Juan Manuel Martínez Valdueza

La ruleta de don Albert Rivera

Albert Rivera, copiloto de Jesús Calleja, antes de su "olímpica castaña". (Foto: www.cuatro.com)

LA CRÍTICA, 6 OCTUBRE 2019

Juan M. Martínez Valdueza | Domingo 06 de octubre de 2019
No es extraño –si se analiza bien– el desvarío político del señor Rivera en los últimos cuatro años, difícil de resumir en un artículo de leer y tirar, hecho poco trascendente habida cuenta de la numerosa y cansina atención mediática prestada al citado desvarío...

... Aun así, vayan por delante estas pocas líneas por si queda algún lector que todavía habite en la imagen del jovencito redentor de los males de España y sus partidos políticos. Es decir, en un guindo.

Porque en efecto don Albert entra en nuestras casas –y después en nuestras conciencias– de forma arrolladora, como Jesús en el Templo arreando latigazos, por un lado a los deshacedores de España y por otro a esos partidos políticos afincados en la corrupción que, a la sazón, lo eran todos o casi todos, resumiéndolos en un Partido Popular y un Partido Socialista Obrero Español indignos siquiera del más mínimo encomio, a la par que dignos sí del más atronador repudio.

Es en ese asalto a nuestras casas y conciencias cuando don Albert necesita de un ejército lo más numeroso posible que clave su estandarte en cada ciudad y pueblo de España, consiguiéndolo en parte, vaciando al tiempo partidos socialistas como UPyD casi en su totalidad y rascando lo que puede directamente al Partido Socialista Obrero Español.

Con estos cuadros comienza la andadura española de don Albert Rivera generando, como no podía ser de otro modo, la esquizofrenia que ha acompañado a su política hasta hoy mismo: política de derechas en políticos de izquierdas (que entran y salen del partido provocando crisis conocidas) y política de izquierdas en políticos de derechas (estos últimos pocos, que fueron los primeros en ser expulsados del invento). Y votantes mezclados –nada de centro, que todavía no aparece por ningún lado– de izquierdas siguiendo a sus cuadros y de derechas siguiendo a sus políticas –las básicas: unidad de España y diría que ninguna más–.

No es de extrañar por tanto el ver ayer a un histriónico Rivera mordiendo el cuello de Sánchez y su banda, y hoy verlo como salvador de la democracia ofreciendo el suyo al mismo Sánchez y a su misma banda. Sondeos de opinión y grupos de presión mediante…

Querido lector, después de esta frustrada aventura hacia el centro y reformadora de impías costumbres bipartidistas y repudiables, creo llegado el momento de volver al sueño y a la espera de otro jovencito o mayorcito capaz de arrollarnos nuevamente en la esperanza de un futuro político mejor y esta vez sin trampas ni cartones marcados con las mismas ímpías costumbres bipartidistas y repudiables…