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El amanecer: la Europa emergente, de Íñigo Castellano

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LA CRÍTICA, 30 MAYO 2020

Sábado 30 de mayo de 2020
(...) última parte de EL LEGADO, trilogía cuyos dos primeros volúmenes: «El Poder del bosque» y «La Luna de Occidente» fueron ya editados. En primer lugar con la presente obra termino el ciclo histórico iniciado en el final del Mundo Clásico, continuada en el Medievo, época de tránsito que nos transportó finalmente a la llamada Edad Moderna (...)

INTRODUCCIÓN

…A mi estimado lector hago la siguiente reflexión sobre la decisión de escribir esta última parte del LEGADO, trilogía cuyos dos primeros volúmenes: «El Poder del bosque» y «La Luna de Occidente» fueron ya editados. En primer lugar con la presente obra termino el ciclo histórico iniciado en el final del Mundo Clásico, continuada en el Medievo, época de tránsito que nos transportó finalmente a la llamada Edad Moderna. Mil años de discurrir histórico de un continente al que denominamos Europa que hoy nos alberga tras construir una historia humana llena de sorprendentes y desconocidas realidades de todo género, narradas todas ellas en tres volúmenes. En segundo término me planteé cómo abordar este tránsito. Continuar el relato como en los dos anteriores trabajos ofrecía el problema de su complejidad histórica exponencialmente acrecentada debido a la formación de distintos y sucesivos reinos y su consecuente entramado de relaciones que en las últimas centurias surgieron, haciendo difícil hasta para un escribidor una exposición comprensible.

…Mi intención en el presente trabajo es hacer llegar al lector de manera simple y asequible este último período de casi cuatrocientos años. No pretendo un tratado académico sino tan solo la divulgación de una época denominada y conceptualizada en tiempos muy posteriores a los hechos narrados, como Plena Edad Media y Bajo Medievo cuyo precedente fue la Alta Edad Media relatada en el primero y segundo volúmenes.

…Tras meditar cómo mejor sintetizar la compleja narrativa a la que me enfrentaba, opté por cambiar esta por el relato en primera persona de alguien erudito que, apoyado en «El Legado» familiar, supiera dar continuación a lo elaborado y narrado por sus predecesores en las dos anteriores obras. Naturalmente, quien escribiera ese relato –pensé– debería ser un personaje conocedor de aquel al que uniera sus propias vivencias e investigaciones y prosiguiera el hilo conductor de la trilogía, resumiendo y describiendo mediante crónicas los acontecimientos sobrevenidos desde la formación de los reinos taifas allá por el siglo XI, tiempos en los que se finalizó el segundo volumen de la trilogía. Así pues su trabajo consistiría en desarrollar la tercera y última parte, bajo el título de: El Amanecer, la Europa emergente.

…Encontré al personaje adecuado: un joven de la baja nobleza formado en las armas y cultivado en las letras, preparándose como era costumbre para servir de paje o sirviente de sus altezas reales los reyes de Aragón y Castilla en la corte itinerante que a lo largo de sus vidas mantuvieron incluso tras la conquista del último reino nazarí de Granada, suceso ocurrido en el mismo año de 1492 d. C. que se descubriera el Nuevo Mundo al que hoy llamamos América. La «Reconquista» terminó y los agarenos rebeldes expulsados de la península ibérica como también los judíos no conversos. Este joven bien pudiera asemejarse a los cientos que por aquel entonces aspiraban a servir en el palatium con ánimo no solo de encontrar un medio para llegar a ser alguien importante, sino incluso alcanzar un buen casamiento enlazando con alguna poderosa familia de la nobleza que les elevara en la pirámide social en cuyo vértice se encontraban los soberanos. No he podido evitar nominar a los personajes más importantes y protagonistas de esta larga historia, aunque aconsejo al lector que no intente retener en su memoria los nombres de nuestros antiguos reyes ni el complejo entramado de sus relaciones familiares, pues lo importante son los hechos que bajo su corona ocurrieron contribuyendo al desarrollo de nuestros reinos hasta su definitiva unión.

…Hablaré de nuestro protagonista antes de que este mismo inicie su narración sobre la sociedad hispana en especial y del resto del continente Occidental que tras un largo camino llegó al amanecer de una nueva vida, alumbrado por modos, maneras y sentimientos que durante el Medievo rigieron hasta abrirse a nuevas sensibilidades, formas y costumbres. En esta introducción somera relato el escenario histórico de aquella época en la que nuestro cronista se inició en este oficio hasta dar por terminada su crónica con el transcurrir de los años.

…Se llamaba Diego de Montilla, localidad de la que tomó su sobrenombre, situada entre las ciudades de Antequera y Córdoba, donde igualmente nació un pariente suyo, veinte años mayor que él (sus madres eran primas segundas) llamado Gonzalo de Córdoba Herrera y Enríquez quien le introdujo en la corte de los soberanos Católicos donde llevaba años a su servicio. A los doce años de edad Diego de Montilla aprendió a montar a caballo junto a otras artes necesarias para entrar en el servicio de la corte, sirviendo de asistente al Ballestero Mayor del rey ayudándole en las tareas más básicas. Desde esta inicial tarea incluso podría con el tiempo lograr ser nombrado caballero, y si la buena suerte o un hecho relevante le deparasen, alcanzar la dignidad de noble. Su despierta mente consiguió aprender el latín como igualmente griego y árabe, demostrando en general su especial habilidad por las lenguas y escritura. Incluso sirvió a cuantos solicitaron sus servicios para traducir las lenguas romances o vulgares que el castellano pergeñaba en cada uno de los reinos que conformaban las Hispanias. En ningún momento su primo Gonzalo de Córdoba que gozaba de especial predicamento por parte de los reyes se arrepintió de haber introducido a su primo Diego, pues al poco de encontrarse en la corte, supo de inmediato demostrar sus capacidades para gran satisfacción de los soberanos. Incluso se ganó la confianza de los nobles más próximos a la corona, cosa difícil pues solían ser siempre recelosos de los pajes y sirvientes que no fueran introducidos por ellos mismos.

…Corría el año 1499 cuando el curso de los acontecimientos cambió el destino de nuestro protagonista que aventuraba tener asegurado un brillante porvenir en la milicia, pues Diego de Montilla con veintinueve años, viose obligado a cambiar su afición por las armas para convertirse en cronista. Su suerte en el mundo de las armas que tantas venturas parecía rondar cambió tras una aparatosa caída de caballo que le quebró el tobillo. La mala curación de un galeno árabe que hizo todo lo que su ciencia pudo y no consiguió arreglar, dejó su pie derecho torcido hacia adentro y en consecuencia su andar, inestable y hasta ridículo. Todas sus esperanzas quedaron frustradas. Sin embargo aquellas experiencias le ayudaron a entender mejor el mundo de la guerra y de la milicia que formarían parte de la crónica cotidiana de su nuevo oficio.

…En en aquel memorable año que tomaran la ciudad de Granada y su rey Boabdil llamado Rey Chico[1] entregara las llaves en señal de rendición y sometimiento, quedó como cronista bajo el mecenazgo de don Álvar Pérez Osorio, III conde de Trastamara y II marqués de Astorga quien con sus mesnadas y otros muchos caballeros asistieron al asedio y conquista de la última ciudad agarena. Fue su misión no perder detalle de cuanto aconteciera en ese solemne acto de rendición de Boabdil.

* * *

…Años atrás a la conquista, en la batalla de Lucena, el príncipe nazarí fue apresado por Diego Fernández de Córdoba, alcaide de los Donceles, y posterior marqués de Comares.[2] Boabdil el Chico fue encerrado en las mazmorras del castillo del segundo conde de Cabra, primo de Gonzalo de Córdoba, el Gran Capitán.[3] Posteriormente fue liberado tras firmar en la ciudad de Córdoba un tratado con los Reyes Católicos en el que comprometiose al pago de tributos y liberación de los cautivos. En aquel acto Gonzalo de Córdova observó la escena meditando cuanto vio y estableciendo una caballerosa y personal relación con el vencido. Entretanto, siendo el año de 1483 mientras el Rey Chico residía en Guadix, dos hijos de este quedaron retenidos como rehenes. Al poco el rey don Fernando el Católico llevando como lugarteniente a Gonzalo Fernández de Córdoba, destruyó la torre de Tájar, atacó la Vega de Granada defendida por Muley Hacén que le hizo frente obligándole a desplazarse con sus huestes a Alhama. Muley Hacén encargó a su hermano el Zagal el mando del ejército solicitándole negociar la entrega de su hijo Boabdil que tras el acuerdo firmado se hallaba bajo protección de los Reyes Católicos. Continuarían años de gran tensión, escaramuzas y razias entre moros y cristianos. Boabdil viose obligado a pedir asilo a sus altezas don Hernando y a doña Ysabel cuando su tío el Zagal conquistó y le arrebató Almería. Las escaramuzas prosiguieron y al fin el Rey Chico Boabdil negoció con su tío traicionando a los soberanos de Castilla y Aragón que le combatieron en Loja. Ante esta nueva situación Boabdil solicitó la presencia de Gonzalo de Córdoba con el fin de negociar otra vez una serie de condiciones entablando con él una cortés y caballerosa amistad que culminó con el primer acuerdo con los soberanos Católicos. Tras la caída de Loja, otras villas y lugares cayeron en poder cristiano bajo el ímpetu de don Gonzalo, recompensado por el rey don Hernando con la villa de Íllora y la encomienda de la Orden de Santiago. Boabdil quedó en Albaicín, pero haciéndose otra vez enemigo del Zagal tuvo que hacerle frente al ataque que este llevó a cabo contra aquella ciudad defendida por las tropas de don Gonzalo de Córdoba que una vez más le auxilió obteniendo un nuevo éxito militar pues en la batalla murió Muley Hacén. En los siguientes años los esfuerzos bélicos se dirigieron contra los dominios del Zagal. En 1487 Málaga es conquistada por los cristianos quedando la parte occidental del emirato de Granada bajo su dominio, mientras Boabdil quedó solo en la Alhambra de Granada. La lucha contra el Zagal se extendió a otros lugares y a la parte oriental de Granada. En 1489 los soberanos Católicos sitiaron la ciudad de Baza que terminó en unas capitulaciones con el Zagal a quien se le dio un extenso señorío en la sierra. Siendo el año de 1491, este solicitó permiso a los Reyes Católicos para abandonar esas tierras y dirigirse a África donde en la ciudad de Fez el desdichado fue considerado un vil perdedor y el sultán, amigo de Boabdil, mandó quemarle los ojos.

…Quedando tan solo Granada y poco más, la Reconquista parecía tocar a su fin, pero Boabdil nunca leal a sus promesas y compromisos volvió atacar apoderándose en Almería de algunos de los antiguos señoríos de su tío el Zagal. Ante la nueva situación y llenos de total desconfianza para con aquel indigno príncipe infiel de la dinastía nazarí, los Reyes Católicos decidieron atacar Granada, corazón del emirato, instalando su campamento a dos leguas de aquella en un paraje lleno de ricas alquerías al que llaman Santa Fe, la cual fortificaron. A partir de entonces pasarían dos años de intensas negociaciones con algunas escaramuzas hasta conseguir alcanzar unas capitulaciones que terminaron con la entrega de la última ciudad agarena en la península. Entretanto y bajo custodia de don Gonzalo de Fernández de Córdoba, pues así lo quiso el Rey Chico, sus hijos quedaron como rehenes. El final parecía próximo y escrito en el destino que el emirato infiel sucumbiera de la misma manera que treinta y nueve años antes feneció Constantinopla en manos de los turcos. Dos grandes ciudades que junto a Córdoba representaron lo mejor de la Edad Media y cuyos destinos estuvieron marcados por los hados de la historia.

…Fue don Gonzalo de Córdoba quien llegaba y volvía desde Granada a Santa Fe estableciendo todos los pormenores de la rendición que Boabdil terminó aceptando. El dos de enero de 1492 en la Torre de La Vela y en la de Las Campanas, los pendones reales de Castilla y de Aragón flamearon altivos como mudos testigos de que Granada era ya cristiana. Entretanto antes de iniciar la entrega de las llaves de la ciudad, Boabdil, estando en el palacio de Dar-Al-Horra o Casa de la Novia en el centro del Albaycin, tras mirar intensamente a su madre Fátima más conocida como Aixa (La Horra o la mujer libre) que permanecía altiva y avergonzada, quiso refugiarse en sus brazos pero su madre con severas palabas le atajó diciendo:

—Llora ahora como mujer lo que no supiste defender como hombre

…Con mirada nostálgica Aixa contempló a través de los adarves de la Alcazaba las altas cumbres de la sierra de Sulayr (Montaña del sol) donde su difunto esposo Abul Hasán por los cristianos llamado Muley Hacén fue enterrado por propia decisión, queriendo con ese gesto expresar su decepción por la condición humana, permaneciendo lo más lejos de esta, en lo alto de sus picos, que a partir de entonces pasaría a llamarse Mulhacén, pero dado la permanente nieve de sus cumbres comenzaron a denominarla Sierra Nevada.

…Gracias a su afición por los libros y conocimiento de las lenguas Diego de Montilla dedicó su tiempo a leer crónicas y cuantos legajos llegaron a sus manos, así como a relatar cuanto aconteció en la conquista de Granada, último bastión sarraceno que él presenció como relator junto al clérigo y cronista Andrés Bernáldez entre otros, quien escrbió: Historia de los reyes Cólicos Don Hernando y Doña Ysabel que comienza así: «En el nombre de Dios. Aquí comienza la historia e vida del rey Don Enrique, según la escribió Hernando del Pulgar, cronista del rey Don Hernando y de la reina Doña Ysabel, nuestros señores, en libro que fizo de los claros varones, con algunas acaecieron en vida del dicho Rey Don Enrique en los Reynos de España; y porque sus prosperidades, y sus grandes trabajos y siniestra fortuna acaecieron en mis días, de la cual yo ove vera (oyera) noticia, quise tomar por principio escribir desde su vida las memorias de las cosas más hazañosas que en mi tiempo han acaecido, de que yo ove verdadera informacione».

…Acabada la «Reconquista», Castilla como Portugal se abrieron a una era de descubrimientos y conquistas engrandeciéndose ante los ojos de toda Europa, mientras Aragón conquistaba y afianzaba nuevos territorios en el Mare Nostrum expandiendo su reino por las regiones italianas donde un gran movimiento cultural y artístico venía desarrollándose haciendo especial énfasis en la exaltación de lo humano, y particular referencia al mundo grecolatino, a la razón, y a la naturaleza plasmada en las ciencias y artes. En Nápoles reinaba Alfonso V el Magnánimo[4] que unió Sicilia intitulándose Rex Utriusque Siciliae (Rey de las Dos Sicilias), siéndolo también de Valencia, Mallorca y Cerdeña así como conde de Barcelona, y convertido en rey de Aragón tras morir su tío Martín el Humano[5] sin sucesión de ninguna de sus dos esposas María de Luna y Margarita de Prades. De esta última cabe señalar su singular belleza y sensibilidad por la cultura en general, que hizo de su palacio de Valencia donde casó ya viuda con un noble catalán, una corte literaria en la que ella se convirtió en verdadera musa de muchos de los literatos de la época como el propio Iñigo López de Mendoza, marqués de Santillana, quien le dedicó un planto o composición literaria a su muerte ocurrida siendo abadesa en el monasterio de Bonrepós donde ingresó cuando de nuevo volvió a enviudar. Este reino italiano que en 1442 conquistara Alfonso V el Magnánimo casado con su prima hermana María de Castilla, convirtióse igualmente en una corte de esplendor y cultura que atrajeron a los más sabios, eruditos y artistas. Se inició así una corriente renacentista de carácter humanista no solo centrada en lo sagrado o divino.

…En el año de 1499 la infanta doña Juana, hija de los soberanos hispanos, anunció desde Flandes en el palacio de la corte de Malinas el embarazo de su primer hijo concebido con el archiduque Felipe de Habsburgo.[6] Aquel enlace y descendencia supuso para la historia uno de los acontecimientos más singulares y de mayor transcendencia que pudo darse para el destino de Europa y España.

…Hizo la casualidad que gracias al conde de Trastamara cayera en manos de nuestro cronista Diego de Montilla una importante serie de manuscritos y legajos al que llaman «El Legado» que forma parte de la biblioteca que aquel posee en Galicia, como propietario descendiente de Gutierre Osorio,[7] ricohombre en tiempos del rey de León don Alfonso II el Casto y uno de los caballeros que junto al rey se opuso al pago del tributo de las Cien Doncellas. Gutierre Osorio alcanzó el reinado de don Ramiro I junto al que combatió en la batalla de «Clavijo» o de Albelda, valiéndole su valeroso comportamiento ser admitido como canónigo de León en el año de 844. Descendiente de aquel fue el conde de Mondoñedo, Osorio Gutiérrez el Santo, noble de la España medieval del siglo X, perteneciente a la nobleza de Galicia y emparentado con los reyes astur-leoneses. Según unos, casó con Doña Urraca Núñez, hija del Conde don Nuño de las Asturias de Santillana, y otros afirman que fue con Doña Argilona, princesa de sangre goda. Esto es lo más seguro, conforme prueba la escritura de donación que ambos consortes hicieron en el año de 833 de muchas de sus heredades en las riberas del río Masma al Monasterio de San Pedro y San Félix, cuyo original se conservó en el Monasterio de Lorenzana, cerca de Mondoñedo. Como fundador del monasterio de San Salvador de Villanueva de Lorenzana (Lugo) ingresó como monje en los últimos años de su vida. Consta en una escritura dada en junio del año 969 que se desposeyó de varios cenobios de los que era patrono, adscribiéndolos al principal de Lorenzana y concediéndole mil vasallos, territorios, iglesias y lugares, afirmando el conde Santo: «Yo, Osorio Gutiérrez, confesor de Dios, aunque indigno, y de todas maneras hombre mundano, siempre deseé que en cada lugar donde poseyese algo, fuese heredero participante Dios, Criador de los Cielos y de la Tierra, y dando él su favor, fuese siempre servido y adorado. Y así, ayudándome y favoreciéndome el Señor, que dixo: vuestro es el comenzar y mío el dar fin perfecto a la obra; fué común parecer mío y de otros católicos, juntamente con don Theodomiro, Obispo de Mondoñedo, hacer heredero a Dios, fundando un Monasterio de Monges en el dicho lugar de Villanueva, que poco ha heredé».

…Gutierre Osorio varios años necesitó para terminar la obra mientras practicaba piadosas virtudes debido a su personal santidad y miedo por el sentimiento apocalíptico que asolaba toda Europa. Terminada la misma, entró en el monasterio convocando a todos sus sirvientes y vasallos a quienes pagó con extrema generosidad despidiéndose de cada uno de ellos y rogando a todos su perdón por cuantas faltas hubiera cometido. Se despojó de su hábito militar para vestirse con el de San Benito. Siendo en el año 977 sus restos mortales fueron enterrados en el monasterio de Lorenzana en la capilla fundada para ello, situada entre el Monasterio y la Patriarcal de Santa María. Es este linaje Osorio, antiguo y destacado desde tiempos de los godos y de especial relevancia en los de Alfonso VII de León cuando Osorio Martínez en 1140 casó con Teresa.[8] Del conde de Mondoñedo surgieron dos líneas genealógicas diferenciadas: una de ellas fue la de Pedro Rodríguez Osorio, privado del rey Alfonso XI de cuyo hijo bastardo Enrique II recibió los condados entonces no hereditarios de Lemos, Sarria y de Trastamara que ostentó en la primera mitad del siglo XIV y que en tiempos sucesivos se fueron cediendo a unos u otros tras Enríque II tomar la corona de Castilla después de la violenta muerte en los campos de Montiel de su hermano Pedro el Cruel. Siendo el año de 1434 su descendiente don Pedro Álvarez Osorio casó con Urraca de Moscoso y Castro (1410).[9] De este matrimonio obtuvo un importante patrimonio que si no en vasallos sí lo fue en tierras. No obstante exceptuó el territorio del condado de Trastamara y algunas otras villas que poseían otros señores… «El conde Osorio Gutiérrez, caballero de suma autoridad, poseedor de grandes estados y profundamente religioso. Vivió y floreció en los reinados de Don Alfonso II El Casto, Don Ramiro I y Don Ordoño I, a quienes sirvió en las guerras de su tiempo. En el Libro de las Semblanzas, se le llama Gran Señor, porque realmente lo fué no solo en sus grandes estados, sino también por sus virtudes militares, políticas y cristianas. Casó, según unos, con doña Urraca Núñez, hija del conde Don Nuño de las Asturias de Santillana, y, según otros, con doña Argilona, Princesa de sangre goda. Esto es lo más cierto, conforme lo comprueba la escritura de la donación que ambos consortes hicieron en el año de 833 de muchas de sus heredades en las riberas del río Masma, al Monasterio de San Pedro y San Félix, cuyo original se conservó en el Monasterio de Lorenzana, cerca de Mondoñedo. En 852 concedieron otras heredades a ese último Monasterio. Escriben el Obispo Sandoval y el Maestro Yepes, que en ese mismo año visitó el Conde Don Osorio Gutiérrez el Monasterio de San Pedro de Aguilar, y reconociendo la mucha observancia y religión con que florecían sus monjes con el abad Opila, su fundador, determinó consagrarse al servicio de Jesucristo, siendo esto causa de que sus donaciones en favor del Monasterio de Lorenzana se aplicaran también al de San Pedro de Aguilar, en el que profesó el conde la Regla de San Benito. Así consta de la escritura del abad Opila, que reproduce el Maestro Yepes y que fué otorgada el martes, 25 de Febrero de 852, reinando don Ordoño I».[10]

…Fallecido Juan II de Castilla, el rey Enrique IV su único hijo, queriendo apaciguar a la levantisca nobleza señorial gallega y agradecer los servicios prestados por don Pedro le mostró su favor nombrándole conde de Lemos: -«Considerando los muchos e buenos e leales servicios que aquéllos donde vos venides hicieron a los reyes de gloriosa memoria, mis progenitores, e vos habedes fecho e facedes a mi cada día, e confiando de bosque me servideres mucho más adelante, e queriendo honrrar e sublimar vuestra persona, e por vos faser bien e merced, tengo por bien e es mi merced que agora, e de aquí adelante, para en toda vuestra vida, seades conde de la Tierra de Lemos, que en mi regno de Galicia, e do vos por la presente el título e nombre e dignidad de conde, e envístovos en él, e quiero e es mi merced e voluntad que de aquí en adelante vos podades llamar e nombrar Don Pedro Álvarez Osorio, conde de Lemos». Otra línea genealógica perteneciente a la misma rama fue Juan Álvarez Osorio, señor de Villalobos, casado con doña Aldonza de Guzmán, hija de Guzmán el Bueno, cuyo nieto fue Pedro Álvarez Osorio y Moscoso, alférez mayor del pendón de la Divisa del rey, duque de Aguiar y primer conde hereditario de Trastamara tras haberlo instituido el rey Juan II de Castilla y concedido su hijo Enrique IV. Nació en la segunda mitad del siglo XIV y en 1445 casó con Ysabel de Roxas. En 1453 el conde fundó un mayorazgo para su hijo Alonso Osorio que moriría en 1467 por lo que determinó legitimar a falta de otra sucesión, a su hijo bastardo Rodrigo, pero siendo este tan pequeño pensó que su sucesión no estaba asegurada si el niño moría antes que él mismo, por lo que decidió contraer nuevas nupcias con María Bazán, procedente del linaje de los Quiñones y de cuyo matrimonio tuvo cuatro hijas: Constanza, una de ellas futura marquesa de Astorga.

…Cuando Enrique de Trastamara matara a su hermano Pedro I, se inició la dinastía que lleva su nombre. Reconocido como Enrique II, tituló conde de Trastamara y Lemos a su sobrino Pedro, quien posteriormente fue nominado como Pedro Enríquez. Tras este fallecer en el año de 1400 le sucedió su hijo Fadrique en ambos títulos. Tras la muerte de Fadrique en 1430 los títulos se dividieron y el de Trastamara recayó en un pariente de Lemos del mismo nombre llamado Pedro Álvarez Osorio quien tuvo varios hijos, entre los que estaban: Pedro Álvarez Osorio (de igual nombre a los anteriores), I conde de Trastamara y II conde de Altamira por su casamiento con Urraca de Moscoso, otro hermano de Pedro que murió en 1457 fue Álvaro Pérez Osorio, II Conde de Trastámara, a quien le fue además concedido el título de I Marqués de Astorga en 1465.

…El panorama gallego de confrontaciones familiares está totalmente documentado, siendo protagonizadas por los Lemos, Pimentel, Andrade, Ulloa, Castro y Trastamara. Cuando se inició la guerra de Granada, gracias a la mediación del conde de Lemos se llegó a una confederación de nobles gallegos para acudir a la guerra contra el infiel a lo que en un principio se resistían, liderada por Rodrigo de Moscoso, Pedro Bermúdez de Montaos y Suero Gómez de Sotomayor. Al fin Moscoso pese a encontrarse en abierta oposición al arzobispo de Santiago, Rodrigo de Luna, este permitió que unas mesnadas de aquellos señores marcharan en apoyo de los Reyes Católicos con el mismo arzobispo al frente, quien de vuelta de la victoriosa contienda se encontró con que la revuelta de los señores gallegos se había recrudecido hacia su persona teniendo que tomar partido don Pedro Osorio, conde de Lemos, sometiéndose él mismo como ejemplo al arzobispo quien puso sitio a las murallas de Santiago donde el conde don Pedro de Trastamara, primo del de Lemos, solo y sin apoyo de los antiguos confederados estaba dispuesto a defender la ciudad hasta sus últimas consecuencias. El intento del conde de Trastamara de que su hijo Luis ocupara la cátedra de Santiago no tuvo éxito, aunque consiguió ser nombrado coadjutor y gobernador gracias a lo cual obtuvo cuantiosas rentas metropolitanas. Los condes de Lemos y de Benavente aglutinaron a gran parte de la nobleza gallega que atacó la ciudad de Santiago. Al poco murió el arzobispo provocando la salida de las huestes de numerosos señores. Corría el año de 1460 cuando el difunto arzobispo fue sustituido por Alonso de Fonseca que de inmediato supo volver a reunir a los nobles entre ellos los Moscoso, Sotomayor, Lemos y los Ulloa. Entrado el siguiente año, el conde de Trastamara se vio obligado abandonar la ciudad tras el acoso de la nobleza que llegó a incendiarla, muriendo al poco tiempo envenenado en extrañas circunstancias debido probablemente a su maestresala, tomando posesión del arzobispado el mencionado Alonso de Fonseca. Sucedió a este conde de Trastamara, don Álvar Pérez Osorio quien sin abandonar sus extensas posesiones gallegas, marchó a la corte de Burgos donde reinaba Enrique IV con su valido Beltrán de la Cueva. Paralelamente su hermano Pedro Álvarez Osorio se convertiría en padre del futuro titular del condado de Altamira.

…En esta biblioteca además de la extensa documentación encontrada sobre las dos ramas de los Osorio: Lemos y Trastamara ya relatadas, Diego de Montilla se interesó especialmente por una voluminosa serie de libros y rollos numerados e iniciados en el siglo V d. C. que respondían a crónicas escritas por sucesivas generaciones de una familia patricia de origen romano asentada en España desde la caída del Imperio romano. Sin apenas interrupciones los miembros de dicha saga familiar fueron relatando los hechos más relevantes por ellos vividos o conocidos de aquellas últimas centurias, que por sí mismos constituían un importante «Legado» datado en distintas fechas y épocas. Sus últimos manuscritos finalizaban con la historia referida a la aparición de los reinos de taifas y de algunos de los sucesos sobrevenidos. Por alguna desconocida razón por aquellos tiempos «El Legado» se interrumpió y terminó pasando a propiedad de la persona de la asesinada doña Leonor de Guzmán y Ponce de León, amante del rey Alfonso XI de Castilla[11] que, estando presa en el castillo que perteneció a Abderrahmán III siendo el año de 1351, fue mandada ejecutar por la reina María de Portugal. Leonor fue madre de su ilegítimo hijo Enrique II de Castilla, primer monarca de la casa de Trastamara, y de ella «El Legado» pasó a través de la última centuria a descendientes suyos, los condes de Trastamara, de Villalobos y marqueses de Astorga, señores de la antigua Astúrica Augusta, ciudad que tanto protagonismo alcanzó desde épocas pretéritas en tiempos de los romanos y luego en la Hispania goda e islamita. A su vez los Moscoso, condes de Altamira, tras la muerte del duque Fadrique en el siglo XIV, convirtieron su Casa en la más poderosa de las tierras del apóstol Santiago.

…Los condes de Trastamara no tuvieron inconveniente en que el primo del preclaro y admirado Gonzalo de Córdova, Diego de Montilla, se hiciera cargo del «Legado» y continuara la narración interrumpida desde los hechos acaecidos con la aparición de los Taifas. Su objetivo fue iniciar las crónicas sobre las casi cuatro últimas centurias finalizando en los tiempos de la «Reconquista» que el mismo Montilla presenció acompañado de algunos escribanos, y teniendo una posición privilegiada al tener su propia comitiva y ser testigo de cuanto acaeció en el encuentro entre Boabdil el Chico y los Reyes Católicos. Varios trovadores se encontraron dispuestos a cantar las proezas que allí vieran sin importarles la exageración o la más estricta verdad siendo lo fundamental dar a conocer a lo largo y ancho de los reinos la toma y final de la victoria cristiana y para ello cualquier loa servía a estos propósitos.

…Da así pues comienzo el relato que el erudito Diego de Montilla escribió y al que dedicó su vida para mostrarnos ¡cuántos hitos de glorias y desaciertos! acaecieron en las Hispanias en los más de cuatrocientos años de historia desde el siglo XI hasta aquel año de 1499 d. C. en el que se inicia la presente narración.

[1] Abû ʿAbd Allāh «az-Zughbî» Mohammed ben Abî al-Hasan ʿAlî o Muhammad XII. Hijo de Muley Hacén y de Aixa, sobrino del Zagal.

[2] Casado con Juana Pacheco, hija del duque de Escalona, y I marqués de Villena. El hijo de ambos casaría con el tercer conde de Cabra y vizconde de Iznajar.

[3] Una hija de este último, Elvira, casó con su pariente Luis Fernández de Córdova, IV conde de Cabra, uniéndose ambas ramas de las varias de la Casa de Córdoba.

[4] Hijo de Fernando I de Aragón y de Leonor de Alburquerque y sobrino de Martín el Humano.

[5] Hijo de Pedro IV de Aragón y de Leonor de Sicilia.

[6] Hijo del emperador Maximiliano de Austria y de María de Borgoña.

[7] Del que se dice era su padre Guterico, hermano del último rey godo, Roderico o Rodrigo.

[8] Hija de la infanta Elvira Alfónsez hija ilegitima de Alfonso VI de León y de su amante Jimena Muñoz.

[9] Hermana de Fadrique, duque de Arjona, quien traicionó al rey siendo por ello ejecutado.

[10] Asociación Nobiliaria Vínculo y Mayorazgo de Lemavia, y de Salazar y Castro que confirman el documentado linaje de esta estirpe desde tiempos inmemoriales.

[11] Estaba este rey casado con María de Portugal, hija de Alfonso IV el Bravo de Portugal y de Beatriz de Castilla, quien a su vez era hija de los reyes Sancho IV y María de Molina.