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San Benito

"La cena de San Benito", de Fray Juan Andrés Rizi. Museo del Prado, Madrid.

LA CRÍTICA, 11 JULIO 2020

José Manuel Gutiérrez de la Cámara | Sábado 11 de julio de 2020
Hoy 11 de julio el santoral me ha recordado la fiesta de San Benito, co-patrón de Europa y su memoria no deja de ser una esperanza en la crisis sin precedentes que padece el continente europeo y de manera especial España. Hoy más que nunca, Europa necesita recetas para superar su preocupante falta de identidad y valores. (...)

Hoy 11 de julio el santoral me ha recordado la fiesta de San Benito, co-patrón de Europa y su memoria no deja de ser una esperanza en la crisis sin precedentes que padece el continente europeo y de manera especial España. Hoy más que nunca, Europa necesita recetas para superar su preocupante falta de identidad y valores.

San Benito nació en Nursia en una época convulsa, cuatro años antes de la caída del Imperio Romano. Enviado a Roma a estudiar, fue testigo del abandono de la moral, herejías y malas costumbres de la sociedad romana y comprendió que no podían conducir a nada bueno. Se retiró a Subiaco, donde manifestó a un monje llamado Romano su intención de comenzar una vida eremítica. El monje, le indicó una desolada caverna, en la que pasó tres años ignorado por todos, con la excepción de Romano, que vivía en un monasterio cercano y le proporcionó el alimento diario. Cuando murió el abad del monasterio, la comunidad pidió a Benito que tomara su lugar y, aunque inicialmente rehusó, acabó cediendo y se hizo cargo del gobierno, pero sus estrictas normas de disciplina monástica no eran aceptadas por ellos que, llegaron a poner veneno en su vino para deshacerse de él.

Se retiró de nuevo a Subiaco con el propósito de empezar la gran obra para la que Dios lo había preparado durante los años de vida oculta. Atraídos por su santidad, se reunieron en torno a él gran cantidad de discípulos, e incluso padres de familia que le confiaban a sus hijos para que fueran educados y preparados para la vida monástica, varios de de ellos nobles romanos. Fundó doce monasterios próximos a Subiaco y en el año 530 el gran monasterio benedictino de Monte Cassino, en una colina entre Roma y Nápoles.

La “Regla”, que redactó, contiene, según San Gregorio, “su método de vida y disciplina, porque no es posible que el santo hombre pudiera enseñar algo distinto de lo que practicaba”. Su Regula monasteriorum, de 73 capítulos, se extendió antes de las invasiones normandas por la Europa carolingia, y tuvo gran importancia en la vida religiosa europea durante la Edad Media. La Orden de Cluny y a la centralización de los monasterios bajo la Regla, favoreció su expansión. Pero la verdaderamente importante fue que a pesar de los convulsivos momentos históricos, persecuciones, agitaciones políticas, que diezmaron la población monástica, los monasterios benedictinos han mantenido en todos los tiempos un gran número de religiosos y religiosas y han permitido que se conserve, además del tesoro de la fe, la cultura en todas sus modalidades, gracias a la labor de los monjes que durante siglos, continuaron su trabajo encerrados en los monasterios, recopilando una valiosa información que se hubiera perdido de otro modo.

Actualmente siguen la Regla de San Benito alrededor de 700 monasterios masculinos y unos 900 monasterios y casas religiosas femeninas en los cinco continentes. Su influencia en el monacato es considerable tanto en occidente como en el mundo, especialmente en lo que concierne a la vida intelectual del cristianismo. Esta Regla es un modelo de vida colectiva, tomada como ejemplo en la organización de algunas empresas.

El ejemplo de San Benito nos muestra que no es posible superar la crisis de valores en que estamos inmersos sin una renovación ética y espiritual, como ocurrió en la Edad Media. Es preciso volver a las raíces cristianas de Europa, un proceso que había empezado en los años cuarenta del pasado siglo, en el que unos hombre buenos, en otra época conocidos como "Padres de Europa", son en la actualidad apartados silenciosamente es base a intereses espurios.

Como el lector habrá adivinado me estoy refiriendo al francés Robert Schuman y al alemán Konrad Adenauer, ambos en "proceso de beatificación". A ellos se unió el primer ministro italiano Alcide de Gasperi y todos ellos, unos hombres profundamente religiosos, tuvieron muy claro que las dos guerras mundiales del siglo XX fueron consecuencia de apartar Creador de la sociedad y, como consecuencia al hombre. La guerra por las materias primas surgida tras la Revolución Industrial, no encontró mejor manera de buscar el enriquecimiento de unos pocos que dominar los países productores de tales materias y venderles los productos manufacturados con ellas. De este modo el negocio estaba servido.

En mayo de 1940 Robert Shuman, ministro de Asuntos Exteriores de Francia invitó solemnemente a las naciones democráticas europeas a edificar una "Comunidad de destino". Seis países respondieron de inmediato y se inició el camino de la Europa Comunitaria. Europa necesitaba unas recetas políticas y económicas, pero nacidas del principio cristiano de que todos los hombres estamos hechos a imagen y semejanza de Dios y hemos sido rescatados por Cristo sin distinción de raza, clase, profesión.

Y lo cierto es que dentro de la gran familia humana, Europa se distinguió por estar formada por democracias parlamentarias que, a diferencia de las de la antigua Grecia, aplicadas a una élite, las surgidas en aquellos años consideraban a todos los hombres iguales ante la ley.

Es preciso tener en cuenta que las raíces cristianas son parte de la verdadera memoria histórica. El apóstol San Pablo misteriosamente enviado hacia Roma por los vericuetos de Dios, se dirigió a Roma para dar testimonio y morir por el Evangelio.

En el último intento de crear una nueva constitución europea, bajo la tutela de Valery Giscard d ´Estaign, que afortunadamente fllida, se intentó el proyecto de una Europa falta de valores, sin consideración al ser humano y a la familia, con el olvido de la única Roca de referencia que habían adoptado estos hombres buenos.