Juan Manuel Martínez Valdueza

Gibraltar: predicar en el desierto inglés. (Con permiso de los señores Fernández Diz y Domínguez Martínez-Campos)

José Bonaparte, Rey de España por la gracia de su hermano Napoleón, por François Gérard (c. 1808).

EN RELACIÓN CON GIBRALTAR

LA CRÍTICA, 19 SEPTIEMBRE 2020

Juan M. Martínez Valdueza | Sábado 19 de septiembre de 2020
Leer sus artículos en relación con Gibraltar es disfrutar viendo una vez más negro sobre blanco las verdades –algunas ya centenarias– que, no solo ustedes, sino otros muchos españoles –quizá no tantos, pensándolo bien–, vienen manifestando con mayor o menor amargura y cabreo –eso sí, desgraciadamente cada vez menos, insisto–, sea en familia, en la calle, en los foros internacionales o en los medios de comunicación. (...)

... El origen y la situación actual de Gibraltar vienen determinados por una suma de factores como son la falta de escrúpulos y superioridad militar de los ingleses y, en menor grado, el derrotismo de los españoles como norte de su política en los periodos liberales del siglo XIX y de izquierdas en el siglo XX, sin que, en ambos casos, pueda excluirse totalmente a los conservadores y a las derechas, cuya temerosa laxitud para con este asunto –del mismo modo que para con otros muchos– ha sido y es digna de estudio.

Me preguntarán ustedes el porqué de esa distinción entre conservadores y derechas, circunstancia que resalto para recoger ese vaivén en que se encuentra desde hace dos siglos la España –o los espàñoles– en cuya filosofía de vida no encaja el sentirse agradecidos herederos de la Revolución Francesa, dicho esto último con reparos si nos vienen a la memoria esas derechas republicanas que, junto a las izquierdas, celebraron la proclamación de la II República el 14 de abril de 1931 cantando en arrebolada fraternidad La Marsellesa por las principales ciudades españolas.

Más interés e importancia tiene en este colonial asunto gibraltareño la razón de ser y personalidad de la nación inglesa –permítanme prescindir de puntualizaciones sobre el Reino Unido, los reinos que lo conforman, la Gran Bretaña y sus hijos, etc.– construida, la nación inglesa digo, en lo que respecta a su presencia fuera de su isla, sobre los pilares del engaño primero y el expolio por las armas después. Repasar su historia, desde la ocupación de América del Norte por sus mercaderes hasta su salida –¡todavía no del todo!– de la isla china de Hong Kong, es todo un manual que muestra que la única forma de despegar a los ingleses de los territorios usurpados a unos y a otros es por la fuerza de las armas y, en su defecto, por la superioridad militar manifiesta de su contrario.

Y si alguien, para poner en cuestión las aparentes andanadas anteriores a los súbditos de Su Majestad, recurre como ejemplo a la alianza anglo-española en la Guerra de la Independencia contra los franceses, les ofrezco las palabras de Napoleón a José, a la sazón Rey de España por la gracia de su hermano: Los ingleses se han llevado todo: bueyes, colchones, mantas y además han maltratado a todo el mundo. No cabe aplicar mejor calmante a España que el auxilio de un ejército inglés… Palabras recogidas por el recientemente fallecido general e historiador español José María Sánchez de Toca y Catalá en su magnífica obra Los desastres de la Guerra –de Independencia, aclaro–, y que tuve el honor de prologar allá por el año 2009. Bien sabía Napoleón de qué hablaba, especialista él también en engaños y expolios.

Por lo que, y volviendo al principio, al no poder echar a los ingleses de Gibraltar por la fuerza de las armas, ni ser los españoles superiores militarmente, hoy por hoy y sabe Dios hasta cuándo, protestar por la situación y pedir su devolución es predicar en el desierto… inglés.

Dejo abierta la puerta al porqué de la inferioridad militar española en la actualidad, siendo que no siempre ha sido así y, añado, hoy tampoco debería serlo.

Un cordial saludo

Juan M. Martínez Valdueza