Fidel García Martínez

Las lágrimas de San Lorenzo

La lluvia de meteoros de las Perseidas, también conocidas como "Lágrimas de San Lorenzo", se producirá en su máximo durante la madrugada del 11 al 12 de Agosto. Imagen: NASA/JPL

10 DE AGOSTO, FESTIVIDAD DE SAN LORENZO

LA CRÍTICA, 10 AGOSTO 2020

Fidel García Martínez | Lunes 10 de agosto de 2020
Las noches que siguen al día en el que la Iglesia Católica celebra el nacimiento del gran mártir San Lorenzo, también este año terrible marcado por el Covid-19, las estrellas producen espectáculos, que podrán sustituir a luces fugaces (...)

... de los fuegos artificiales, de la noche mágica de Begoña, algo que algunos consideraban imposible, pero que ha sucedido.

La Fiesta de San Lorenzo siempre ha tenido en toda España plurales referencias, muy especialmente en Madrid en cuya sierra se encuentra el monasterio de El Escorial, construcción grandiosa del genial Herrera, arquitecto de Felipe II, tanto más grande cuanto más la imperofobia y la leyenda negra se ceba en él sin más argumentos que la mentira. La gran cúpula de la iglesia de la Universidad Laboral, que nada tiene que envidiar al magno cenobio felipesco, amenaza ruina por la desidia de los responsables de su conservación.

Felipe II mandó construir el gran símbolo de su imperio donde nunca se ponía el sol en forma de parrilla, instrumento donde fue quemado vivo el Joven Diácono por el déspota romano, por servir a los pobres, a las viudas, ancianos y niños con los bienes de la iglesia, que quería arrebatar para sus miserables pasiones. No faltan hoy políticos que en nombre de su particular concepción de la justicia proletaria pretenden imponer gravámenes injustos a los bienes que la Iglesia destina a los más pobres y descartados, quienes cada vez en más numero acuden a sus múltiples instituciones para satisfacer las necesidades: comer, vestir y ayudar a pagar los servicios más elementales, la luz, agua y la vivienda. Mientras se gastan los impuestos en algunas actividades políticas sin ningún fin noble y digno.

En Gijón la fiesta de San Lorenzo siempre ha sido popular, hasta que los vientos gélidos del laicismo sectario pretende cortar de raíz toda simbología tradicional para imponer sus efemérides partidistas. Perviven en Gijón nombres laurentinos: El popular paseo con su playa de San Lorenzo –el balcón playero con más solera del Cantábrico–; comercios y locales importantes, como la parroquia de San Lorenzo, grandiosa iglesia neogótica, con un espectacular retablo con la imagen patronal del diácono mártir del fuego. Además de unos confesionarios, puro arte, tallados con símbolos evangélicos penitenciales. Desde las suaves alturas que rodean Gijón los amantes de los astros se preparan para poder contemplar en la noche estrellada, las llamados lágrimas de son Lorenzo, que es la forma con la que las estrellas celebran y se suman a la gloria martirial de San Lorenzo. El hombre postmoderno, que dice abominar de los mitos clásicos, ha vuelto a ellos con actitudes supersticiosas, y repite los mitos de los caballos alados y los carros o personajes mitológicos vagando por espacios siderales, traducidos en los imposibles horóscopos hechos, mito Perseo. Todo a pesar de que las hipótesis astrofísicas no ven sino partículas de polvo de tamaño irregular que se desprenden de algún cometa que sigue su órbita y se encienden al contacto con nuestra atmósfera pregonando la gloria del Creador del Universo. Las estrellas también son creaturas de Nuestro Señor como diría el más grande de todos los ecologistas, Francisco de Asís.

Fidel García Martínez