... Esto ha pasado siempre en el binomio España-democracia que contemplamos —doy fe desde el minuto menos uno, o sea desde los años previos al mismo—, y todo corrupto debe saberlo bien. Otra cosa es que salten a primer plano, que no lo hacen y sigo después de tanto tiempo dándole vueltas sin encontrar una razón de peso que lo justifique. [1]
El banquero-bancario confesor proporciona los procedimientos —únicos procedimientos posibles incluso cuando consideramos las bolsas de basura repletas de billetes— para mover el dinero en el ámbito de la corrupción. Es el que asesora al corrupto cómo se han de hacer los trasiegos de billetes —las monedas aquí no cuentan— para sortear las trabas legales; quien engrasa el recorrido mediante los oportunos créditos en uno de los lados y gratificantes extratipos en el otro; quien aporta los contactos debidos para rellenar los huecos que necesita el correcto funcionamiento del tinglado; quien evalúa si una trama bien trazada tiene visos de llegar a buen puerto y, sobre todo, si redunda o no en unos buenos beneficios para la causa (perdón, para la casa). Dependiendo del nivel de lo tratado, el banquero-bancario confesor estará sentado en la pecera de una humilde sucursal de pueblo o en los suntuosos despachos de sus sedes centrales en Madrid, Barcelona, Ginebra o Nueva York. A veces, más de las que pueda parecerles, esta figura del banquero-bancario confesor, conocedor de con quién trata, es el primer instigador sugiriendo, eso sí, en la intimidad, procedimientos ilegales que rayan en una usura bien montada tales como la cesión de créditos a terceros, cuestión esta que da para un libro de buen porte y no es el caso. Ya lo siento.
Ya ven, conforme avanzamos, que en un libro como este solamente puede caber una aproximación a una de las operaciones anticorrupción que no es, ni mucho menos, de las más complejas. Aún así, las páginas que componen esta primera parte introductoria tienen como objetivo dar una visión general del complicado asunto de la corrrupción en relación con la función pública, a sabiendas de que cada punto requeriría una reflexión más profunda y un relato tal que, de completarse con la corrupción propia de cada uno de los sectores —en este caso, por proximidad en la exposición, de las grandes constructoras y la banca—, formaría una auténtica enciclopedia.Notas:
[1] Quiero aclarar, para tranquilidad de los respectivos gremios o asociaciones de constructores y constructoras, banqueros y bancos, que me refiero a determinados constructores, constructoras, banqueros y bancos, lógicamente, y no a los colectivos, tan dignos en su conjunto como cualquier otro en los que su materia prima sea el dinero y el ladrillo.