Pilar Riestra Mediavilla

Juan Bautista de La Salle: Maestro revolucionario

San Juan Bautista de La Salle. (www.iglesia.info).

LA CRÍTICA, 27 MARZO 2020

Pilar Riestra | Viernes 27 de marzo de 2020
El futuro san Juan Bautista de La Salle, nacido en Reims (Francia), el 30 de abril de 1651, era el primogénito de 11 hermanos, e hijo de Luis de La Salle, Consejero de Luis XlV y de Nicolasa Moët, y pertenecía a una familia muy adinerada. Pero Juan Bautista defraudó todas las esperanzas (...)

... que sobre él habían puesto su familia, amigos, el clero y, en general el ambiente aristocrático al que pertenecía, cuando, renunciando a todo, se dedicó a dar clase a los niños pobres y abandonados, incorporando unas innovaciones pedagógicas que han llegado, al menos parcialmente, hasta nuestros días.

Ya desde muy pequeño Juan Bautista quiso ser sacerdote y el padre sacrificó su deseo de que fuera jurista como él, y de hecho nuestro santo recibió la tonsura a los 11 años y nombrado, a los 15 años, canónigo de la catedral de Reims. No obstante, a pesar de tener ya su porvenir asegurado y a gusto de su familia y del ambiente social en que se desenvolvía, comenzó sus estudios de Teología en 1669, pero al morir sus padres –su madre en 1671 y el padre se dejó morir de pena unos meses después-, tuvo que suspenderlos para ponerse al frente de la familia, como primogénito de sus hermanos.

Tras dedicarse, durante cuatro largos años, únicamente a la administración de los bienes de la familia y al cuidado de sus hermanos pequeños, reanudó sus estudios y al finalizarlos fue ordenado sacerdote el 9 de abril de 1678.

Durante la vida de Juan Bautista la inmensa mayoría de la población vivía en situación de extrema pobreza. Luis XlV guerreó constantemente, se enfrentó él solo a toda Europa, al punto, que, después de haber vencido sistemáticamente en el campo de batalla, hubo de firmar el Tratado de Ryswick como vencido, debido al agotamiento casi absoluto del desgaste militar. A ello se unía el derroche inmenso de la Corte y a los onerosos, casi insoportables, impuestos que debían pagar los campesinos. Por ello la situación de los campesinos en los pueblos y de los trabajadores en las ciudades, hacía problemático el sustento diario y mucho más la posibilidad de que sus hijos fueran a la escuela.

Con motivo de una visita a un convento de las Hermanas del Niño Jesús, la señora Mayllefer le pidió a través de Adrian Nyell, que buscara un lugar donde pudiera enseñar a los niños pobres de Reims. Juan Bautista decide llevarlos a su casa, pero encuentra la oposición radical de su familia y debe buscar un pobre edificio, donde comienza su labor y donde encuentra su vocación

Su primer problema es encontrar maestros, porque nadie quiere dar clase a aquellos niños tan pobres. Poco a poco los va consiguiendo y llega un momento en que se une a él un gran número. Pero los maestros “que se reúnen en torno a Juan el Bautista son laicos y no sacerdotes, aunque él va desarrollando la idea de que deben dedicar sus vidas enteramente a sus estudiantes, dejar de casarse y tener una familia. Por eso los viste con una sotana negra y una pechera blanca, un manto y zuecos campesinos y les ofrece una primera regla de vida que comenzó a escribir en 1685. Casi diez años después fue elegido superior de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, la congregación que fundó después de ese primer experimento. Nace así la primera congregación formada completamente por maestros varones que permanecen laicos, porque él quiere que sean capaces de instruir no solo en la fe, sino también en el conocimiento y las profesiones. La enseñanza primaria será gratuita en las escuelas fundadas por él; organiza escuelas vespertinas y dominicales para jóvenes trabajadores, presidiarios que no hacían nade en la cárcel y que en la escuela aprendían y podrían tener un futuro como los demás, e inventa al antepasado de la enseñanza moderna en los campos técnico, comercial y profesional.” (https//www. vaticannews.va/es/santos/04/07/s--juan-bautista-de-la-salle--sacerdote--fundador-de-los-hermano.html ). A ello hay que agregar que fue el precursor de la enseñanza secundaria, el primero que fundó una escuela para la formación de sus maestros y que sus principios pedagógicos han estado vigentes hasta el siglo pasado.

Ahora bien, las tribulaciones que tuvo que sufrir Juan Bautista las sintetiza bien uno de sus biógrafos: “En primer lugar vino la oposición de toda la familia, que veía torcidos sus planes y frustradas sus esperanzas; luego vinieron las incomprensiones de la jerarquía -incluido su propio obispo-, que se sentía herido porque quedaba patente, con la iniciativa de Juan Bautista, su inactividad ante el abandono de las clases más necesitadas; tampoco faltaron las malas caras -incluso la calumnia- de los que ya se consideraban dueños en exclusiva de la enseñanza, porque intuyeron que les salía el grano de la competencia. Si a esto se añade la furia incontrolada de los jansenistas, se tiene un cuadro bastante aproximado de viento para sacar aquello adelante.

No ponía su confianza en los medios materiales para que el invento prosperara. Le sobraban bienes para subvencionar las escuelas; pero lo regaló a los pobres, quedándose sin nada para los proyectos apostólicos que se preveían costosos. Si aquello lo quería de verdad Dios y era para su gloria, ya vendrían los dineros justos para que no se hundiera. Buena lógica, ¿no?” (Francisco Pérez González, Dos mil Años de Santos, Ediciones PALABRA, 2001, Tomo l, p.411). Y así fue, siempre contó con los medios imprescindibles para llevar a cabo su revolucionaria tarea.

El futuro san Juan Bautista de la Salle falleció el 7 de abril de 1719 en Ruan. Fue beatificado en 1888 y canonizado el año de 1900 por el Papa León XIII. Su festividad se celebra el 7 de abril. El 15 de mayo de 1950, el Papa Pío XII lo declaró Patrono Universal de todos los Educadores Cristianos.

Por consiguiente, se trata de un santo muy actual. Si hay algo por lo que luchan, inmisericordemente, los Gobiernos y las diferentes ideologías, es por el control de la educación; además, los padres saben que ya a sus hijos, salvo excepciones, no les van a heredar con un capital del que puedan vivir sin trabajar -lo que, de otro lado, puede ser profundamente deformativo para sus hijos-, sino que lo que les dejan, es una capacidad de trabajo que tiene, casi como único fundamento, la educación que les hayan podido conseguir, a veces con gran sacrificio de su parte.

Pilar Riestra