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El COVID-19 probablemente nació en un laboratorio: el diablo está en los detalles

Las dos modificaciones con ganancia de función del CoV RaTG13 del murciélago que promueven la transmisión a humanos y convierten al CoV RaTG13 en el SARS-CoV-2. (Ilustración del autor).

UN POCO DE CIENCIA NUNCA VIENE MAL...

LA CRÍTICA, 25 MAYO 2021

Ariel Fernández Stigliano | Martes 25 de mayo de 2021
Conocer el origen del SARS-CoV-2, el agente que causó la pandemia del COVID-19, es una imperiosa necesidad para prevenir futuras catástrofes similares, y tal vez también para procurar alguna forma de resarcimiento si hubiera responsabilidades que atribuir en este desastre. (...)

... Apresuradamente, ni bien se desencadenó la pandemia, una multitud de científicos salió acaloradamente a la palestra publicando artículos para sostener enfáticamente que el SARS-CoV-2 era un producto de la evolución natural de algún coronavirus del murciélago y por lo tanto el resultado de alguna ventaja de aptitud que importaría adoptar al humano como huésped. Esta hipótesis sigue siendo defendida con singular vehemencia hasta el día de hoy, basta ver la reciente nota publicada por Angela Rasmussen en Nature Medicine intitulada “Sobre el origen del SARS-CoV-2” [1]. Todos estos alegatos a favor del origen natural del virus tienen mucho en común: son todos algo enclenques en su argumentación científica, pero vehementes en su defensa, y parejamente vehementes en su condena de la conjetura de que el SARS-CoV-2 podría haberse originado en un laboratorio. Se refieren invariablemente al origen artificial del COVID-19 en términos como “ridícula teoría conspirativa”. Esta ha sido la postura dominante desde que se desató la pandemia en febrero de 2020 hasta este mes de mayo de 2021. En sus informes, que son de dominio público, también se advierte que la O. M. S. (organización mundial de la salud) con gran premura y en términos exaltados ha salido desde un principio a defender la teoría del origen natural del virus. La O.M.S. advierte asimismo que nadie tiene derecho a propagar desvaríos conspirativos que propugnen un origen no natural del virus del COVID-19, los cuales deben ser debidamente sancionados poco menos que como atentados a la paz mundial.

Por otro lado, hace rato que el Instituto de Virología de Wuhan (IVW), provincia de Hubei, R. P. China, viene jugando a un juego peligroso. Desde el 2007 la investigadora Zheng-li Shi del IVW trata de inducir la transmisibilidad del coronavirus (CoV) del murciélago a humanos, so pretexto de estudiar posibles escenarios de “derrame” (spillover) y así ayudar a prevenir una futura catástrofe para la salud pública. Esto lo señalan Rossana Segreto y Yuri Deigin en su trabajo “La estructura genética del SARS-CoV-2 no permite descartar que se haya originado en el laboratorio” [2]. La investigación en que se embarcó el IVW, conocida como de “ganancia de función” fue aparentemente motivada por un incidente donde unos mineros expuestos a murciélagos infectados que habitaban en cuevas presentaban ciertos síntomas de infección respiratoria. A nivel molecular, sin embargo, el CoV del murciélago no se une al receptor expresado en la superficie de la célula humana, condición necesaria para el ingreso del virus y punto de partida de la infección. Entonces para estudiar transmisibilidad a humanos, la Dra. Shi no tuvo mejor idea que fabricar quimeras “hombre-murciélago” usando técnicas de biología molecular y manipulación genética, en donde se insertaba en el CoV del murciélago un dominio de adhesión al receptor (siglas RBD, del inglés) que fue adaptado en el laboratorio para el anclaje a la célula humana. De esa manera, la Dra. Shi pretendía convertir al humano en huésped del CoV del murciélago. Con esta información en mano, ya podemos empezar a sospechar que la hipótesis del origen natural del SARS-CoV-2, tan vehemente sostenida, quizá no sea tan sólida.

Como es natural, el apresuramiento y efusividad en defender una posición como el origen natural del SARS-CoV-2 despertó sospechas y escepticismo en la comunidad científica y en la gente educada en general. Estas sospechas motivaron una extensa investigación por parte de Nicholas Wade, un periodista especializado en cuestiones científicas que contribuye con asiduidad a medios tales como Nature, Science y el New York Times. Wade desafía la teoría del origen natural del SARS-CoV-2 en un extenso artículo publicado en mayo de este año en el Bulletin of Atomic Scientists intitulado “Origen del COVID: Quien abrió la caja de Pandora en Wuhan, la gente o la naturaleza?” [3] Wade corrobora que la fabricación de quimeras mediante manipulación del CoV del murciélago con ganancia de función llevaba haciéndose en el IVW desde hace más de una década. Como lo sabemos? Porque el IVW recibió un subsidio del NIH estadounidense (Institutos Nacionales de la Salud) aprobado por Anthony Fauci, el asesor de Trump para la crisis del COVID-19. La descripción de los trabajos que reciben subsidios del NIH es siempre de dominio público por tratarse de dinero de los contribuyentes procurado a través de impuestos federales. Ademas sabemos que ningún instituto de los EE UU podía hacer estudios de ganancia de función con virus. Esto es así pues existe legislación promulgada durante la administración de Barak Obama que prohíbe la manipulación de “gérmenes monstruosos”, declarando una moratoria en la investigación de ganancia de función para convertir en armas biológicas a los virus relacionados con la influenza, el síndrome respiratorio de Oriente Medio (MERS) y el SARS. Por ello, el subsidio del NIH fue subcontratado al IVW por parte del contratista del NIH, que en este caso era EcoHealth Alliance.

Y a propósito de EcoHealth, gracias a Wade sabemos también que la defensa a ultranza de la teoría del origen natural del COVID19 fue coordinada y bocetada por Peter Daszak, quien, oh casualidad!, es el presidente de la EcoHealth Alliance, la organización que subcontrató al IVW. Obviamente, si el SARS-CoV-2 escapó del laboratorio, Daszak tendría una responsabilidad significativa en la catástrofe.

Pero para decidir cuál de las dos teorías es la correcta, adentrémonos en la escena misma del crimen. Conocemos el genoma del SARS-CoV-2, que fue secuenciado. Como informan Segreto y Daigin [2], sabemos que es casi idéntico al del CoV RaTG13 del murciélago, excepto por el RBD. Esta región proviene del CoV del pangolín, un mamífero en extinción, y fue insertada mediante modificaciones genéticas en el CoV RaTG13. A diferencia del RBD del murciélago, el RBD del pangolín tiene cierta afinidad por el receptor humano de la ACE2 (angiotensina convertasa 2, un regulador de la presión arterial) que usa el SARS-CoV-2 para infectar al humano, pero esa afinidad no es suficiente para promover la infección. Sin embargo el RBD proveniente del pangolín que aparece en el SARS-CoV-2 tiene algunas ligeras mutaciones que maximizan su afinidad por la célula humana.

Este “accidente” sugiere la intervención humana, pues esa precisa hibridación le confiere al CoV RaTG13 la habilidad de saltar de murciélago a humano, lo cual nunca ha sido visto en ninguno de los otros virus de la familia SARS2. Para que esta recombinación surja naturalmente, un murciélago infectado con el CoV-RaTG13 tendría que infectar un pangolín, a su vez también infectado con su propio CoV, y en la misma célula del pangolín tendría que ocurrir la recombinación. Ello no es factible pues la población de pangolines es bajísima y la de infectados, menor aún, y además ambas especies tienen nichos ecológicos muy distantes. Además el CoV del murciélago no reconoce al receptor del ACE2 en la célula del pangolín, por lo tanto no se ancla a ella y entonces no la penetra, según nos refieren Segreto y Deigin [2]. Es decir, no se dan a nivel molecular las condiciones necesarias para que la recombinación quimérica murciélago-pangolín que se observa en SARS-CoV-2 pueda darse naturalmente.

Como si estas recombinaciones no revistieran suficiente peligro, el SARS-CoV-2 tiene un activador de infección, un “detonador” que no está presente en el CoV-RaTG13 del murciélago y que solo se encuentra en virus de otra familia, la del MERS. Para entender mejor este punto, es preciso describir el mecanismo de activación del SARS-CoV-2 que faculta su penetración en la célula humana. La activación es generada por una reacción enzimática, donde la enzima, llamada furina, es segregada por la célula humana. La enzima corta la unión de dos subunidades de la espira del virus, llamadas S1 y S2 (figura 1). Una vez que ocurre el corte, las subunidades adquieren funciones específicas que le permiten iniciar la infección: La S1, que contiene en RBD del pangolín adaptado, se convierte en ancla del virus a la célula humana, mientras S2 se convierte en el arpón que penetra la célula humana y promueve la fusión de su membrana con la del virus [4,5]. Como dijimos, el SARS-CoV-2 tiene un sitio de activación que no está presente en el CoV-RaTG13. Fue agregado insertando el casete de ADN de 12 unidades TCCTCGGCGGGC. Ese casete no fue insertado al genoma del virus en la forma que lo haría la naturaleza, como argumentan Segreto y Deigin [2]. Hay algo más extraño aún: según el código genético que rige la traducción de ADN a proteína, la región CGGCGG codifica para dos argininas (arginina es uno de los veinte tipos de amino ácido que constituyen las proteínas). Hay mucha redundancia en el código genético, vale decir que hay varias formas de codificar para la arginina. Los virus naturales de la familia del SARS-CoV-2 casi nunca usan CGG para codificar arginina y jamás usan la combinación CGGCGG para codificar dos argininas seguidas, como aparece en el injerto activador del SARS-CoV-2. He aquí el revolver humeante (smoking gun) encontrado en la escena del crimen. O si prefieren los lectores, aquí esta la huella digital que necesitábamos para pedir condena.

Más allá de las elocuencias y las descalificaciones rimbombantes de quienes defienden a ultranza la idea de un origen natural del COVID-19 [1], están los detalles y, como dice el dicho “en los detalles está el diablo” (“the devil is in the details”). Es en esos detalles, en eso mínimos aspectos moleculares, donde están la pista de la intervención humana en la construcción del SARS-CoV-2.

Ya sea por mero interés científico, o por evaluar sus ramificaciones bélicas, todo parece indicar que Anthony Fauci, Zheng-li Shi y Peter Daszak se embarcaron en un juego peligroso y que su Golem se les fue de las manos. Los tres, y la O. M. S. tendrán muchas explicaciones que dar a la sociedad. Para ser benignos, digamos que aquí no hubo conspiración, sino más bien torpeza. La embajada americana tenía conocimiento de las deficientes condiciones de bioseguridad con que se creaban las quimeras hombre-murciélago en el IVW. Sin embargo, cuando a esas quimeras se les agrega el activador, uno colige que la intención no era meramente evaluar la posibilidad de derrame creando una ganancia de función que permita la transmisibilidad a humanos. Ahora estamos frente a la alarmante posibilidad de crear un virus peligroso, más peligroso que los que existen en la naturaleza.

Estas observaciones invitan a la casi inevitable conclusión que hubo manipulación humana y hubo encubrimiento en el desarrollo del SARS-CoV-2. Una interrogación aguda de Shi, Fauci y Daszak y un examen minucioso de los cuadernos de laboratorio del IVW podría arrojar luz en el asunto y corroborar, o derribar, esta aseveración. Lamentablemente, en este sentido encontramos también otro indicio de encubrimiento, ya que la base de datos de internet del citado instituto ha sido eliminada.

Referencias

  • Rasmussen, A. (2021) On the origins of SARS_CoV-2. Nature Medicine vol. 27, 8–9.
  • Segreto, R., and Deigin, Y. (2021) The genetic structure of SARS-CoV-2 does not rule out a laboratory origin. BioEssays vol 43, 2000240.
  • Wade, N. (2021) The origin of COVID: Did people or nature open Pandora’s box at Wuhan? Bulletin of the Atomic Scientists, May 5, 2021.
  • https://thebulletin.org/2021/05/the-origin-of-covid-did-people-or-nature-open-pandoras-box-at-wuhan/

  • Fernández, A. (2020) Targeted Disassembling of SARS-CoV-2 as It Gets Ready for Cell Penetration. ACS Medicinal Chemistry Letters vol 11, 2055–2057.
  • 5. Fernández, A. (2021) Toward the Next-Generation COVID-19 Vaccines That Circumvent Antigenic Drift while Defusing Viral Infection. ACS Pharmacology and Translational Science vol 4, 1018-1020.