Querido Aurelio: Te decía en mi carta anterior que la herida de Gibraltar ya está infectada. Desde 1982 todo fueron ventajas para esa colonia, para su gobierno local y para los intereses de Gran Bretaña. (...)
... Y todo desventajas y múltiples problemas para España. Gracias al divino PSOE.
A partir de aquella apertura, Gibraltar se fue convirtiendo en un centro internacional de lavado de dinero negro, de contrabando de muchas cosas, y de implantación de empresas de todo tipo para convertirse en un paraíso fiscal. En detrimento, claro, de los habitantes de La Línea de la Concepción y de todo el Campo de Gibraltar. Esa deprimida situación alrededor de Gibraltar la provoca ese colonialismo. Además, con el desasosiego permanente de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad españolas que, cuando no tienen algún incidente con los navíos de la Royal Navy en aguas españolas, lo tienen con los narcotraficantes que se acogen al puerto gibraltareño.
A principios de 1994 visité Gibraltar. Quería saber de primera mano cuál había sido el impacto del cierre de la verja en sus habitantes durante 25 años. Con todos los que hablé coincidían en que si ese cierre hubiera durado unos años más, allí no hubiera quedado nadie, salvo los militares de guarnición en el Peñón. Por tanto, deduje que aquella "resistencia" española fue por el buen camino. Y probablemente, Gran Bretaña hubiera tenido que iniciar conversaciones serias con España, tal y como había proclamado la ONU.
Yo he escrito, Aurelio, algunos artículos sobre el tema de Gibraltar. Como a ti, me duele España y la espina infectada de la vergonzosa colonia británica en suelo español. El último lo escribí en marzo de este año. Lo titulé "El Brexit y Gibraltar". En él recogía la gran posibilidad que le deparaba a España la salida de Gran Bretaña -y de Gibraltar- de la Unión Europea. Pero advertía al final del mismo mi pesimismo sobre el futuro de esa gran posibilidad. Por tres razones:
-Por la apatía, el desinterés y el desconocimiento general de los españoles sobre esta vergonzosa humillación que padecemos.
-Por el estúpido chantaje del temor de dejar sin trabajo a los "miles" de españoles que entran y salen del Peñón a diario, algo que no es cierto.
-Por la ineptitud del gobierno socialcomunista de España, sin criterio de unidad nacional frente al cantonalismo autonómico, y más interesado en desenterrar muertos que resolver los problemas de los vivos.
Por desgracia, todo esto lo sabe bien el gobierno británico, que anunció que podía ponerse de acuerdo con España en el tema de Gibraltar, excepto en el de la soberanía. Cuando lo de la soberanía es el asunto central y esencial en este tema.
Como sabes, Aurelio, se llegó a la degradación -y se mantiene viva- de que el ministro de Exteriores, Moratinos, tuviera la ocurrencia de convocar conversaciones a "tres bandas", en las que el gobierno gibraltareño participara en las mismas a igual nivel que los de España y Gran Bretaña, únicos interlocutores los dos últimos en este asunto colonial.
También, cuando unilateralmente, de forma ilegal e ilegítima, Gran Bretaña anunció que las aguas jurisdiccionales alrededor del Peñón eran las tres millas y es posible que las amplíe a doce. ¿En qué se basó para hacerlo? El Tratado de Utrecht no les da a los británicos ni un centímetro de agua. Pero verás, Aurelio, cómo para resolver el problema, el señor presidente del gobierno gibraltareño será invitado a tomar el te en la Moncloa.
Tienes razón en lo que expones en tu artículo "Gibraltar, meta inalcanzada". Hoy no se puede pensar en un enfrentamiento bélico con Gran Bretaña para recuperar ese trozo de suelo español por muchas razones.
Todo esto lo sabía bien el ministro Fernando María Castiella. Por eso optó por la solución más lógica frente a la cerrazón británica: aplicar lo estipulado en el Tratado de Utrecht. Y como apuntas en tu artículo, esa solución sería cerrar la verja para aislar por completo a quienes se aprovechan de los beneficios que estúpidamente se ofrecen a los gibraltareños, para poderse mover con total libertad por suelo español, adquirir en él bienes inmuebles y, encima, utilizar todos nuestros servicios, incluido el de la Salud, para curarse enfermedades. Un auténtico chollo para los llanitos y británicos que llegan al Peñón.
Por ello, Aurelio, estoy de acuerdo contigo. Si España y sus gobiernos -cada vez más débiles- optaran por el cierre de la verja de Gibraltar como consecuencia del Brexit, estoy convencido de que las condiciones de vida en el Peñón cambiarían sustancialmente. Se podría decir, en contra, que con los actuales medios de comunicación a través de las redes sociales, la subsistencia de los miles de empresas asentadas en Gibraltar podría resistir por mucho tiempo. Pero también es seguro que los empleados de esas empresas acabarían hartos del aislamiento con la verja cerrada y teniendo mayores gastos para salir de la ratonera por el coste de los pasajes.
Lo que resulta inadmisible en este tema del Brexit es que el gobierno español, por muy inepto que sea y sólo busque la propaganda para autoalabarse continuamente -al margen de su desastrosa gestión en todos los ámbitos-, no aprovechara esta gran ocasión para presionar a los británicos de la única manera legal y democrática con que puede hacerlo. Hasta conseguir lo que la ONU votó a favor de las pretensiones españolas en los años sesenta del siglo pasado.
¿No dicen los socialcomunistas y toda la progresía española así como los que les aplauden, tenerle tanto respeto a la ONU?, ¿Qué o quién les impide obligar a Gran Bretaña a cumplir con sus resoluciones? ¿Qué inconvenientes existen para que la soberanía española se ponga en práctica de acuerdo con lo estipulado en el Tratado de Utrecht? Por muy aliado que sea Gran Bretaña o por las muchas ventajas económicas que produzca su turismo en nuestro país.
Estoy convencido, Aurelio, de que la herida de Gibraltar infectada dará a España cada día que pase mayores dolores de cabeza. A cualquier gobierno y a todos los españoles. Y todo por la desidia, incapacidad, ineptitud y falta de coraje y de perseverancia de los gobiernos de España.
Por desgracia, Aurelio, me temo que nosotros no veremos una reacción como la adoptada por el bilbaíno ministro Fernando María Castiella, respaldado por todo el gobierno, claro. La única posible y, probablemente, la que pudiera tener a largo plazo un final esperanzador para España.
Nuestra situación política se ha deteriorado de tal modo y progresivamente durante los últimos cuarenta años, que este asunto de Gibraltar no le interesa prácticamente a nadie en lo que todavía se llama España. Sólo a unos cuantos que sueñan con que España siguiera siendo siempre España.
Recibe un fuerte abrazo de tu amigo,
Enrique Domínguez Martínez Campos
Coronel de Infantería DEM (R)