Fidel García Martínez

María de Jesús de Ágreda: precursora del dogma de la Inmaculada Concepción

El cuerpo incorrupto de Sor María de Jesús de Ágreda. (Foto: https://mariadeagreda.org/)

LA CRÍTICA, 6 DICIEMBRE 2020

Fidel García Martínez | Domingo 06 de diciembre de 2020
Se puede decir que la vida pública y privada, literaria y mística de la gran y universal soriana de Ágreda, Sor María de Jesús, donde se conserva su cuerpo incorrupto, gira en torno a la prerrogativa de la Madre de Dios, María Santísima, Inmaculada Concepción. (...)

... Siglos antes de las apariciones de Lourdes en las que se apareció a una humilde niña pastora Santa Bernardita y le comunica que ella es la Inmaculada Concepción. También antes de que el papa Pío IX proclamase el dogma de la Concepción inmaculada: por un privilegio único, Nuestra Señora, por los méritos de su Hijo, Jesucristo, Dios y hombre verdadero, fue preservada desde el mismo momento de su concepción del pecado original.

Sor María de Jesús, había defendido desde su monasterio concepcionista de Ágreda con todos los medios a su alcance este privilegio mariano, hasta admitirlo personalmente como Dogma, ante las instancias más superiores del Papa y del Rey. Incluso teniendo en cuenta la opinión en contra de muchos teólogos de su época. La vida de esta soriana más universal –tan ignorada por muchos y como manipulada por algunos– giró desde su nacimiento hasta su muerte centrada en este privilegio singular de Santa María, su Inmaculada Concepción. Se puede decir que vivió para que la Iglesia reconociera este dogma. Frente a algunos clérigos y teólogos que negaban este privilegio singular, que, sin embargo, era creído y defendido por muchos pueblos, ciudades y universidades, así como muchos poetas, dramaturgos y pintores como Carreño Miranda, Murillo y Zurbarán. Un saludo habitual entre el pueblo era: Ave María Purísima, al que se respondía: Sin pecado concebida.

La insigne mística soriana implicó personalmente al mismo monarca Felipe IV, con quien le unía una profunda amistad y del que era consejera especial, como se puede comprobar por el extenso e intenso epistolario entre ambos. Así le ruega, con encarecimiento, que intervenga para que Roma defina el privilegio de María Inmaculada. Incluso en carta fechada en 1660, le solicita información, sobre cuál es la postura de Roma. Ante esta petición el Monarca le contesta que existen pocas esperanzas de que las peticiones tengan éxito, como así fue. Pero Sor María Jesús se confiesa hija de la Purísima. Ella asegura que la Concepción Inmaculada de María es dogma de fe, verdad por la que está dispuesta a dar la vida, aunque la Iglesia Santa no haya definido y ruega a Dios que la Iglesia lo declare con prontitud.

La festividad de la Inmaculada Concepción la celebraba de forma singular. El día octavo de diciembre de cada año celebraba la festividad con singular y jubilar agradecimiento. Según su propio testimonio comenzó a escribir su magna obra La Mística Ciudad de Dios, una vida místico-literaria de la Virgen María, el día de su Inmaculada Concepción. Incluso en un capítulo de la obra que titula: Cómo celebraba María Santísima su Inmaculada Concepción escribe:

El día octavo de diciembre celebraba –(la misma Virgen María)– su Inmaculada Concepción con singular júbilo y agradecimiento, sobre todo encarecimiento, porque este beneficio fue para la gran Reina de suma estimación. Comenzaba desde la tarde antes y ocupaba toda la noche en alabanzas y loores al Señor. Considerábase formada del común barro y descendiente de Adán por el común orden de la naturaleza, pero elegida, entresacada y preservada sola entre todos de la común ley y exenta del pesado tributo de la culpa y concebida con tanta plenitud de dones y gracias.

Fidel García Martínez

Catedrático Lengua Literatura, Doctor Filología Románica