuevo despacho como Presidente de Honor del PSOE, y desde 1979 como Alcalde de Madrid. En ese tiempo había comenzado ya mi distanciamiento gradual de la militancia política partidista y del socialismo, siguiendo una senda liberal que, como dije, había anticipado mi querido amigo el catedrático de Filosofía del Derecho Luis García San Miguel.
Carrillo
A Santiago Carrillo lo conocí personalmente en Roma, creo que en el verano de 1976, durante un acto de la oposición democrática española en el Teatro de las Artes, apoyando la legalización del PCE. Yo asistí en representación del PSP y leí un pequeño discurso de parte de Tierno. Junto a Carrillo estaban La Pasionaria y los líderes italianos de las izquierdas, Enrico Berlinguer (PCI) y Bettino Craxi (PSI). Después fui invitado a una cena con ellos en el Hotel Leonardo (a la que asistieron también algunos personajes siniestros, estalinistas históricos del comunismo italiano como Luigi Longo alias “Comandante Valerio” y Vittorio Vidali alias “Comandante Carlos”).
Más adelante, durante una reunión de la Junta Democrática de Madrid en mi apartamento de la calle Puerto Rico, Ramón Tamames y César Alonso de los Ríos (entonces ambos en el PCE) nos comunicaron que Carrillo estaba ya en España, de manera clandestina, después de su famoso viaje disfrazado con una peluca. Poco después le acompañamos (yo fui con Tierno y otros del PSP) en el entierro e impresionante manifestación por los abogados asesinados en el bufete de la calle Atocha.
Años más tarde, creo que en el verano de 1981 o 1982, asistí a una cena con Carrillo, Raúl Morodo y Pina López Gay, en el restaurante El Pescador de Vilanova i la Geltrú, cerca de Sitges, donde la Universidad Internacional –en la que trabajábamos– tenía un programa. Después de la cena fuimos todos a la discoteca L´Atlàntida, y sugerí a Pina que bailara con Carrillo, lo cual fue un acontecimiento en la prensa catalana y nacional, ya que Carrillo era líder del PCE, pro-soviético, y Pina era conocida como dirigente de la Joven Guardia Roja del PTE, pro-chino.
Nunca simpaticé políticamente con Carrillo, aunque muchos amigos míos, aparte de Tierno y Morodo, eran “carrillistas”, por ejemplo José Vidal Beneyto, Enrique Curiel, Ramón Tamames, y el dirigente portugués Mário Soares, que siempre lo ponía como ejemplo de –para mí un oxímoron– “comunismo democrático”, lo que entonces se conocía como Eurocomunismo. Para mí Carrillo era un recuerdo demasiado vivo de la Guerra Civil y de la infame masacre de Paracuellos, pero valoré su reconocimiento de la bandera nacional y del papel del Rey.
La última vez que le vi, poco antes de su muerte en 2012, fue en un “cóctel” con motivo de la presentación en Madrid del documental Queridos intelectuales de mi amigo Carlos Cañeque, y por las mismas fechas aproximadamente en una charla poco interesante que dio en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Complutense en Somosaguas.
El Rey
Antes que a Don Juan Carlos conocí personalmente a su padre, Don Juan. En representación del PSP (junto a Marcelino Lobato y Ventura Pérez Mariño) asistí a la última cena en Estoril, junio de 1975, antes de la muerte de Franco, que con motivo de su onomástica cada año venían celebrando los monárquicos “juanistas” en la localidad portuguesa. Tierno había proclamado que la Monarquía democrática era la “salida”, si no la “solución”, a la dictadura franquista, y el PSP era el único partido de las izquierdas, entonces en la Junta Democrática, que apoyaba la alternativa que representaba Don Juan, frente al “juancarlismo”, reputado como franquista.
El PSP actuaba como auténtica bisagra legitimadora: cara a las derechas legitimaba a los comunistas, y cara a las izquierdas legitimaba a la Monarquía.
Personalmente defiendo la Monarquía como institución histórica y parte integral de la cultura liberal española, y no entiendo a los que decían que no eran monárquicos sino “juanistas” o “juancarlistas”.
La importancia histórica de Don Juan Carlos es que fue capaz de unir a una mayoría de los españoles (franquistas y anti-franquistas, juanistas y juancarlistas) para el proyecto de una Monarquía constitucional y parlamentaria en la Transición española a la democracia.
En 1980, durante la inauguración de los cursos de verano de la Universidad Internacional en Santander, recibí el encargo por el nuevo rector Morodo de actuar como “maestro de ceremonias” con los Reyes de España, y en tal ocasión tuve el honor de presentar mi maestro, el gran hispanista norteamericano Stanley G. Payne –primer conferenciante de aquel verano– a Don Juan Carlos.
Años más tarde fui invitado a la celebración de su onomástica en los Jardines del Moro del Palacio de Oriente, por haber sido profesor de Ciencia Política de su hija la Infanta Cristina en la Universidad Complutense. Creo que esa fue la última vez que le vi en persona, acompañado de toda la familia real.
Pasaron casi veinticinco años cuando publiqué un artículo en el que sugería la abdicación voluntaria del Rey: "El fin del juancarlismo" (Libertad Digital, 9 de diciembre de 2012).