Pilar Riestra Mediavilla

San Bernabé. ¿Por qué le llamaron Zeus?

Martirio de San Bernabé. Libro de Horas de Madame Marie, Hainaut, s.XIV. (Imagen: www.preguntasantoral.es)

LA CRÍTICA, 27 MAYO 2020

Pilar Riestra | Miércoles 27 de mayo de 2020
¿Era energía o violencia la de aquel gigantón –Bernabé– y su acompañante –Pablo– con la que, los dos con ojos llorosos, estaban levantando del suelo a sacerdotes y ciudadanos, que querían adorarles como a dioses? Evitaban una injusticia blasfema, idolátrica contra el único Dios. La razón de esta acción se debía a que el futuro san Pablo había curado a un paralítico de nacimiento y todos en Listra lo habían conocido siempre tumbado en su lecho. (...)

... En cuanto se difundió el hecho de la curación instantánea, los sacerdotes paganos y el propio sacerdote del templo de Zeus, clamaron en dialecto licaónico: “Dioses en forma humana han descendido sobre nosotros”; montaron los pebeteros, los adornos, “el sacerdote del templo de Zeus trajo toros enguirnaldados y acompañado de la muchedumbre, quería ofrecerles el sacrificio” (Act. 14,11-13), llamando al gigantón y majestuoso “Bernabé, Zeus y a Pablo, Hermes, encargado de llevar la palabra” (Act. 14,12), como si fuera el portavoz de Olimpo; y como aquellas gentes hablaban en licaonio, no se dieron cuenta Pablo y Bernabé, hasta que vieron el sacrificio, de la intención de adorarles como a dioses, lo que hubiera sido una ofensa grave a Dios, ya que habían ido a su ciudad, Listra, a predicarles al Dios único y verdadero.

Sin embargo, como los sacerdotes no podían admitir semejante error y la volubilidad de los pueblos es grande, soliviantaron a la gente, que cambió de actitud, de tal manera, que apedrearon a Pablo hasta dejarlo por muerto.

Por lo demás, no se tienen noticias de la infancia de Bernabé, apóstol procedente de la diáspora. Judío natural de Chipre, fue uno de los primeros fieles cristianos de Jerusalén. San Clemente de Alejandría y Orígenes afirman que la conversión de Bernabé se produjo durante la vida de Jesucristo, siendo del número de sus primeros 72 discípulos que cita el Evangelio. Otros Santos Padres consideran que Bernabé se convirtió inmediatamente después de la venida de Espíritu Santo sobre los apóstoles, en la festividad de Pentecostés.

Entre los miembros de la primitiva comunidad cristiana reinaba la caridad al extremo que se decía de ellos que tenían todos un sólo corazón y una sola alma (Act. 4,32). Esta caridad la practicó Bernabé, como nos lo atestigua el texto de las Actas de los Apóstoles: “José, apellidado por los apóstoles Bernabé, que significa Hijo de la consolación o Hijo de la profecía, levita, chipriota de linaje, como poseyese un campo, lo vendió, trajo el dinero y lo puso a lo pies de los apóstoles.” (Act. 4,36-37). Debía de tratarse de un campo muy valioso y quizá, por ello, se refiere en los Hechos de los Apóstoles.

Existen datos -transmitidos por San Lucas- que confirman el prestigio que Bernabé tenía entre los cristianos porque, una vez que se convirtió el futuro san Pablo y quiso tomar contacto con los discípulos en Jerusalén, éstos evitaban su trato por temor, y tuvo que ser Bernabé quien confirmara y garantizara, la autenticidad de la conversión y predicación de Pablo en Damasco, y gracias a ello fue aceptado.

Cabe decir que Bernabé intervino decisivamente en la fundación y consolidación de la Iglesia de Antioquía, predicada, en un primer momento, por los cristianos que huyeron tras el martirio de Esteban y precisamente en Antioquía fue donde comenzaron a llamarse cristianos los discípulos de Cristo.

Más adelante, el Espíritu Santo pedirá: “Segregadme a Pablo y a Bernabé para la obra a la que les confío”. Así fue como se adoptó la decisión, que pudiera calificarse de “revolucionaria”, de evangelizar no sólo a los judíos sino también a los gentiles. A partir de entonces, Bernabé dedicó su vida a la evangelización y murió mártir, hacia el año 63, pero no por obra de los gentiles sino apedreado por los judíos, según Las Actas del apóstol San Bartolomé -escritas por el chipriota Alejandro- que dejan constancia, que murió mártir en Salamina, lapidado por los judíos.

Por su parte, “…la Epístola de Pseudo-Clementino lo sitúa en Alejandría, Roma y Milán… De la leyenda que lo hace predicador de la fe cristiana en Milán sale que sea patrón de la ciudad italiana; del relato que lo hace morir lapidado nace que se le invoque como protector contra el pedrisco.” (Francisco Pérez González, Dos Mil Años de Santos, EDICIONES PALABRA, 2001, p.699).

Su mensaje y espiritualidad aparecen recogidos en su Misa. Así, la Antífona de entrada: “Dichoso este santo que mereció ser contado entre los Apóstoles, pues era hombre de bien, lleno de Espíritu Santo y de fe.”; la Oración colecta: “Señor, tú mandaste que San Bernabé, varón lleno de fe y de Espíritu Santo, fuera designado para llevar a la naciones tu mensaje de salvación; concédenos, te rogamos, que el Evangelio de Cristo, que él anunció con tanta firmeza, sea siempre proclamado en la Iglesia con fidelidad, de palabra y de obra.”; y la Oración sobre las ofrendas: “Santifica, Señor, estas ofrendas y que ellas no alcancen de tu gracia aquel amor ardiente, que impulsó a tu apóstol San Bernabé a llevar a las naciones la luz de Evangelio.”

“La Iglesia latina y la griega celebran la fiesta de San Bernabé el 11 de junio. La Iglesia católica lo ha tenido siempre en gran estima y veneración, como lo atestigua el hecho de que su nombre figure desde muy antiguo en el canon de la Misa. En la liturgia ocupa Bernabé un rango casi igual al de los Apóstoles y su oficio litúrgico es sacado del común de los mismos Apóstoles.” (Luis Arnaldich, O. F. M., AÑO CRISTIANO, LA EDITORIAL CATÓLICA, 1959, p.627).

Termino resaltando la variedad de los santos. Por ejemplo, el publicado en este periódico en Mayo, san Isidro, fue un pobre labriego que pasó, casi la totalidad de su vida, en el Madrid del siglo Xl, que ahora lo consideraríamos un pueblo. Bernabé, en cambio era un hombre rico, culto, viajero. Por ello me parece oportuno reproducir lo que hace años escribió Salvador Baltar, O. F. M.: "En el santoral católico aparecen santos de todas la edades y de todas las condiciones, santos de sotana y santos de hábito, santos con cogulla y santos de cabeza descubierta, trajeados a la antigua y con pantalón y chaqueta, militares y civiles, profesionales y artesanos, mantos reales y abarcas polvorientas. Aparecen santos de carácter fuerte y enérgico, santos de carácter dulce y apacible, solitarios y metidos en sociedad, con marcado sentido del humor y retraídos, santos de ciencia y santos iletrados. Cada uno con su idiosincrasia, con sus formas sociales y sus características temperamentales; pero, a la vez, todos ellos con un denominador común: vocación decidida a la santidad. Quisieron y fueron santos". (EDITORIAL CATÓLICA, 1959, Tomo ll, p.380). Únicamente se debe agregar que lo mismo, mutatis mutandis, cabe decir de las mujeres santas.

Pilar Riestra