... En concreto, el conflicto irano-estadounidense que ya se agudizó, a comienzos de este año, tras el asesinato en Irak del general iraní, Qasem Soleimani, el comandante de la Guardia Revolucionaria iraní con más prestigio e influencia en Irán y Oriente Medio, se ha vuelto a tensar con la advertencia dada por la Guardia Revolucionaria a los estadounidenses, el pasado 19 de abril, para que “sigan las regulaciones internacionales y los protocolos marítimos en el Golfo Pérsico y el Golfo de Omán y que se abstengan de cualquier aventura y de historias falsas”.
A lo largo de los artículos que me han precedido en estas páginas sobre la participación de diferentes actores en la solución al proceso nuclear iraní, pieza clave del conflicto entre Irán y Estados Unidos, que afecta gravemente a la seguridad global, se ha comprobado la falta de coordinación y la ausencia de intereses comunes entre distintas potencias mundiales.
Aunque no dispongo de una bola de cristal para predecir el futuro de este conflicto si se puede realizar una previsión, a medio plazo, teniendo en cuenta los diferentes y variados factores de todo tipo que intervienen en este proceso, de su evolución en distintos campos, entre los que se encuentran, la política, la diplomacia, la estrategia o la seguridad.
Por parte iraní, el actual líder supremo, el Ayatollah Alí Khamenei, lleva en el poder algo más de dos décadas y ha cumplido 81 años el pasado mes de abril. Una edad muy alta a la que no llegan muchos de sus compatriotas. Esta previsto, con mucha probabilidad, que la quinta Asamblea de Experto (AoE), elegida en al año 2016 por un periodo de ocho años, seleccione a su sucesor.
En el lado estadounidense, el actual presidente, Donald Trump, intentará ser reelegido en las elecciones para la legislatura de los próximos cuatro años, que se celebrarán el 3 de noviembre de este año. La reelección ahora mismo no la tiene asegurada ya que depende mucho de cómo evolucione la gestión del Estado en relación con los efectos que está produciendo la COVID-19 en Estados Unidos, ya sea en el número de fallecidos o ya sea en los daños económicos.
Las personalidades de ambos líderes son muy fuertes, aunque el funcionamiento, la estructura y la duración de sus mandatos y administraciones sean totalmente diferentes. Por una parte, la teocracia iraní. En ella, Jamenei se apoya en tres grandes pilares que le son totalmente leales: el Cuerpo de Guardia Revolucionaria Islámico (IRGC), ejército paralelo con un gran peso en política exterior; la Oficina del Líder Supremo, que dirige un enorme emporio económico y disfruta de una alta influencia política; y las organizaciones educativas religiosas, entre las que destacan el Seminario de Teología de Qom y el Instituto Imán Jomeini, bases del poder teocrático.
El puesto del líder supremo es vitalicio. Es él el que tiene la potestad de decidir en cuestiones de política exterior, de política nuclear y de modificaciones de la Constitución. El presidente actual, el moderado Hasán Rohani, es el jefe del Ejecutivo, pero debe implementar la política estatal marcada por el líder supremo.
En la otra parte, la democracia estadounidense, con un relevo de poder cada cuatro años, muy polarizada durante esta legislatura con Trump como presidente. Es cierto que la actual actuación de Trump al mando de la administración estadounidense se sustenta en su tono autoritario y en la falta de un equipo con cierta permanencia y con muy poco poder de influencia en las decisiones presidenciales, pero también es verdad que la democracia norteamericana dispone de organismos estatales como el Congreso y del Senado que limitan e impiden, en su caso, algunos poderes presidenciales.
Las espadas siguen en alto entre ambos países. Los objetivos de Estados Unidos consisten en impedir que continúe con el proceso nuclear para disponer de la bomba atómica, limitar el expansionismo chií desde Teherán a Beirut y prohibir que se convierta en el hegemón geopolítico de la zona debilitando a los aliados estadounidenses de Oriente Medio.
En cuanto a los objetivos estratégicos de Irán se centran en expulsar a los Estados Unidos de la región, llegar a ser el gendarme geopolítico de Oriente Medio utilizando el terrorismo y su influencia religiosa, así como disponer de la bomba nuclear para conseguir la inmunidad estratégica de modo similar a Corea del Norte.
En este contexto de liderazgos personales y de políticas de enfrentamiento, no se prevé una evolución favorable de disminuir la tensión buscando un ambiente de unas posibles negociaciones de paz. Al menos, mientras Trump continúe como presidente y Jamenei como líder supremo, no se vislumbra ninguna postura de acercamiento.
La única vía posible hacia posiciones de solucionar el conflicto en el futuro se puede prever en dos acontecimientos de distinto rango en el tiempo y en el espacio. Un primer momento pudiera ser si en las próximas elecciones en Estados Unidos Trump sea derrotado y entre un nuevo presidente estadounidense del partido democrático.
Un segundo momento u oportunidad pudiera aparecer al fallecimiento de Jamenei, contando con que su sucesor adopte una política más apaciguadora y pragmática, y siempre que los tres pilares en que se apoya el poder del líder supremo se muestren favorables a iniciar un proceso de negociación tanto en el campo nuclear como en el propio conflicto con Estados Unidos.
En definitiva, con independencia de la evolución en los campos de la política, la diplomacia, la estrategia y la seguridad, que se decía anteriormente, y para ser realista, con mucha probabilidad, el conflicto entre Estados Unidos e Irán no entrará en una era de negociaciones de paz hasta que desaparezca alguno de sus líderes actuales.
Madrid, 21 de mayo de 2020
General de División (R) Jesús Argumosa Pila
Asociación Española de Militares Escritores