... Las grandilocuentes palabras y compromisos alcanzados en el acuerdo firmado en Lausana, por Irán y las potencias extranjeras: EEUU, Reino Unido, Francia, China, Rusia y Alemania, a cambio del levantamiento de las sanciones nucleares y económicas impuestas por EEUU y la Unión Europea (UE) contra la República Islámica, no convencieron a Israel. Sobre todo, si nos atenemos a las palabras de su jefe de gobierno, Benjamín Netanyahu, quien manifestó que “Israel no aceptará un acuerdo que permita que un país que quiere aniquilarnos desarrolle armas nucleares. Además, Israel pide que cualquier acuerdo definitivo con Irán incluya un reconocimiento claro y sin ambigüedades de parte de Teherán del derecho de Israel a existir”. Esta es la visión permanente de Israel desde su independencia en el año 1948. Para Israel este acuerdo con Irán es solo una treta para dotarse a medio plazo del arma nuclear.
El 30 de abril del 2018 Netanyahu anuncia tener pruebas sobre supuestas violaciones del acuerdo firmado en Lausana. El presidente Trump el 12 de mayo da un ultimátum a los signatarios europeos del acuerdo para que estudien el problema planteado por Netanyahu y, pasando por encima de las protestas de la UE, amenaza con incumplir el acuerdo y no levantar las sanciones impuestas por los EEUU a Irán. Solo una semana después, día 8 de mayo, el presidente Trump anuncia la salida de su país del convenio.
Tanta precipitación demuestra existir una completa coincidencia de pensamiento entre Netanyahu y Trump ante lo que consideran una grave amenaza para Israel. A su vez, el presidente iraní Hasan Rohani declara que, si las negociaciones con los otros firmantes de acuerdo fracasan, Irán continuará con su programa de enriquecimiento de uranio.
Analistas internacionales consideran que si Irán acelerase abiertamente su carrera hacia la obtención de la bomba nuclear ello podría incitar a otros países, como Arabia Saudita, a intentar dotarse también del mismo armamento con lo cual Oriente Medio podría convertirse en una zona de inestabilidad permanente, con un futuro completamente incierto.
Israel es consciente de que, aun disponiendo del arma nuclear, no podrá enfrentarse en solitario a todo el mundo árabe sin el apoyo incondicional de los EEUU. Esta sensación de hostigamiento y amenaza permanente por parte de grupos terroristas palestinos y del régimen teocrático implantado en Irán, tensiona al pueblo de Israel hasta extremos similares a los previos a la guerra de los Seis Días. Hoy, la catapulta está ya suficientemente tensa. Las bravatas árabes, antes egipcias y ahora iraníes, son las mismas. Aunque el propio Israel es consciente de la locura que representaría para el mundo entero el empleo unilateral del arma nuclear en una zona tan conflictiva, debemos de reconocer que la empleará si ese es el único recurso al que puede recurrir para garantizar su propia existencia, y de un modo especial si percibe que los EEUU no están de su lado de forma clara y determinante. Por eso, aunque Israel favorezca y defienda la solución de las actuales disputas con sus vecinos por medios pacíficos, aprobará cualquier iniciativa de los EEUU para que Irán cambie de régimen. En esto, las políticas de Israel y los EEUU son absolutamente coincidentes.
El despliegue de fuerzas de los EEUU parece una barrera de protección de Israel.
Por todo ello, lo que se ha dado en llamar conflicto EEUU-Irán es, en realidad una consecuencia del previo conflicto Israel -Irán. Es muy probable que, si Israel no existiese, la política de los EEUU hacia el mundo árabe fuese completamente distinta. Los EEUU seguramente encontrarían una solución que garantizase la paz en la zona sin la necesidad de su activa participación. La sociedad norteamericana, con su presidente Trump al frente, están muy cansados de participar en conflictos que consideran ajenos y además tienen un alto coste económico y de vidas de jóvenes soldados. Es verdad que las nuevas tecnologías permiten a los EEUU hacer la guerra sin la necesidad de tantas bajas, pero, aun así, hay situaciones que obligan a poner el pie en la tierra del conflicto. En cualquier caso, la realidad se impone y los EEUU terminan por encontrar razones de todo tipo para permanecer en la zona y no es la menor la necesidad de no abandonar a Israel ante aquellos que quieren destruirla.
Es bien conocido que el sionismo internacional ha conseguido crear en los EEUU un poderosísimo en influyente “lobby” para lograr que su política en el Oriente Medio sea inexcusablemente proisraelí. Y, si nos atenemos a las últimas decisiones de Trump, debemos de aceptar que el trabajo del “lobby” es muy efectivo.
En una situación internacional no tan compleja como la existente en Oriente Medio la decisión de Obama de favorecer el acuerdo firmado en Lausana habría de calificarse de muy buena y políticamente inteligente. Pero en este caso debió de tener en cuenta que no es igual que el arma nuclear esté en manos de una democracia de tipo occidental, como es el caso de Israel, que en manos de cualquier radicalista islámico o fanático religioso. Esta decisión de Obama, con el respaldo de la UE, afectó gravemente a las relaciones de los EEUU con Israel que tuvo que aceptarla por pura necesidad política.
Si Israel se viese obligado a actuar unilateralmente lo hará, muy probablemente, de la misma manera que en el año 1967: un ataque, inmediato, imprevisto, contundente y decisivo, por aire y mar, que podría incluir el empleo del arma nuclear, aun en contra del criterio europeo y no sabemos si también norteamericano. Ante esta grave decisión de Israel, Irán no tendría tiempo para contrarrestar el ataque israelí ni siquiera tiempo para poner en el aire los misiles con los que habitualmente amenaza y trata de disuadir a Israel. La estrategia de empleo del arma nuclear por parte de Israel no debe de diferir mucho de las estrategias de empleo de las potencias nucleares oficialmente reconocidas. Para que el arma nuclear sea verdaderamente disuasiva tiene que ir acompañada de la más clara voluntad de entregarla, si se dan las condiciones para hacerlo.
El ataque israelí probablemente fuese dirigido a aniquilar la estructura nuclear iraní, dispersa y en parte escondida bajo tierra, para tratar de evitar, en lo posible, los misiles perforantes con los que cuenta Israel. Todos estos detalles son, sin duda, bien conocidos por los servicios de inteligencia israelíes, considerados los mejores del mundo, de modo que cuando Israel decida actuar de este modo lo hará con el conocimiento de causa necesario y suficiente para alcanzar el éxito perseguido.
Israel necesita también aumentar su masa crítica de ciudadanos judíos y para atraerlos desde cualquier parte del mundo Israel se ve forzado, a su vez, a aumentar sus asentamientos en territorios que verdaderamente no le pertenecen como son los de la Cisjordania que administra. Podría anexionarse Cisjordania a todos los efectos, pero, de hacerlo, la población palestina en el conjunto de Israel estaría en mayoría suficiente como para hacerse con el gobierno de Israel, con las incertidumbres que ello conllevaría. Esta es una parte del drama que vive Israel y que forma parte de su visión del conflicto.
Maquiavelo dejó escrito que el Príncipe tiene que ser implacable en la exigencia del cumplimiento de su propia ley porque, de no hacerlo, pronto se verá obligado a cumplir la ley impuesta por otros. Este es el principio que rige, nos guste o no, el mundo de las relaciones internacionales. La fuerza y la ley siempre fueron e irán de la mano, según un principio que Maquiavelo fue el primero en descubrir.
Israel, como país libre y soberano, solo desea: en primer lugar, sobrevivir y en segundo lugar, hacerlo de acuerdo con su propia ley y no de acuerdo con la ley de aquellos que la quieren destruir. Esta es, para mí, la verdadera visión del conflicto que tiene Israel.
Madrid, 8 de mayo 2020
Capitán de Navio Aurelio Fernández Diz
Asociación Española de Militares Escritores