... Dicho de otro modo: más vale una decisión, aunque no sea la mejor, que una indecisión.
Pero hay algo aún peor: múltiples decisiones contradictorias y simultáneas, que es lo que nos llega con cada vez más frecuencia en estas semanas.
Esta columna siempre ha tratado de sacar a relucir contradicciones de la Sociedad, sobre todo en el ámbito de la Tecnología, en el que abundan los descalabros. Pero hoy sólo se habla de una cosa, y es ahí donde afloran las incongruencias, por lo que, si hay que salir a defender la virtud de la Lógica, hoy hay que pelear en la arena, barro más bien, de la política, que nos proporciona abundante material, incluso más que de costumbre.
Un día, en la homilía de la mañana nos dicen que los menores de 12 años pueden acompañar a su padre o madre, pero sólo para ir a la compra, al médico, etc. Al día siguiente, tras muchas protestas de los opinadores, que los de 13 y 14 años también. Unas horas después (cacerolada de por medio), que pueden pasear, sin mayores excusas, y sin necesidad de meterles en un supermercado o en un estanco.
Una mañana, todo un general (para llegar a lucir una estrella de cuatro puntas hay que tener la cabeza bien amueblada, y torear muchos miuras sin tartamudear), de la Guardia Civil, dice que tiene órdenes de perseguir las críticas al Gobierno de España. Habría bastado una rectificación, dicha con convicción por supuesto, diciendo que se refería al Estado Español, pero nos colocaron al día siguiente un tímido y confuso razonamiento en el que el mayor énfasis se hacía al decir que lo primero no era la política, sino que eran las personas… Si a eso le sigue, como siguió, una cerrada ovación de aplausos, a los espectadores sin mucho sentido crítico les queda la idea de que ha dicho algo valioso y por encima de cualquier crítica, pero si se ve que los aplausos eran de sus compañeros en la tribuna, el homenaje queda algo devaluado; si se da uno cuenta de que, a continuación, ni dice nada más, ni al general le pasan una sola pregunta de los periodistas… queda un tufillo a montaje muy burdo. Y al día siguiente, para rematar la faena, se descubre que, después de todo, había un mensaje oficial, de días atrás, con instrucciones de que, efectivamente, lo que había que hacer era perseguir las críticas al Gobierno de España.
Para colmo una ministra a la que se supone cierta formación, dado que es ministra de Educación, nos administra en una entrevista muy artificial, un silogismo cojo que, en realidad, no es ni un sofisma, sino tan sólo una manipulación digna de cualquier telepredicador de bajo nivel. Dice, textualmente: “No podemos aceptar que haya mensajes negativos, mensajes falsos en definitiva…” (énfasis en el falsos). En un silogismo correctamente redactado, faltaría el nexo que explique por qué el hecho de ser negativos los convierte en falsos. Y, lo peor, es que la mente humana, intentando encontrar lugar para la frase en nuestra estructura cerebral, corrige ‘de oficio’ la imperfección insertando una frase fantasma: ‘los mensajes negativos son falsos, por lo tanto… ‘. En conjunto, el malabarismo de la ministra es un mecanismo dialéctico profusamente utilizado por populistas, telepredicadores, vendedores de baja estofa y políticos sin cabeza… o sin escrúpulos.
Lo de las mascarillas… en la parada de autobús de al lado de mi casa vi ayer que todavía mantienen un cartel que dice, entre otras cosas, que “LA MASCARILLA SOLO LA DEBEN EMPLEAR PERSONAS QUE PIENSEN QUE ESTÁN INFECTADAS “ mientras por todos los demás medios de comunicación nos insisten en que quien no lleve mascarilla se arriesga a las peores críticas y, si tiene los típicos vecinos ávidos de encontrar ocasión de criticar al Prójimo, quizá reciba insultos y cosas peores, además de alguna multa.
Y ahora han decretado el control de precios de las mascarillas, pero lo han hecho de la manera más primaria: prohibiendo que se vendan por encima de un determinado precio. Pero no me consta que hayan intervenido en toda la cadena de personas y empresas que van desde su fabricación hasta la farmacia, por lo que, si a la farmacia, o al supermercado, le venden las mascarillas a 2 euros, y el precio de venta al público es de menos de uno, ¿qué haríamos si fuésemos el farmacéutico o el responsable de adquisiciones de la cadena de supermercados? Respuesta típica: no comprar algo que no podemos vender sin perder mucho dinero. En los países con un control de precios, a la postre es el Estado el que tiene que comprar centralizadamente para luego distribuir a la población. ¿Vamos en esa dirección?
Una médico de familia contaba en su consulta, hace un rato, que cuando se descubrió que llevaban unos días todos los sanitarios del ambulatorio utilizando unas mascarillas que no cumplían las normas (y van… ¿cuántas?) les dijeron que tenían que irse a casa y pasar una cuarentena pero, cuando alguien se dio cuenta de que con esa medida se cerraba un ambulatorio y dejaban sin servicio médico a 40.000 personas… llegó otra orden diciendo que no era para tanto, que se quedasen trabajando. Les pilló poco menos que recogiendo sus cosas y apagando las luces.
No es consuelo el ver cómo los dirigentes de otros países lo hacen peor aún. Sus desastres también nos afectarán. Los poderosos siempre se las apañan para que, cuando se acatarran, quienes estornuden sean los débiles. Y la frase de aplicación es esa de ‘Mal de muchos… Epidemia ‘.
La situación se acerca, si no ha llegado ya, al triste caso de que, con tantas idas y venidas, con tantas marchas y contramarchas, con tantas órdenes y contraórdenes, llega un momento en que da igual si lo hacen bien o mal, porque incluso si lo hacen perfecto a partir de algún momento, la inseguridad sobre si sus medidas son las acertadas puede hacer que nadie las siga con la convicción que se necesita para que den un buen resultado.
Es muy grave que, en un momento de crisis, de cualquier crisis, quien está al mando produzca esta sensación de improvisación, inseguridad y ausencia de profesionalidad. Puede que cualquiera de los que leemos o escribimos al respecto lo hubiéramos hecho peor, pero a nosotros no nos pagan para acertar en esas decisiones. Nosotros no nos hemos presentado, voluntarios, para asumir la responsabilidad de dirigir un país. En esos puestos, no valen excusas.
Lo mismo que en estos días la pregunta con que nos saludamos de ‘qué tal estáis ‘ no tiene nada de retórica ni es un formulismo vacío, todas esas declaraciones de los ministros, secretarios, subsecretarios etc. al tomar posesión de sus puestos, cuando hablan acerca del tremendo honor y la gran responsabilidad que suponen, y el compromiso de trabajar por los demás, etc. etc. etc. con que los adornan, estaría más que bien que no fuesen sólo formulismos y retórica, que no fuesen adornos.
Félix Ballesteros Rivas
22/04/2020
agente.provocador.000@gmail.com