Félix Ballesteros Rivas

Algo huele a podrido en Venus, y es una buenísima noticia

Foto de la superficie de Venus tomada por la nave Venera, de la Unión Soviética, en 1975.

Agente provocador

LA CRÍTICA, 16 SEPTIEMBRE 2020

Félix Ballesteros Rivas | Miércoles 16 de septiembre de 2020
Porque puede ser el principio de un apasionante camino que nos enseñe algo de cuál es nuestro lugar en la Realidad, que arroje algo de luz en las Grandes Preguntas de ¿Quiénes somos? ¿Cómo hemos llegado aquí? (...)

... Por supuesto, después de todo, la gran noticia del 14 de septiembre de 2020, eso de que se han encontrado evidencias de que la alta atmósfera de Venus contiene un gas maloliente de nombre Fosfeno, puede que quede en nada. Puede que después de verlo mejor, o de quemar enormes sumas de dinero en combustible para enviar naves a estudiarlo, resulte que nos llevemos una enorme desilusión.

Pero puede que no. Los investigadores encontraron el gas hace ya dos años, y han dedicado este tiempo a comprobar que su mejor explicación es la existencia de Vida.

Que nadie se ponga nervioso: es muy difícil que antes de que transcurran varias décadas se tengan más datos. Después puede que, si esos nuevos datos son positivos, se tarde varias décadas más en responder por completo a las preguntas más básicas que ahora nos hacemos: ¿Es Vida? ¿Tiene una base química más o menos relacionada con la nuestra? ¿Nació allí? ¿Cómo ha llegado a desarrollarse?

Hay tanta distancia entre el olor a podrido que hemos detectado y la respuesta a esas preguntas, que es casi absurdo pensar en las consecuencias de esas respuestas pero, en el otro platillo de la balanza, la solución a cualquiera de ellas tendría un enorme efecto en nuestra visión de la Realidad y del lugar que ocupamos en ella. Por ejemplo, el mismo hecho de la existencia de esa posibilidad de Vida en Venus hace que en vez de escribir ‘nuestro lugar en el mundo’ haya que redactarlo de otra manera, pues el campo de juego ya ha sido ampliado al Sistema Solar, o más allá.

Recordemos que en satélites de Júpiter (Europa, Ganímedes y Calisto) y de Saturno (Titán y Encelado) se han encontrado indicios de que albergan condiciones apropiadas para la Vida, por ejemplo Ganímedes tiene más agua que La Tierra; Encontrar Vida en un lugar tan poco apropiado para ella como Venus aumentaría en mucho las esperanzas de encontrarla también en otros muchos rincones.

Y sólo estamos hablando de uno de tantos sistemas planetarios de esta galaxia.

Pero volvamos a Venus y a las preguntas que, de repente, están mucho más cerca de encontrar respuesta.

Evidentemente, si ‘lo de Venus’ es Vida, ya no estamos tan solos en el Universo. Ya esa única respuesta cambiaría notablemente lo que ‘vemos’ cuando alzamos la mirada en una noche estrellada.

La siguiente pregunta, tiene mucha más enjundia, porque impacta directamente en una cuestión que lleva muchos años provocando discusiones entre las élites científicas: ¿se desarrolló La Vida en La Tierra, o vino del Espacio?

El tema es complejo, y ya escribí sobre ello hace cuatro años en otro artículo aquí en La Crítica. Por cierto, pura coincidencia: eso fue, más o menos, cuando Jane Greaves, astrónoma de la Universidad de Cardiff y coautora del estudio, empezó a estudiar las señales, terminadas de investigar ahora, que han dado por conclusión que puede que haya Vida en Venus.

Para resumir el artículo de hace cuatro años, resulta extraño que toda forma de Vida en La Tierra comparte un mismo Código Genético, cuando no hay ninguna razón para ello. El Código Genético es la manera en que se traduce el ADN en proteínas, y es exactamente igual de efectiva la traducción con cualquier ‘diccionario’… pero sólo hay uno. Las bacterias fecales de cualquier senador (romano o español, en esto no hay diferencias), de un clavel, de un hipopótamo o de una polilla… todos tenemos un único ancestro común. Y, además, no hay otras formas de Vida que se basen en diseños alternativos… quizá hasta ahora.

Si algún día obtenemos formas de Vida en Venus (y las llevamos todavía vivas a un buen laboratorio, y las investigamos durante muchos años… el problema es muy complejo), lo siguiente será determinar si somos parientes, si se basan en el mismo ADN y en el mismo Código Genético. Si es así, puede que el ‘original’ se haya desarrollado en La Tierra (o en Venus) y viajado a Venus (o a La Tierra) a lomos del impacto de un gran meteorito que llevase material orgánico entre los escombros rebotados.

Hace unos años se montó un buen revuelo porque en el meteorito ALH 840001, encontrado en la Antártida en 1984, se descubrieron formas sospechosamente orgánicas. No se llegaron a conclusiones absolutas, quedó todo en un ‘quizá’, y hace unos meses todavía se publicaron nuevas conclusiones sobre su química, a la luz de que el rover Curiosity ha encontrado muestras parecidas. Efectivamente, el meteorito provenía de Marte.

Si ‘lo de Venus’ es algo con muestro mismo Código Genético, la siguiente discusión es si ambos somos terrestres, si ambos somos venusianos, o si ambos provenimos del más allá. Y, si no tiene el mismo Código Genético, volvemos a la casilla de salida en esa discusión.

Como vemos, las consecuencias filosóficas de la noticia son profundas, y nos mantendrán ‘animados’ durante muchos años; hasta que tengamos respuestas, y más allá.

En cualquier caso, después de ponerse de moda Marte, con cada vez más y mejores naves dedicadas a su exploración en los últimos años, la noticia del 14 de septiembre de 2020 cambia de dirección la mirada de los exploradores, y crea entre Venus y La Tierra un vínculo que, como le decía Rick al capitán Renault al final de Casablanca, parece el comienzo de una hermosa amistad.

Félix Ballesteros Rivas

16/09/2020

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