“El Gobierno de los Estados Unidos… reafirma su interés en una resolución pacífica de la cuestión Taiwan por los propios chinos.” Presidente Richard Nixon (Comunicado en Shanghai, 27 de febrero de 1972).
(...) Aunque fueron navegantes portugueses quienes hacia 1544 descubrieron y llamaron “Ilha Formosa” a la futura Taiwan, ésta nunca fue una colonia lusitana. Sí lo fue española, parcial (solo la punta norte de la isla) y brevemente (entre 1626 y 1642), nombrada Formosa o Isla Hermosa, con el establecimiento de la comunidad Santísima Trinidad y el fuerte de Santo Domingo, para proteger el comercio marítimo español de las Filipinas. (...)
El dictador Mao Tse-tung y su primer ministro Chou En-lai habían ordenado a un subalterno, el diplomático Huang Hua, que le insinuara a Henry Kissinger durante su visita secreta a China en julio de 1971, antes de la invitación formal al presidente americano, que si Nixon quería viajar a China debería estar dispuesto a resolver la cuestión Taiwan (v. Margaret Macmillan: Nixon and Mao, Random House, New York, 2007, p. 198). Kissinger sostiene en sus memorias que no aceptó la condición en tales términos. Sea como fuere, los gobernantes comunistas chinos dejaron claro desde el principio cuál era el principal problema en las relaciones sino-estadounidenses, “la irritante cuestión Taiwan” (como titula un capítulo de su obra la autora mencionada).
El consejero de Seguridad Nacional y diplomático Kissinger –más tarde Secretario de Estado– , que siempre alabó la moderación política y la sofisticación diplomática de Chou En-lai, se hubiera quedado de piedra si hubiese conocido el comentario del primer ministro chino a sus colegas: “Nixon ha pedido ser invitado a China como una puta vestida provocativamente llamando a la puerta” (v. Chen Jian: Mao´s China and the Cold War, Chapell Hill, NC, 2001, p. 268).
Antes de lanzar este órdago que fundamentaría la estrategia de la “Triangulación” en la Guerra Fría (Estados Unidos y China vs. la URSS), Nixon había sido un fan y beneficiario del “China Lobby” pro-Kuomintang y del matrimonio Chiang Kai-shek y Mayling Soong, visitando como vicepresidente el bastión anticomunista de Taiwan en 1953 (el presidente Eisenhower lo haría en 1960), y como presidente Nixon enviando al gobernador de California Ronald Reagan en misión diplomática especial (aunque como presidente, Reagan imitará a Nixon y viajará a la China comunista en 1984, “traicionando” así también simbólicamente a la aliada Formosa/Taiwan).
Aunque fueron navegantes portugueses quienes hacia 1544 descubrieron y llamaron “Ilha Formosa” a la futura Taiwan, ésta nunca fue una colonia lusitana. Sí lo fue española, parcial (solo la punta norte de la isla) y brevemente (entre 1626 y 1642), nombrada Formosa o Isla Hermosa, con el establecimiento de la comunidad Santísima Trinidad y el fuerte de Santo Domingo, para proteger el comercio marítimo español de las Filipinas.
Tras diversos avatares históricos como colonia holandesa, china y japonesa, después que en la Conferencia de El Cairo (1943) los Aliados –Estados Unidos y Gran Bretaña– reconocieran la soberanía china sobre la isla, Taiwan se convertirá finalmente en una entidad política “independiente” en 1949, pero parte de una misma nación china (como “China Nacionalista”, “China Libre” o “República de China”), al término de la guerra civil entre el Kuomintang y los comunistas, siendo el refugio de los nacionalistas tras la victoria en el continente del Ejército de Liberación Popular y el Partido Comunista de China liderado por Mao Tse-tung.
Pese a las sucesivas traiciones de los aliados occidentales (incluyendo Gran Bretaña y los Estados Unidos) Taiwan bajo la “tutela política” del Kuomintang llevó a cabo un experimento de reformas económicas y políticas que culminarían en una transición exitosa a la democracia liberal, el primer caso en Extremo Oriente (v. Manuel Pastor: “El Kuomintang y la China contemporánea”, Debate Abierto, 9, Madrid, 1993). El régimen autoritario de Chiang Kai-shek, anti-comunista y modernizador, sería ideológicamente atemperado en gran medida por la influencia de su poderosa e inteligente esposa Mayling Soong, cristiana metodista y admiradora de los Estados Unidos (aunque a partir de la presidencia de Nixon sufrirá una gran decepción).
Madame Chiang Kai-shek convenció al Generalissimo nacionalista chino de que las culturas tradicionales de su país, budista y confuciana, no eran incompatibles con el cristianismo en la fórmula de un régimen ideológicamente sincrético y anticomunista, de pluralismo limitado, como el de muchas democracias occidentales. La Guerra Fría en el teatro asiático, especialmente después de la Guerra de Corea, facilitó el interés estratégico de los Estados Unidos por Taiwan, y coadyuvó al propio desarrollo económico y político del país tras la muerte de Chiang Kai-shek en 1975, con la presidencia transicional de Chiang Ching-kuo hasta 1988, y la consolidación democrática definitiva durante la de Lee Teng-hui (primer presidente nativo taiwanés y de religión cristiana) desde 1988 hasta 2000.
En 1940, en medio de una guerra patriótica contra los invasores japoneses y otra guerra civil larvada contra los comunistas, Mayling había escrito (en inglés, para los lectores norteamericanos y occidentales): “A mi juicio, nuestro destino está con las democracias, porque nuestro pueblo es inherentemente democrático en naturaleza y espíritu. Si sobrevivimos tendremos la oportunidad de llegar a ser una gran democracia organizada. Esto es, por supuesto, si la democracia misma sobrevive en el mundo.” (This Is Our China, Harper & Brothers, New York and London, 1940, p. 51). Estas ideas las desarrollará y repetirá en sus discursos a lo largo de su vida política (v. por ejemplo: Madame Chiang Kai-shek: Selected Speeches, 1943-1982, Taipei, 1982, y otros importantes discursos del período 1986-88, según sus biógrafas Laura Tyson Li, 2006, y Hannah Pakula, 2009).
La famosa “Triangulación” de Nixon-Kissinger debilitó efectivamente al Imperio Rojo soviético, pero a largo plazo fortaleció la dictadura comunista china, como previeron amargamente los nacionalistas Chiang Kai-shek y su esposa Mayling, partidarios de una sola China, unificada y anticomunista. Es probable que, idealmente, Trump tuviera la tentación de plantear una “Nueva Triangulación” para la postguerra fría (Estados Unidos y Rusia vs. China), con el apoyo o pasividad complaciente de la nueva democracia taiwanesa post-Chiang, independentista, que sin embargo se frustraría por la agitación sobre la falsa “Russian collusion” y si, pese al inmenso fraude electoral de 2020, tuviera que abandonar la Casa Blanca, ya que Joe Biden y su equipo están descaradamente a favor del “apaciguamiento” y la cooperación con el Imperio Rojo asiático.
La crisis internacional desencadenada por el coronavirus chino ha puesto en evidencia que la resistencia de Taiwan a aceptar las mentiras y chantajes comunistas, a diferencia de la mayoría de los gobernantes políticos occidentales (con la excepción de Donald Trump), la ha facultado para enfrentarse con éxito ejemplar a la criminal pandemia.
Pese a los dirigentes comunistas desde Mao Tse-tung hasta Xi Jinping, pese a Chiang Kai-shek y los dirigentes del Kuomintang, pese a Nixon y Kissinger, pese a Republicanos y Demócratas americanos antes de Trump, el común objetivo de “China: una nación, dos sistemas” –especialmente tras el presente fiasco de Hong Kong– ha fracasado.
Puede que Chiang Kai-shek y Mayling Soong tuvieran razón. La administración Nixon, asesorada por el siniestro Kissinger, en 1971-72 probablemente cometió un error estratégico intentando el appeasement del régimen más criminal de la historia.
Y “la irritante cuestión Taiwan” hoy sigue siendo que existen Dos Chinas aparentemente irreconciliables.