... Históricamente, España ha tenido una vocación mediterránea, iniciada por la Corona de Aragón entre los siglos XIII y XV y continuada durante y tras el reinado de los Reyes Católicos, llegando a dominarse toda la parte occidental del Mare Nostrum. La dinastía de los Austrias volcó su esfuerzo geopolítico en el centro de Europa, sin llegar a desatender su flanco sur. La decadencia española se manifiesta a finales del siglo XVIII, culminándose con la venta del Oranesado, por Carlos IV al bey de Argel, olvidándose en el tratado la isla de Limacos, por lo cual se encuentra bajo la soberanía de España, con igual repercusión que la isla Perejil.
Vázquez de Mella (1861-1928), clamaba por la necesidad de que nuestro país se implicara más en la seguridad en el Mediterráneo, exponiendo que Dios nos había dado las llaves del mar latino, refiriéndose al estrecho de Gibraltar.
El siglo XX, al menos hasta la entrada de España en la OTAN, su implicación en la seguridad en el Mediterráneo, fue más bien de carácter pasivo, porque durante el período de 1939 a 1975, aparte de intentar “llevarse bien” con los “amigos del sur”, todo se basaba en proporcionar apoyo a los Estados Unidos en su política mediterránea (a partir de 1953).
Tras la entrada de España en la Alianza Atlántica, propiciada por el gobierno de UCD, ante la desconfianza de PSOE, que ganaría las elecciones generales en 1982. Felipe González llevó este tema a referéndum, aprobándose la integración por el 52%, aunque sin pertenecer a la estructura militar. En los primeros años se firmaron seis acuerdos de coordinación, entre ellos el “Charlie”, de control del estrecho de Gibraltar y sus accesos, implicándose en el mismo los tres ejércitos, el de Tierra con una estructura permanente, el Mando de Artillería de Costa del Estrecho, en el que el autor permaneció de capitán, comandante y teniente coronel, en este último empleo, como Jefe de Estado Mayor, dependiente operacionalmente del almirante de la Flota (ALFLOT), organizándose periódicamente ejercicios y maniobras, como “Tapón”, “Cerrojo”, “Activex”, etc. La misión pretendida era el “dominio” del Estrecho y sus accesos, tomando como referencias cabo San Vicente y cabo de Gata, es decir la seguridad abarcaba exclusivamente el Mediterráneo occidental.
La voluntad de esta implicación de España quedó reflejada en las sucesivas directivas de defensa nacional y otros documentos.
Actualmente esa necesidad de colaborar a la seguridad del Mediterráneo, es uno de los pilares, del ministerio de Asuntos Exteriores:
El Mediterráneo sigue siendo una de las prioridades de la política exterior española y las relaciones con los países mediterráneos y con la región en su conjunto un desafío mayor. Su estabilidad y prosperidad inciden en nuestra estabilidad y prosperidad y en la estabilidad y prosperidad de la UE. No tenemos únicamente una relación de vecindad sino más bien una relación de interdependencia que en muchos aspectos es muy evidente.
En el proyecto de Acción Exterior para 2021-2014, al analizar el cuadro regional del Magreb y Oriente Medio, expresa:
La prioridad para la acción exterior española es promover un espacio de estabilidad y prosperidad compartidas. El diálogo político y la cooperación operativa permite hacer frente a amenazas como el terrorismo o el crimen organizado. Mediante el refuerzo de los vínculos económicos y comerciales, y con especial atención a las relaciones energéticas, donde debemos profundizar en el vínculo entre política energética y diplomacia climática, podremos garantizar el desarrollo de toda la región.
Se visibiliza el concepto de “compartidas”, porque en el Mediterráneo, todos los países tienen que buscar ¿cuáles son los retos que comparten con los demás países?, y analizándolos a través de los diferentes instrumentos, como la política de vecindad de la UE, la iniciativa 5+5, la Unión por el Mediterráneo y otros de nivel gubernamental, conjuntamente con órganos que propician el conocimiento de las sociedades civiles del Mediterráneo, con el objetivo de GANAR LA PAZ, como preconiza el Foro para la Paz en el Mediterráneo. Pues bien, tras destacar esos retos compartidos, se debe profundizar, alcanzando entre todos una “Seguridad Compartida”, que consiste que los países de un espacio determinado que comparten unos intereses comunes y que abarcan todos los sectores de convivencia de los habitantes y pueblos de la zona, manteniendo cada uno su propia cultura y civilización. Todos se comprometen a “compartir” también el esfuerzo que supone reducir cualquier amenaza, bien sea al conjunto o a uno de sus miembros[1].
La Directiva de Defensa Nacional 2020, firmada el 11 de junio por el Presidente del Gobierno, fija como espacios de interés, entre otros, el Mediterráneo.
La política exterior española ha sido bastante activa en los últimos cincuenta años, teniendo como éxitos la Conferencia de Barcelona, la Asociación Euromediterránea y la Unión por el Mediterráneo, aunque estas herramientas no se han mostrado lo efectivas que se pretendía, aunque España debe seguir liderando todas estas manifestaciones, englobando no solo a la cuenca mediterránea, sino también a los países del Sahel.
Nuestro país ocupa una posición privilegiada en el Mediterráneo, por lo que su implicación en la seguridad del mismo debe basarse en el diálogo constante con todas las partes, intentando buscar lo que une a los pueblos, porque existe una cultura mediterránea, minimizando lo que nos separa y tras este diálogo un proceso de “cooperación”, en todas las facetas: económica, social, cultural, etc., de tal forma que la Unión Europea debe concienciarse que su principal amenaza no radica en el este, sino en el sur y para erradicarla, debe volcar su esfuerzo en incrementar social y económicamente a la orilla africana, de tal forma que pueda llegar a ser “una fábrica para Europa”. La elevación del nivel de vida minimizará los radicalismos violentos y, si no se consigue que el terrorismo yihadista, la inmigración indeseada y el narcotráfico, las tres lacras que nos azotan, queden erradicadas en gran parte, nos espera para España y la Unión Europea, muchos años de sufrimiento, como decía Alpha Oumar Konaré, presidente de la Unión Africana a principios del siglo XXI, en su visita a España, no habría mar ni muro que pueda impedir que millones de africanos hambrientos caigan sobre Europa.
Como segunda acepción de “implicación”, cabe reseñar que una inseguridad en el Mediterráneo, acarrea un coste económico, social, cultural y de convivencia, casi inasumible. La principal industria española es el turismo y no hay nada peor que una amenaza latente contra nuestros intereses, bien por ataques terroristas o por la trata de personas que desembarcan, a través de mafias en nuestras costas, delante precisamente del ocio turístico que queremos vender al mundo.
[1] VIDAL DELGADO, Rafael. España y la seguridad compartida para el Mediterráneo (Análisis jurídico y conceptual”. IX Jornadas de Seguridad, Defensa y Cooperación. Málaga, 2015. Pag. 80.