... Esta necesidad de dominio y esta lucha de intereses ha producido siempre importantes tensiones estratégicas e incluso batallas y guerras pero es que lo que ha ocurrido en el Mediterráneo ha repercutido siempre en Europa y en cierto modo, en el resto del mundo occidental.
Después de la Segunda Guerra Mundial, la OTAN, que nace como organización de defensa colectiva del mundo libre ante el comunismo expansionista de la Unión Soviética, consideró al Mediterráneo como el flanco Sur de su despliegue defensivo en centro Europa y por eso colocó en Nápoles su cuartel general para el sur (AFSOUTH), coincidiendo con el de la VI Flota estadounidense.
Así se mantiene durante toda la etapa de la Guerra Fría a pesar de las reclamaciones cada vez más insistentes de los países del sur, especialmente España, que alertan de los posibles riesgos provenientes del Sur. En aquellos días la preocupación mayor de la Alianza estaba en la frontera interalemana y “el flanco sur” estaba más bien limitado a Los Balcanes y las fronteras Turquía.
Sin embargo, con el fin de la Unión Soviética y el Pacto de Varsovia, que trae consigo el fin de la Guerra Fría y de la bipolarización sustituida por la multipolarización, el concepto estratégico de la OTAN varía y la región mediterránea cobra un renovado interés para la Alianza. Se considera que la estabilidad en la zona es esencial para la seguridad de Europa. El Mediterráneo pasa, de ser el flanco sur de la OTAN, a una zona de interés estratégico primordial. A ello contribuyen varios hechos, como son las revoluciones árabes de 2011 con su secuela de conflictos, la creciente presencia rusa, que cuenta ya en Siria con una base naval, la de Tartus, y una aérea la de Jmeimim, más la todavía incipiente pero creciente presencia china. Sin olvidar el reciente hallazgo de importantes reservas de gas en el mar Egeo que ya han avivado nuevamente las crónicas desavenencias entre griegos y turcos.
Por otra parte, hay que tener presente que son nueve los miembros de la OTAN ribereños de esas aguas, que por el Mediterráneo siguen pasando las rutas que portan gran parte de los recursos energéticos y comerciales que necesita Europa y finalmente que los países de la ribera sur son el glacis defensivo frente a la turbulenta y terrorista zona del SAHEL. Últimamente se ha añadido además el problema de la actuación de las mafias que controlan el tráfico de migrantes.
La OTAN intentó primero una estrategia regional coordinada para el Mediterráneo pero la falta de consenso entre sus miembros hizo que derivara hacia una estrategia de acuerdos de seguridad puntuales y limitados a los países que quisieran participar. Esta estrategia fue denominada de “seguridad cooperativa”.
La falta de consenso en la Alianza hay que atribuirla a que, especialmente con la ampliación a los países del Este de Europa y la falta de una amenaza común y definida, la percepción de los riesgos a su seguridad varía mucho de esos países que siguen mirando hacia el este, a la de los países mediterráneos.
Fruto de esta estrategia de seguridad cooperativa fue la firma en 1994 del llamado “Diálogo Mediterráneo” (DMO) en el que participaron Israel, Egipto, Marruecos, y Mauritania a los que se añadieron en 1995 Jordania y Túnez y en el año 2000 Argelia. Este acuerdo que fue promovido por España y que continúa en vigor, tiene por objetivo fundamental el de fomentar la estabilidad regional y la cooperación en materia de seguridad en estos países. Tuvo, sobre todo al principio, la virtud de constituir un foro donde se reunían conjuntamente Israel y países árabes pero precisamente por la presencia de aquél, países importantes como Líbano y Siria rechazaron participar.
Los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York hicieron que la OTAN volviera su atención al Próximo Oriente. Fruto de esta atención fue la operación naval “Active Endeavour”, promovida ese mismo año por EE.UU, cuyo objetivo era prevenir los ataques terroristas al tráfico naval por el Mediterráneo. Esta misión duró hasta 2016 en que fue sustituida por la “Sea Guardian” en el Mediterráneo central y centrada más en la lucha contra las mafias de migrantes. Asimismo y para completar y ampliar el Diálogo Mediterráneo a los países árabes del Golfo como Bahrein, Qatar, Kuwait y los Emiratos Arabes Unidos, se crea en la Cumbre de la OTAN de 2004, en Estambul, la “Iniciativa de Cooperacion de Estambul” (ICI). Sin embargo no se logró que se unieran a ella países tan importantes como Arabia Saudita, Oman e Irak que prefirieron mantener acuerdos puntuales con OTAN.
Tanto el DMO como la ICI no han dado los resultados apetecidos y ello, como ya se ha mencionado, es debido a varias causas. En primer lugar las ausencias destacadas de determinados países, en segundo lugar, a la mala imagen de la OTAN en los países árabes por su identificación con EE.UU con sus intervenciones en Libia o su apoyo a Israel. En tercer lugar la falta de unanimidad en los intereses de los distintos miembros de la Alianza.
Aparte de estos tratados, en los últimos años, la OTAN ha intervenido en varias ocasiones. En marzo de 2011 asumió el mando de la coalición militar internacional “Unified Protector” respaldada por la ONU para proteger a la población civil de Libia, duró siete meses pero fue criticada porque priorizó la caída de Gadafi a la protección de la población. Durante la guerra civil de Siria, Turquía, invocando el artículo 5 del Tratado de Washington, solicitó apoyo defensivo y la OTAN como señal de solidaridad , puso en marcha la misión “Active Fence”. Algunos países OTAN participaron a nivel particular en la lucha contra el DAESH y la organización como tal en 2017 proporcionó apoyo militar y entrenamiento a Jordania e Irak. Finalmente ha puesto en marcha en 2014 la iniciativa “Defence Capacity Building” (DCB) mediante la cual ha firmado convenios con Jordania, Marruecos y Túnez, pero a pesar de los esfuerzos de la Alianza, las relaciones no son precisamente idílicas con Túnez, no ha logrado establecer convenios con Argelia y solamente con Marruecos se mantienen buenas relaciones a través de EE.UU.
Pero quizás lo más preocupante es que estos problemas han producido nuevas divisiones entre países miembros de la OTAN. Aparte de las ya mencionadas tensiones entre Grecia y Turquía con motivo de la construcción del gaseoducto “East Med” del mar Egeo, en julio del pasado año, Francia anunció su retirada de la misión “Sea Guardian” por la supuesta amenaza de Turquía a una de sus fragatas encargada de controlar el embargo de armas a Libia.
En la actualidad, la OTAN mantiene en el Mediterráneo una de las dos agrupaciones navales permanentes de buques de escolta, el SNMG 2. Este grupo, lo mismo que el SNMG 1, constituye el primer elemento de respuesta de la Alianza ante una situación de crisis y el apoyo a cualquier operación liderada por la OTAN en respuesta a esa crisis. Asimismo, asegura, con su capacidad disuasoria, una presencia naval permanente en la zona marítima de responsabilidad de la OTAN y contribuye a estrechar los lazos de cooperación y amistad con naciones amigas, no OTAN, mediante visitas a puertos y actividades de cooperación. Es importante mencionar que desde el junio pasado y durante un año el mando de la Agrupación lo ejerce un capitán de navío español.
Mirando al futuro, la OTAN debe seguir teniendo un papel fundamental en mantener la estabilidad y seguridad en la región en cooperación con otras organizaciones como la UE y la OSCE. Pero, como opinan muchos analistas, debería establecerse, no sólo una estrecha cooperación, sino un cierto reparto de tareas que evitaran duplicidades, concentrándose la OTAN en los aspectos militares , como la lucha contra el terrorismo y las mafias, así como de la disuasión militar ante cualquier amenaza a la seguridad. Además, y muy importante, la OTAN tiene que seguir trabajando para mejorar su imagen en la región.