Fernando Álvarez Balbuena

¿A qué jugamos?

El expresidente de la Generalidad de Cataluña (huido) Carles Puigdemont y el presidente actual Quim Torra. (Foto: rtve.es)

LA CRÍTICA, 3 OCTUBRE 2019

Fernando Álvarez Balbuena | Jueves 03 de octubre de 2019
Dan ganas de hacerse esta pregunta cuando vemos la actitud del “Govern” de Cataluña, afirmando que España es un Estado represor y que la judicialización de la política, metiendo en la cárcel a los parlamentarios secesionistas, no hace otra cosa que impedir el diálogo entre el gobierno catalán y el gobierno de España...

... Habría que decir, para empezar a aclarar conceptos, que la pretendida igualdad de ambos gobiernos es falsa, porque no pueden tratarse de “tú a tú”, toda vez que Cataluña es solo una parte de España (mal que les pese) y el gobierno de la Nación no puede supeditarse a las exigencias de una parte de ella, sea Cataluña, el País Vasco, Galicia o cualquiera otra , las cuales sí que son iguales entre sí, pero no iguales al gobierno ni al parlamento de España.

Pero la cosa es aún peor, cuando los dirigentes catalanes reclaman un diálogo de igual a igual, simplemente sobre la independencia nada menos, cosa que no cabe dentro de la ley y que constituye un delito de sedición, por no hablar del posible de rebelión, si continúan acercándose cada vez más a la vía violenta.

Quisiera que el señor Torra o su jefe Puigdemont, que mueve los hilos desde el extranjero, nos dijeran de qué quieren hablar seriamente, porque invocando la independencia catalana, como república fuera de España, no hay nada que negociar y solamente cabe la aplicación de la ley a los delincuentes, lo que no es represión sino simple y llanamente la acción legítima de la justicia.

Pero esta reflexión excede a la comprensión de la familia separatista y continuamente hacen todo lo posible por aparecer como víctimas, enarbolando banderas ilegales, quemando retratos del rey y diciendo y haciendo una serie de manifestaciones que, cada vez más, excitan los ánimos de todos los españoles que acaban viendo como enemigos a unos compatriotas que por causa de dirigentes malvados se comportan de forma ilegal y, al menos, moralmente condenable.

Todo tiene su principio y su final. El principio nació de unos sentimientos separatistas, que fueron en aumento sin que nadie hiciera nada desde el gobierno nacional para cortarlos. El final está por ver, pero estamos jugando un juego muy peligroso, y la aplicación del artículo 155 de la Constitución no debería de retardarse más, porque hemos llegado a un terreno de arenas tan movedizas que acabarán por tragarnos a todos, sumiéndonos en la miseria más degradante y “contra natura”.

No sé qué extraño complejo invade el ánimo de nuestros gobernantes y les impide una acción valiente y digna. Ya está bien de contemplaciones, porque cuanto más se tarde en hacer uso de la fuerza legítima, por parte del gobierno de la nación, peor para todos.

Fernando Álvarez Balbuena