... Es una sucia mancha imborrable en el Diario de Sesiones del Congreso de los Diputados que la moción de condena del Comunismo haya sido rechazada por una mayoría, ciertamente exigua, de los diputados. Aunque conviene recordar que el Parlamento Europeo en una moción similar presentada en Septiembre de 2019, si bien votaron a favor 535 eurodiputados, todavía dejaron la mancha repugnante otros 118 (66 votos en contra y 52 abstenciones).
Una vez más se comprueba la observación de Milan Kundera, que la mentalidad kitsch es típica de los totalitarios: pretenden borrar de la realidad y de la historia todo aquello que les resulta incómodo o desagradable. Como en ciertas fotos retocadas del estalinismo, se eliminan las imágenes de las personas que no gustan.
Sin embargo el problema con las víctimas del Comunismo es que resulta imposible borrar tantos millones de muertos.
He tratado de abordar el tema de los crímenes perpetrados por regímenes y partidos con esta ideología en varios artículos desde 2008 (algunos mencionados al final), a partir de las investigaciones clásicas de los profesores Rudolf J. Rummel, Robert Conquest, Frank Dikötter, Lee Edwards, y Stéphan Courtois et alii, aparte de las revelaciones de Alexander Solzhenitsyn en El Archipiélago Gulag y otras obras sobre la represión estalinista y los campos soviéticos, desde Alexander Orlov hasta Anne Applebaum.
Mi estimación en el artículo “Memoria histórica: las víctimas del Comunismo” (Cuadernos de Pensamiento Político, 2008) era de una cifra muy superior -hablamos de millones de personas, seres humanos- a la convencional de 100 millones de muertes, que estaría más bien en torno a 110-112 millones. Al parecer me quedé muy corto.
Entre nosotros, recientemente, Federico Jiménez Losantos en dos libros de éxito impresionante, Memoria del Comunismo (2018) y La vuelta del Comunismo (2020), actualizó algunos datos que él mismo ha resumido en el artículo “Podemos justifica los genocidios comunistas: debe ser ilegalizado” (Libertad Digital, 22-11-2020). El total aproximado que ofrece este autor es de más de 120.467.000 muertes.
Destaca como “mega-murderers” o super-asesinos a China, URSS, Corea del Norte, Vietnam, Camboya, Afganistán y Yugoslavia. Y en orden descendiente en número de víctimas señala a la Alemania del Este, Mozambique, Etiopía, Rumania, Checoslovaquia, Polonia, Hungría, Albania, Rodesia/Zimbabue, Laos y Bulgaria.
Tres países hispanoamericanos aparecen intercalados en la lista: Venezuela (detrás de Checoslovaquia) con 252.000 víctimas; Colombia (detrás de Hungría) con 105.419; y Cuba (detrás de Albania) con 73.000.
No computa las víctimas de Sendero Luminoso en Perú, en torno a 69.000, ni otras de las guerrillas comunistas en Centroamérica. Tampoco las miles del Terror Rojo (terror comunista, chequista, en solitario o con la colaboración de otros grupos extremistas) en España, Francia, Italia, etc., durante la Guerra Civil española, la Segunda Guerra mundial, la Resistencia y la Liberación. Asimismo por múltiples grupos terroristas comunistas o “simbióticos” de posguerra en Europa Occidental, los Estados Unidos y Japón.
Aunque algún día también habrá que depurar con objetividad y rigor la responsabilidad criminal por la presente pandemia mundial del coronavirus chino, Jiménez Losantos atribuye a China, a mi juicio, una cifra de víctimas excesiva (82 millones), y a la
URSS una muy moderada (21 millones). Asimismo parecen abultadas las referentes a Corea del Norte (4,6 millones) y a Vietnam (3,8 millones).
El reputado experto en el tema, Rudolf J. Rummel, en su obra Death by Government (1987), bajo el amplio criterio de “democide” estimó que las muertes por gobiernos comunistas entre 1917 y 1987 alcanzó la cifra total de 148 millones, atribuyendo a los “mega-murderers” las siguientes cifras particulares:
China, 77.277.000; URSS, 61.911.000; Camboya, 2.035.000; Vietnam, 1.670.000; Polonia, 1.585.000; Corea del Norte, 1.563.000; Yugoslavia, 1.072.000. Naturalmente deben actualizarse, especialmente respecto a China, las cifras para el periodo posterior a 1987.
Sorprenden las grandes discrepancias respecto a todos los países mencionados, excepto Camboya y Yugoslavia. Particularmente en el caso de Polonia: Rummel calcula 1.585.000, y Jiménez Losantos solo 235.000. Ambos autores rebajan la cifra de Camboya, que el historiador experto en el país, David Chandler estimó en 2,7 millones (Facing the Cambodian Past, Bangkok, 1996, p. 283).
En cualquier caso son cifras mareantes y se necesitarán muchas investigaciones futuras para lograr una mayor precisión, pero ya son suficientemente elocuentes –junto a las víctimas del Nazismo alemán, Fascismo italiano, Militarismo japonés, Nacionalismo chino, Franquismo español, y otras dictaduras no comunistas en Europa, Iberoamérica y el Tercer Mundo (crímenes todos ellos repugnantes –particularmente los del totalitarismo Nazi-, pero cuantitativamente muy inferiores a los del Comunismo) para poder caracterizar a nuestro siglo XX, con seguridad, como el siglo más sanguinario de la historia.
Otros artículos del autor sobre el tema:
“Memoria histórica: las víctimas del Comunismo”, Cuadernos de Pensamiento Político, 17, Madrid, 2008.
“El Terror Totalitario y la Cheka (Chequismo en España 1936…)”, La Crítica, 10-II-2016.
“Pijos-progres totalitarios”, La Crítica, 22-IV-2017.
“Un silbido a medianoche (17 de Julio, 1918)”, La Crítica, 8-VI-2018.
“Memoria y desmemoria del Comunismo”, La Crítica, 26-XI-2018.
“La gran desmemoria histórica: el holocausto católico”, La Crítica, 16-VIII-2019.