... Seis décadas que en los futuros anales históricos se analizarán, tal hiciera Tucídides en su Historia de la Guerra del Peloponeso (suscitando la admiración, entre otros, de Thomas Hobbes), respecto a la Democracia Ateniense, como la crónica de una gran decadencia de nuestra Civilización Occidental.
En el caso griego, por la contundencia de los factores bélicos en una “guerra caliente”, el proceso duró menos (la mitad, o exactamente 27 años). El proceso de degeneración política y moral, es decir cultural, en los Estados Unidos de América (desde la “Counter Culture” de los años 1960s hasta la “Cancel Culture” promovida hoy por la coalición Biden), en el contexto de una “Guerra Fría” y los impulsos de la globalización, ha tenido una duración más prolongada.
Al ocupar la Casa Blanca, tras la toma de posesión del cargo el pasado mes de Enero, el presidente Joe Biden sorprendió a todos colocando un busto de César Chávez en el despacho oval. También colocó en otra estancia uno de Robert F. Kennedy (ambos, en mi opinión, de muy dudosa calidad artística).
El nuevo presidente homenajeaba así una relación política basada en una afinidad por la “justicia social” según la Iglesia Católica, de los católicos Kennedy (concretamente de Bob Kennedy y algunos de sus hijos) con el activista católico hispano Chávez, que fue muy publicitada desde los años sesenta. Chávez a su vez, “organizador comunitario” de la escuela de Saul Alinski, fue discípulo junto a Hillary Clinton y Barack Obama de las ideas radicales del profesor de Chicago (véase la muy pertinente y poco citada biografía crítica sobre Chávez de Ralph de Toledano, Little Cesar, 1971).
El gesto de Biden con los bustos, simbólico en tratar de conciliar dos tendencias del Partido Demócrata (la más moderada kennediana y la más radical de H. Clinton-Obama), también es significativo porque Biden pertenece a la vieja “cuadra” política que podríamos llamar el Club de los kennedianos.
El Club de los kennedianos
Con el “Founder Father” Joseph P. Kennedy, embajador en Gran Bretaña, se inicia en la política del Partido Demócrata un largo reinado del Club de los kennedianos, principalmente congresistas demócratas, católicos, y predominantemente de ancestros irlandeses en la Costa Este.
Destacan, naturalmente, los propios miembros de la familia Kennedy: John F. Kennedy (representante y senador por Massachusetts, aparte de Presidente), Robert F. Kennedy (senador por New York), Edward M. Kennedy (senador por Mass.), Joseph P. Kennedy II (representante por Mass.), Patrick J. Kennedy (representante por Rhode Island), Joseph P. Kennedy III (representante por Mass.); las mujeres Jean Kennedy (embajadora en Irlanda), Carolina Kennedy (embajadora en Japón), Kathleen Kennedy (teniente gobernadora de Maryland); otros congresistas aliados, como el desaparecido Pat Moynihan (senador por New York), y los más recientes John Kerry (senador por Mass.), Chris Dodd (senador por Connecticut), Joe Biden (representante y senador por Delaware), etc. Incluso algunos políticos asociados por vínculos matrimoniales con los Kennedy como Mario Cuomo y su hijo Andrew Cuomo (ambos gobernadores de New York), suegro y esposo de Kerry Kennedy, actualmente divorciados, o la excepción RINO en la Costa Oeste, Arnold Schwazenegger (gobernador de California), esposo de María Shriver Kennedy, también divorciados.
Han sido frecuentes las aspiraciones presidenciales del Club: antes de JFK, el propio patriarca Joseph Kennedy senior y su hijo mayor Joseph Kennedy junior; después de JFK, sus hermanos Robert (en 1968) y Edward (en 1980), John Kerry (nominado en 2004), Chris Dodd y Joe Biden (aspirantes sin éxito a la nominación en 2008), e igualmente sintieron la tentación los aliados Mario y Andrew Cuomo.
La promoción de Biden en la campaña de 2008, después de unas primarias desastrosas para el senador de Delaware (nunca superó un 1% de votos) se produjo tras un mítin en Boston del clan de los Kennedy apoyando a Obama (y marginando a Hillary Clinton). Como pago al favor Carolina Kennedy sería la encargada por Obama de designar el candidato a la vicepresidencia.
El oscuro pasado del Partido Demócrata
Al epígrafe se podría añadir: “…y el oscuro lado de Camelot” (según el título del famoso libro de S.M. Hersh sobre la corrupción de JFK). Pero antes de la presidencia de Jack Kennedy, el Partido Demócrata tenía ya una larga y oscura historia, como partido de la esclavitud y de la secesión (con vínculos siniestros con el Ku Klux Klan), de la segregación y del intervencionismo o estatismo político y económico, reñidos con la democracia liberal y el capitalismo americanos. Por no mencionar la común y extendida práctica del fraude electoral.
Las buenas intenciones políticas –en la tradición de los grandes liderazgos de Wilson, Roosevelt y Truman– de los presidentes Demócratas JFK (1961-1963), Lyndon Johnson (1963-68), Jimmy Carter (1977-80), Bill Clinton (1993-2000) y Barack Obama (2009-2016), serían lastradas por gravísimos errores en la política exterior y serias deficiencias de carácter personal.
La degeneración y decadencia del Partido Demócrata se aprecia bien en su larga y sostenida batalla contra los valores de la tradición americana, “los derechos inalienables a la Vida, la Libertad y la búsqueda de la Felicidad”, según reza la Declaración de 1776, y asimismo expresados en la Primera y Segunda Enmiendas a la Constitución, sobre la libertad de conciencia y de expresión, así como el derecho a portar armas.
Jack y Bob Kennedy (y el senador Moynihan, quien predijo que el aborto destruiría al Partido Demócrata) eran contrarios al aborto, pero todos los kennedianos posteriores –incluido Ted Kennedy– han mutado hacia posiciones Pro-Choice o abiertamente abortistas. Por tal motivo Mario Cuomo y Joe Biden incluso fueron amenazados de excomunión por algunos obispos.
El “pecado” denominador común de la práctica totalidad de los varones dirigentes Demócratas mencionados (excepto Carter y Obama, aunque éste ha sido objeto de rumores acerca de otras debilidades suyas) ha sido el acoso o asalto sexuales y las actitudes adúlteras o machistas que se compadecen poco con los principios liberales y feministas del Partido. El récord probablemente lo siguen teniendo los Kennedy (sobre todo el Patriarca y el Presidente, auténticos obsesos sexuales según muchos de sus biógrafos), pero las acusaciones se siguen manteniendo hoy, por ejemplo, contra el gobernador Andrew Cuomo (por siete mujeres, de momento) y contra el propio presidente Joe Biden (caso Tara Reade, aparte de múltiples evidencias de tocamientos indebidos a mujeres y niñas).
La literatura sobre la historia y degeneración del Partido Demócrata es notable, desde las tesis del “Shadow Party” (David Horowitz) o del “Liberal Fascism” (Jonah Goldberg) sobre Hillary Clinton y Barack Obama, y otras investigaciones recientes de Dinesh D´Souza, Devin Nunes y Andy Ngo sobre la eclosión de tendencias socialistas y extremistas.
A los vínculos tradicionales con el Ku Klux Klan y la Mafia (organización cuya existencia cuestionó Mario Cuomo), recientemente hay que agregar los desarrollados con las nuevas “tropas de choque” del Partido Demócrata, Black Lives Matter y Antifa (la existencia de ésta también cuestionada por los líderes Demócratas actuales).
Durante la administración Obama el profesor Harvey Mansfield (politólogo en la Universidad de Harvard) planteó la tesis de que el bipartidismo tradicional americano, de dos partidos americanos demócratas liberales (el conservador Partido Republicano y el progresista Partido Demócrata), había evolucionado hacia un partido americano y demócrata liberal (el PR) y otro “europeo” y socialdemócrata o socialista (el PD).
Creíamos que Carter u Obama eran los peores presidentes de la reciente Democracia Americana, pero Joe Biden en muy poco tiempo los ha superado en el triste ranking.
Y la cuestión persiste: ¿es Joe Biden un soñoliento “Kerenski” americano? El senador conservador Ted Cruz (R-Texas) sostiene que la presidencia débil y aburrida de Biden en realidad trata de ocultar la agenda más radical de la historia del Partido Demócrata.
En cualquier caso los problemas cognitivos o de senilidad de Biden cuestionan su capacidad de liderazgo. Todos los índices económicos se han desplomado tras su llegada a la Casa Blanca, aumentando los impuestos y el desempleo (y el precio de la gasolina). Asimismo se ha reabierto la gravísima crisis inmigratoria en la frontera sur que Trump había exitosamente cerrado. La política de apaciguamiento con China, sin reconocer su responsabilidad criminal en la pandemia del covid-19, y en paralelo a la presunta corrupción de la familia del presidente inducida por el régimen comunista chino, configuran un escenario de crisis de la seguridad nacional e internacional a muy corto plazo.
La degeneración del Partido Demócrata entre las presidencias de Kennedy y de Biden está enmarcada en una corrupción paralela del sistema democrático por el fraude electoral masivo: desde el gran robo en 1960, ampliamente investigado (Earl Mazo, 1960; Seymour M. Hersh, 1997; Irwin Gellman, 2021), hasta el presunto gran robo en 2020, aún por investigar, que nos permitirá calificarle, en palabras de honestos analistas, como “el partido del voto fraudulento” (John Fund & Hans von Spavosky: Our Broken Elections, 2021; Deroy Murdock: “HR1, the For the People Act, tell us the Democratic Party is now the party of vote fraud”, FoxNews, March 11, 2021).