Dedicado a la familia de Juan de la Cierva.
Esta gente está chiflada.
Según parece toca ahora barrer de nuestra Historia a personajes únicos e ilustres como Juan de la Cierva, Ramón y Cajal, o Gregorio Marañón, en aplicación de los criterios de la Secretaría de Estado de Memoria Democrática, que alberga a los actuales “tacañones” de la gubernamental y antidemocrática Ley de Memoria Histórica Antifranquista. Eso sí, amparados por el sobrevenido a Gran Inquisidor de la Democracia Sanchista, el funcionario, economista, diplomático y contador de batallitas perdidas de la Guerra Civil, que no historiador, el inefable catedrático –es de suponer que emérito por octogenario-, el madrileño Ángel Viñas Martín. (...)
... Para reforzar los argumentos esgrimidos por la dicha Secretaría de Estado de Memoria Democrática en los informativos televisados, para condenar al ostracismo a nuestro ínclito Juan de la Cierva y Codorníu, inventor del autogiro, ingeniero y aviador, aparece el tal Ángel Viñas con expresión diabólica –que me sorprendió un tanto el verlo de esta guisa– afirmando con énfasis que, sí, sí, él proporcionó el avión que llevó al general Franco de Canarias a Tetuán para hacerse cargo de la sublevación, sí, sí, él lo sabía, lo sabía, sabía que el avión –el famoso Dragon Rapid– era para eso, era para Franco, para Franco, para Franco… dándole igual que ese extremo nunca haya podido ser confirmado, y digo yo, ¡aunque lo hubiera sido!
Lo que es un hecho cierto es que Juan de la Cierva, que falleció en accidente de aviación en diciembre de 1936, con poco más de cuarenta años de edad, en la Inglaterra donde vivía, fue conocedor del asesinato de su hermano Ricardo –padre del historiador Ricardo de La Cierva– un mes antes en Madrid, en las terribles matanzas de Paracuellos propiciadas por las autoridades republicanas, hechos estos fuera del ámbito, por supuesto, de la gubernamental y antidemocrática Ley de Memoria Histórica. La muerte de Ricardo de La Cierva y Codorníu estuvo envuelta en una sarta de mentiras del gobierno republicano que, mientras garantizaba su vida al cuerpo diplomático que la reclamaba, lo conducía junto a otros cientos de infelices a su desastrosa muerte el 7 de noviembre de 1936.
Abortando la intención, hoy, del gobierno murciano, de homenajear a uno de sus ciudadanos más preclaros dándole su nombre al aeropuerto de Murcia, y haciendo desaparecer también su nombre del Premio Nacional de Investigación Juan de la Cierva, es de esperar que pronto se produzcan hechos parecidos en los Institutos de Educación Secundaria de Getafe, Madrid, Málaga, Murcia, Puente Genil, Totana y Vélez-Málaga que llevan su nombre; en el Instituto de Formación Profesional Español de Tetuán, que lleva su nombre; en los barrios, calles y plazas de Arganda del Rey (Madrid), Barberá del Vallés (Barcelona), Cádiz, Don Benito (Badajoz), Getafe, La Coruña, La Felguera (Asturias), Marbella (Málaga) y Mataró (Barcelona), que llevan su nombre, así como otros muchos monumentos, estadios… hasta el salón de actos de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Aeronáuticos de la Universidad Politécnica de Madrid, que también lleva su nombre…
Sirvan estas líneas de homenaje a Juan de La Cierva y Codorníu, visionario e inventor español, y a toda su familia, que tantos timbres de gloria dieron a España, en estos momentos en que un grupo de barrenderos, carentes incluso de la dignidad de tan honrosa profesión, son los encargados por el pueblo español de reescribir su Historia.